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Cambios de gabinete y gobernabilidad

Jorge Fernández Menéndez

Jorge Fernández Menéndez

Razones

La salida de Irma Eréndira Sandoval de la Secretaría de la Función Pública tuvo un catalizador con la contracampaña que hizo apoyando a su hermano Pablo Amílcar Salazar a la gubernatura de Guerrero, en detrimento de Félix Salgado Macedonio.

Pero no fue la única causa: Sandoval es una de las cabezas de un ala radical que opera en el gobierno y en Morena, que quizás le fue útil al presidente López Obrador para alcanzar la presidencia, pero que ahora suele descarrilar sus capacidades de gobierno. Olvidemos por un momento las grillas palaciegas, el desempeño de Irma Eréndira en estos años no ha logrado pasar de la ideología a los hechos, su comportamiento como secretaria y sus logros, es un decir, son nulos porque actuó marcada siempre por la ideología y el protagonismo del momento.

Terminó siendo un estorbo costoso, política y operativamente, en la lucha contra la corrupción. La ambición y el protagonismo ejercidos por ella y su esposo, John Ackerman, no ayudaron en absoluto a consolidar su posición.

La reemplaza Roberto Salcedo Aquino, un profesional de la política y del sector, con larga experiencia en la auditoría gubernamental, y que incluso fue subsecretario de Sedesol en los últimos años de Ernesto Zedillo. Desde entonces ha desarrollado una relación política y personal con el presidente López Obrador, pero también con otros personajes y sectores políticos, dentro y fuera del gobierno. Cambiará y mucho la filosofía y la forma de operar en la SFP, transformándola en un ente mucho más profesional que hasta ahora, en la que el amiguismo y la superficialidad han sido la norma.

Vendrán más cambios en el gabinete presidencial porque, más allá del enojo, de las teorías de complots mediáticos y la larga lista de enemigos, en Palacio Nacional se sabe que la ineficiencia y las divisiones internas están en la base de la insatisfacción de la ciudadanía.

El primer cambio, la llegada de Rogelio Ramírez de la O a Hacienda, en lugar de Arturo Herrera, quien será propuesto como gobernador de Banxico, fue en ese sentido. No es que Herrera haya sido un mal secretario, pero asumió un alto desgaste y no se le percibía en los mercados como un hombre con la influencia necesaria con el propio Presdiente como para tomar medidas que a veces son necesarias, aunque contradigan el discurso presidencial. Ramírez de la O tiene esa confianza y se percibe su capacidad de establecer distancia en algunos temas que son centrales para el futuro de la administración y del país.

La tensa relación de Herrera con la jefa del SAT, Raquel Buenrostro, tampoco le ayudaba en un contexto donde pocas cosas serán más importantes en el corto plazo que la reforma fiscal que estará incluida en el paquete económico 2022. Ramírez de la O tendrá en su agenda que alinear las cosas con el SAT, pero también con áreas que con su autonomía han terminado dañando los objetivos gubernamentales, como Pemex, CFE y todo el sector energético. El objetivo central del próximo secretario de Hacienda es tratar de alinear propósitos y políticas, porque de otra forma no habrá recuperación económica de largo aliento.

Hay otras carteras que tendrán cambios. La propuesta de enviar la Guardia Nacional a Sedena dejará una Secretaría de Seguridad Pública más pequeña, pero que debería tener funciones muy concretas, desde mantener en su seno y control un organismo de inteligencia y seguridad autónomo, hasta construir desde allí el modelo policial, de la mano con los estados, que el país demanda y no tiene.

Rosa Icela Rodríguez, una de las integrantes del gabinete que goza de la mayor confianza del Presidente, puede hacer eso y más, pero dependerá del diseño institucional que se use. En lo personal, creo que Seguridad Ciudadana tendría que terminar convirtiéndose cada vez más en un espacio similar, salvo las obvias diferencias, al Homeland Security estadunidense, con áreas muy específicas de operación, pero, sobre todo, de coordinación, que permitan tener políticas mucho más homogéneas y claras en el ámbito de la seguridad. Las cifras que mostró ayer Rosa Icela confirman que la estrategia actual simplemente no funciona.

la ofensiva contra el general

Van por lo menos tres ocasiones en las que se intenta involucrar al secretario de la Defensa, el general Luis Cresencio Sandoval, en hechos en los que nada ha tenido que ver. En alguna ocasión quisieron involucrarlo incluso en lo de Ayotzinapa aunque jamás estuvo involucrado con aquella historia. Ahora se le quiere relacionar con la masacre de Allende, Coahuila, de 2011.

El ahora secretario, que entonces era jefe de la guarnición militar en Piedras Negras, no tenía ni personal ni atribuciones ni capacidades para atender lo que ocurría en Allende, situada a una distancia similar a la existente entre la Ciudad de México y Cuernavaca.

Las guarniciones militares cuentan con aproximadamente 30 elementos y pueden cumplir acciones operativas cuando se le ordenan, siempre que cuenten con tropas de apoyo para hacerlo. Nunca se le ordenó y entre esas funciones no está controlar ciudades a 60 kilómetros de distancia ni tampoco lo que sucede dentro de una prisión local. No tiene sentido.

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