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¿Alguien sabe dónde están y qué hacen los concejales en la CDMX?

Jesús Sesma Suárez

Jesús Sesma Suárez

En las elecciones de 2018, quienes vivimos en la Ciudad de México, votamos por primera vez por los diputados y diputadas del primer Congreso de la Ciudad y por alcaldes y alcaldesas en lugar de jefes y jefas delegacionales, pero también por una nueva figura dentro de la estructura de gobierno en las alcaldías: los concejales, es decir, 160 hombres y mujeres, como cualquiera de nosotros, cuya principal encomienda fue supervisar, evaluar y aprobar la labor de los alcaldes y, con ello, cuidar los intereses de los ciudadanos ante las administraciones en esas demarcaciones territoriales.

Sin embrago, a casi dos años de haber sido elegidos y, en algunos casos, designados, los concejales de la Ciudad de México son figuras olvidadas y sin ninguna utilidad práctica, lo mismo adentro que afuera de las alcaldías. Nadie parece recordarlos y, mucho menos, considerarlos como parte del esquema de la administración pública.

Son diez personas por cada una de las 16 alcaldías quienes están ahí para analizar y aprobar cuestiones relacionadas con el presupuesto de las demarcaciones, los programas de gobierno, las acciones de construcción y cambio de uso de suelo dentro de su respectiva demarcación, opinar sobre concesiones de servicios públicos y convenios con otros actores públicos, así como solicitar informes para saber en qué se gasta el dinero público asignado a las alcaldías, entre otras funciones.

Y sí, cada uno de ellos está cobrando un salario por “ejercer” dichas funciones. Entrecomillo porque, penosamente, en la mayoría de los casos, la labor de los concejales cobra un sentido meramente teórico, pues, en la práctica del día a día, su labor es un cero a la izquierda. El poder de decisión en las demarcaciones sigue siendo unipersonal, es decir, sigue siendo una atribución exclusiva del alcalde.

La figura de concejal no está funcionando dentro del esquema de la administración pública y si no se hace algo al respecto, está destinada al fracaso. Es necesario que estas 160 personas defiendan y dignifiquen el cargo para el cual han sido elegidas y designadas o, dicho en otras palabras, que se pongan las pilas para garantizar que el ejercicio de gobierno se dé en un verdadero ambiente de transparencia, pluralidad y participación para que deje de depender de la voluntad de una sola persona.

Y es que me da la impresión de que muchos concejales no se están tomando en serio ni ellos mismos. A esto hay que sumar que muchos alcaldes no se han hecho a la idea de tener que rendir cuentas a un consejo que fue elegido por la misma ciudadanía que los eligió a ellos.

Debemos exigir a los concejales que se pongan a trabajar, pero también a los alcaldes que respeten su importante función. Y es justo ahí donde entra nuestra responsabilidad como ciudadanos, ya que somos nosotros quienes pagamos sus salarios y quienes tenemos el derecho (me atreveré a decir que incluso la obligación) de pedir que rindan cuentas y que en verdad defiendan nuestros intereses frente a los alcaldes.

Los concejales deben ser vistos y utilizados como un vínculo entre esa administración local y nosotros como ciudadanos, como un representante que vele porque nuestro dinero se aplique para atender necesidades reales y en beneficio de la zona en que vivimos. Pero, mientras sigamos sin saber dónde están, quiénes son y qué hacen, nosotros mismos estaremos fortaleciendo un sistema ineficiente y oneroso que en nada abona al desarrollo de los capitalinos.

 

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