Más horror, ¿con toque personal?

Aclaro que esta reflexión no es en favor o en contra de una persona, sino de propuestas que puedan ser realizables.

¿Es usted de los que votan porque le interesa y compara las propuestas de las y los candidatos y cómo ello le impactará en su vida futura o sólo porque suena una canción pegajosa y unos jóvenes brincan y bailan diciendo que el cambio continuará o unas personas cursis de la tercera edad se andan besando?

Es decir, se siente motivado por un candidato que no tiene voz propia y dice que es un honor seguir con el horror. Explico, porque la cosa no es tan sencilla.

Aclaro que esta reflexión no es en favor o en contra de una persona, sino de propuestas que puedan ser realizables. Las elecciones del 2 de junio son, en un simplismo, la evaluación del gobierno saliente, es decir, el de Andrés Manuel López Obrador, y si cumplió o no con las cosas que ofreció para convencer el voto.

Un candidato puede ofrecerle continuidad o ampliar los beneficios alcanzados, pero lo que nunca le dirá es que cambiará las cosas que se hicieron mal porque no puede desafiar a quien lo puso en la boleta.

Decir que habrá continuidad con toque personal es, por lo menos, cándido. Porque no se puede ofrecer el todo sin pensar en lo particular. Y en esto último están los asesinatos, que suman a este día 34 mil 594 homicidios, siendo el sexenio más violento en la historia de México.

Esto no es una cosa menor, dado que ahora un grupo de activistas nacionales e internacionales promueven una demanda en contra del próximo exmandatario por responsabilidad por omisión que derivó en agresiones y homicidios cometidos contra la población civil, de acuerdo con la Convención Americana de Derechos Humanos.

Tan sólo en su artículo 5.º, fracción primera, establece: “Toda persona tiene derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral”.

En este orgullo por la continuación del horror surge una incógnita importante. Lo que algunos denominan golpe de Estado técnico al pretender terminar con la independencia judicial es un mandato a su candidato y éste. ¿Lo aprueba y lo desarrollará “con toque personal”? Porque entonces la opción electoral no promete más democracia, sino un autoritarismo militar.

Pero, en fin, entonces o se ofrece la continuidad del todo o se comienzan a marcar las distancias. Eso no va a ocurrir.

Los votantes, pues, votan ciertamente por una serie de factores complejos, como los psicológicos, sociales y políticos. Hay una base dura que vota por cada partido y, en consecuencia, por su alianza, los indecisos y los switchers.

Además, las emociones desempeñan un papel significativo; la ansiedad, el entusiasmo o el desencanto pueden influir en la decisión final.

La personalidad del candidato también influye en gran medida. Los votantes tienden a buscar cualidades que reflejen liderazgo, empatía y autenticidad. En México, al menos un candidato no tiene este último atributo.

La comunicación efectiva, la capacidad de conexión emocional y la coherencia en el discurso son elementos cruciales que pueden inclinar la balanza a favor de un candidato.

Además, las cuestiones sociales desempeñan un papel cada vez más importante. Los temas como la igualdad de género, la diversidad, el cambio climático y los derechos civiles pueden movilizar a diferentes segmentos de la población. Los candidatos que aborden estas cuestiones de manera efectiva pueden ganar apoyo sólo entre grupos específicos de votantes.

Hablar del amor al pueblo es un insulto, sin duda, y es un eslogan desgastado. Los pueblos cometen errores, sin duda, eso es la democracia. Sólo observemos el comportamiento del electorado en Estados Unidos.

Entonces, ¿soy yo un votante que sufraga por lo “bonito que suena” un spot o por las propuestas que reflejan un pensamiento propio del candidato? Si soy de los primeros, deberé asumir las consecuencias de mi decisión. Ya somos adultos.

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