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Guardia Nacional, respuestas incómodas

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

Sin duda, hay mucha controversia en torno al futuro de la Guardia Nacional, incluso dentro de las mismas fuerzas políticas, del oficialismo y de la oposición, no hablemos en el mundo de los medios y los especialistas. Sin embargo, todas las encuestas sobre el tema arrojan un resultado similar: por lo menos el 80 por ciento de la población quiere que las fuerzas militares mantengan la presencia en sus regiones y municipios, convencidos de que sin ellas sólo queda el vacío.

Se puede diferir en muchas cosas con la administración de López Obrador, pero en lo que están planteando en torno a la Guardia Nacional tienen razón: se debe dar un giro a la estrategia, se debe crear una nueva instancia, debe estar operativamente controlada por las fuerzas militares y debe estar desplegada en todo el país.

Vamos deconstruyendo el tema en sus principales capítulos. Primero, la Guardia Nacional como está planteada en el Senado no es una instancia militar, como se la había propuesto originalmente. Queda bajo el paraguas de la Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana, pero contará con mandos provenientes del Ejército y de la Marina, porque se integrará con unos 30 mil elementos de la policía militar, ocho mil de la naval y la mayoría de los integrantes de la actual Policía Federal.

El tema del mando es clave: en términos políticos y administrativos, dependerá de la SSyPC, de Alfonso Durazo, y en cada uno de los estados, el grupo de coordinación estará encabezado por el gobernador de cada entidad. El mando operativo provendría básicamente de militares, porque la idea, y ése es un tema central, es trasladar las instancias de policías militar, naval y federal, con sus propias estructuras de mandos, equiparable a la actual carrera militar, a la GN. Sin ello, simplemente se estarían trasladando elementos, sin crear nada nuevo.

Estoy muy lejos de pensar que la Policía Federal es una institución corrupta y absolutamente ineficiente, como algunos han dicho, pero es insuficiente. En la propia PF se reconoce que la capacidad de formación de elementos policiales no supera los tres mil al año. No hay posibilidad de hacer crecer la institución geométricamente sin recurrir a las fuerzas militares y si se recurre a ellas, se debe mantener la estructura de control, operación y mando, la propia carrera de sus miembros, para que todo tenga sentido.

¿Implica eso una militarización del país? No, porque las autoridades civiles no son reemplazadas ni en la seguridad pública ni en ningún otro ámbito por las fuerzas militares. Quien tenga alguna duda respecto a lo que es la militarización de la vida pública tendría que haberse dado una vuelta por la América del Sur o Central de los años 70 y 80 (e incluso hoy en algunos países). En términos operativos, no hay ninguna otra instancia que pueda cumplir con esa labor, más que las fuerzas militares. Pero en el momento en que esas fuerzas pasen a formar parte de la Guardia Nacional, tendrán un mando político civil. No es diferente a lo que ocurre en muchos otros países con niveles similares a los nuestros. El mejor ejemplo es la Policía Nacional en Colombia. Claro que se manejan otros ejemplos internacionales, pero en muchas ocasiones son de instituciones que tienen décadas de estar operando y donde no se vive ni una situación de emergencia ni de falla institucional como la que vivimos en México.

La Guardia Nacional es un eslabón clave de un nuevo modelo de seguridad, pero que está lejos de ser la única pieza o instancia necesaria para cambiar las cosas. Por una parte, es muy importante destacar que la actual Policía Federal, con sus elementos, mandos y capacidades, según aseguran los responsables del área, se integrarán plenamente a la Guardia Nacional. No hacerlo sería un enorme desperdicio político, social e institucional. Segundo, de acuerdo con lo que se ha negociado con los gobernadores, la puesta en operación de la Guardia Nacional tendrá que corresponderse con la construcción de un modelo policial moderno y eficiente, homogéneo y operativo, en los estados y municipios. Esas corporaciones cubren espacios a los que llegará la Guardia Nacional. Habrá recursos y apoyos, también obligaciones, en ese sentido.

No hay panaceas en el ámbito de la seguridad, pero sí algunos diagnósticos y convicciones que no deberían desecharse. Uno de ellos es que se requiere centralizar esfuerzos y mandos. Y si no se ha hecho es por mezquindad política de ámbitos locales y partidarios, oficialistas y opositores. Al presidente Calderón le bloquearon los intentos de centralizar y hacer crecer la Policía Federal y construir un nuevo modelo a nivel nacional, que incluyera policías estatales y municipales con un mando único o dividido en las 32 entidades. El presidente Peña Nieto propuso algo similar, pero también fue bloqueado. Ahora, muchos de los que se opusieron a aquellas iniciativas, impulsan la Guardia Nacional. Entiendo que es una gran oportunidad para que la oposición demuestre que tiene espacios de poder y veto y que no puede ser avasallada. Pero creo también que eso se puede poner en práctica en otros ámbitos. No podemos seguir jugando con la seguridad. Apoyemos la creación de la GN. En la seguridad, los rencores sexenales nos han llevado a una crisis que no puede continuar.

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