Logo de Excélsior                                                        

¿Nueva normalidad?

Javier Aparicio

Javier Aparicio

El pasado domingo 31 de mayo concluyó la llamada Jornada Nacional de Sana Distancia. En su lugar, se anunció la utilización de un semáforo a nivel estatal para decidir, caso por caso, en qué momento y en dónde se podrían ir relajando las medidas de prevención. Al cierre de la jornada se anunció que todas las entidades, salvo Zacatecas, se encontraban en semáforo rojo.

Tan sólo el 15 de mayo pasado se habían registrado cuatro mil 767 defunciones confirmadas de covid-19 en México. Para el 31 de mayo, tres meses después del primer caso registrado, las defunciones ya sumaban nueve mil 930, más del doble que una quincena atrás —cifra que representa una tasa de letalidad de once por ciento respecto a los casos confirmados a la fecha—. Con esos datos a la mano, se decidió dar por concluida la jornada nacional y el Presidente reinició sus giras por el país.

Con el paso del tiempo se ha hecho evidente que las cifras de la pandemia en México presentan varios problemas. El gobierno federal tomó la decisión de realizar un número limitado de pruebas clínicas de SARS-CoV-2, dando prioridad a los casos más graves que llegan a los hospitales y aplicarlas sólo al diez por ciento de los casos ambulatorios o menos graves. Las consecuencias finales de esta estrategia, que va a contrapelo de las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y de muchos otros países, las conoceremos más tarde.

En la práctica, el número limitado de pruebas tiene la consecuencia inmediata de subestimar el número total de contagios y, al hacerlo, tarde o temprano el número de defunciones puede crecer aceleradamente —como, de hecho, ha ocurrido en estos últimos meses en los que la tasa de letalidad ha ido en aumento—. Ahora bien, si las defunciones también se subestiman o se miden con un rezago considerable, tarde o temprano los sistemas de salud y el gobierno, podrían verse rebasados por el peso de una trágica realidad que va mucho más allá del número de camas disponibles.

Las cifras disponibles a la fecha no sugieren que se haya llegado al ápice de la curva de casos diarios, salvo en contadas entidades. Dada la incertidumbre de las cifras oficiales y la conducta misma de la sociedad, está por verse cuánto se alargará la curva pandémica de casos y defunciones.

A pesar de las limitaciones anteriores, los datos abiertos de la Dirección General de Epidemiología de la Secretaría de Salud contienen información valiosa de cada caso confirmado. La distribución de casos por entidad también presenta una heterogeneidad importante.

La pandemia no ha afectado a cada entidad en proporción directa a su tamaño poblacional. Con datos al 31 de mayo, las cuatro entidades con más casos confirmados respecto a su población son: Ciudad de México, Tabasco, Baja California y Quintana Roo. ¿Qué sucedió en Tabasco?

Las entidades con mayores tasas de letalidad respecto a casos confirmados son: Morelos, Chihuahua, Quintana Roo e Hidalgo, todas ellas con tasas de entre 18 y 19.8 por ciento. Por otro lado, Aguascalientes, San Luis Potosí y Sonora tienen tasas de letalidad menores a seis por ciento. La Ciudad de México, a pesar de concentrar el mayor número de casos, tiene una tasa de letalidad de 8.8%, menor al 11% nacional. ¿Cómo se explican estas diferencias?

Otra fuente de heterogeneidad importante es el tipo de unidad médica que atiende a los pacientes de covid-19. Al 31 de mayo, las clínicas de la SSa han atendido 52.5% de los casos, el IMSS a 32.6%, el ISSSTE a 5%, y sólo 3.4% de los casos registrados provienen de instituciones privadas. No todos los pacientes requieren el mismo tipo de atención: el IMSS ha atendido a 47% de los pacientes hospitalizados y la SSa a 60% de los pacientes ambulatorios.

Al 31 de mayo se habían registrado 4 mil 21 defunciones en el IMSS y 860 en el ISSSTE. Si consideramos el número de casos recibidos, estas cifras se traducen en una tasa de letalidad de 13.6% en el IMSS y de 18.6% en ISSSTE, mientras que en los hospitales privados ésta es de sólo 5.38 por ciento. ¿Cómo se explican estas diferencias? ¿Hay una peor atención en el ISSSTE que en el IMSS o se trata de diferencias en los perfiles de edad o comorbilidades de sus pacientes? Más allá del crecimiento de los casos, ¿qué calidad de atención médica están recibiendo las y los pacientes a lo largo y ancho del país?

 

Comparte en Redes Sociales