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¿Traidores en Palacio?

Jorge Camargo

Jorge Camargo

La conferencia presidencial del pasado miércoles fue vasta en señales para entender cosas presentes y futuras. El primero de los pronunciamientos reveló el grado de cohesión en el gobierno. Se exhibió la existencia de servidores públicos, moderados fresas, que son a los que la prensa no critica. “Pero a los que ven con más definición, más cercanos a lo que piensa el Presidente, les dan duro”.

Siempre han salido de palacio las versiones de que hay dos alas que se disputan la influencia del Jefe del Ejecutivo, la moderada y la radical, esta última es a la que se le atribuyen las decisiones que han creado un clima hostil en torno al empresariado, a las inversiones foráneas y hacia las organizaciones de la sociedad.

La salida temprana de Carlos Urzúa, secretario de Hacienda, dibujó ese escenario y la polarización interna. En su carta de renuncia enfatizó:

“Estoy convencido de que toda política económica debe realizarse con base en evidencia, cuidando los diversos efectos que ésta pueda tener y libre de todo extremismo, sea éste de derecha o de izquierda. Sin embargo, durante mi gestión las convicciones anteriores no encontraron eco”.

Este miércoles, el Presidente no dejó materia a la especulación. Dijo que un ala es más cercana a lo que él piensa y ésa es a la que se critica. Es decir, la radicalidad se recicla con el grupo más cercano y ese, por supuesto, está conduciendo las acciones hacia los años por venir.

Bajo un escenario de esa naturaleza, se presenta como inviable suponer que el rumbo variará.

Sin embargo, los que deberán estar muy preocupados son esos funcionarios fresas, pues les envió el mensaje de que “me doy cuenta de todo eso”.

Y si esto ocurre en estos primeros años, imaginen esos miembros del gabinete el quinto año de gobierno, cuando la figura presidencial comienza, inevitablemente, a desdibujarse; las purgas que no veremos.

Pero es necesario regresar al concepto estigmatizante de fresas que se utilizó y revisar la gesticulación a la que se recurrió. Sin duda, se refrenda un clasismo polarizante que ha servido de agenda rentable en su tránsito electoral, pero que ahora, cuando la muerte ha igualado a todos por causas de la pandemia, puede bien revertírsele a Morena.

El segundo pronunciamiento fue la férrea defensa que se hizo de Manuel Bartlett, actual director de la CFE. El fraseo fue tan simbólico que vale la pena recordarlo.

Parafraseando, el Presidente dijo que nadie quiere a Manuel Bartlett. “Es evidente que estos conservadores no lo quieren” porque piensan que es el intransigente. “Pero es más, no es con Bartlett, es con el Presidente”.

Palabras más, palabras menos, quien se mete con Bartlett se mete con él. Tiene razón cuando dice que muchos no quieren al personaje y especialmente debiera decírselo a Cuauhtémoc Cárdenas, a Manuel Clouthier, a Rosario Ibarra y a los millones de mexicanos que fueron defraudados electoralmente por consecuencia de la caída del sistema de conteo de votos en 1988 que benefició a Carlos Salinas de Gortari. Que también se lo diga a un sector de la inteligencia de un país vecino.

Por eso, un sector del priismo saltó a Morena, porque es estar como en casa. Se acusa a la oposición de oportunismo al aliarse para las elecciones intermedias, cuando el movimiento en la presidencia es refugio de lo más, digamos, refinado.

El tercer pronunciamiento se refiere al gran apagón eléctrico del cual se responsabiliza a la iniciativa privada, nacional y extranjera, a los ciudadanos que se ampararon para proteger las energías limpias y a los conservadores, cualquier cosa que quiera decir eso.

Sostener a tales enemigos tiene la utilidad de que al final del sexenio, si no se logró hacer nada digno del registro histórico, se le puede responsabilizar.

Pero en este caso se dicen verdades a medias. La responsable de la interconexión de los generadores privados (incluyendo las energías limpias) y las plantas (algunas contaminantes) de la CFE es esta última. Es una facultad constitucional que nadie puede disputarle.

Lo que el gobierno de Morena trata de hacer es bloquear a los generadores privados de electricidad (más limpia y barata) para fortalecer el monopolio deficiente y contaminante de la CFE, lo que va contra la tendencia internacional y los tratados contra el cambio climático, por lo cual muy pronto seremos demandados por usar carbón e incumplir con el Acuerdo de París, entre otros mecanismos externos e internos como la Ley de Transición Energética.

 

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