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Un paisano conciliador en Gobernación

Ivonne Melgar

Ivonne Melgar

Retrovisor

 

Ajeno al trato apasionado que sus paisanos desbordan, Adán Augusto López Hernández es un tabasqueño atemperado, proclive al diálogo y a la perseverancia.

Así lo describen quienes conocen los atributos del nuevo secretario de Gobernación, formado en el PRI, donde militó durante 25 años.

Cuentan que, siendo funcionario estatal, López Hernández consiguió en el 2000 el visto bueno del Congreso local para convertirse en gobernador interino, un logro que el experimentado Roberto Madrazo desactivó sorprendido ante la capacidad de negociación y convencimiento de quien meses después se afiliaría al PRD.

Hijo del notario Payambé López Falconi, quien apoyó jurídicamente las batallas perredistas y estatales de Andrés Manuel López Obrador, el también abogado y notario que ya mañana se incorporará a la gira presidencial como titular de la Secretaría de Gobernación se sumó a su equipo político y electoral desde 2006, asumiendo la coordinación de la campaña de sureste de la República. Se volvió, a partir de entonces, en parte de sus leales operadores.

Posteriormente fue diputado local y federal y senador por el PRD en el sexenio de Peña Nieto, cuando los legisladores obradoristas dejaron las filas perredistas para participar de lleno en la campaña presidencial vencedora de 2018. Adán Augusto López Hernández compitió por la gubernatura de Tabasco. Y arrasó.

De 57 años, lector de novela política, literatura española, salmos y proverbios y coleccionista de refranes —como su padre—, el segundo secretario de Gobernación del sexenio estudió derecho en la universidad estatal y una maestría en ciencias políticas en la Sorbona, en París. 

Pregunto a un testigo de la historia de los tabasqueños ahora en el pináculo del poder, cuáles son los atributos del hombre a quien este jueves el presidente López Obrador describió con palabras de tanto cariño y confianza, sin ocultar la alegría de su nombramiento.

“Es un amigo del Presidente desde su juventud”, recuerda.

Y enumera sus características: “Se distingue por ser muy proclive al diálogo y a la tolerancia con sus correligionarios y adversarios. Su temperamento atemperado le permite ejercer una paciencia natural para escuchar a sus interlocutores y, a su vez, respetarlos. La búsqueda del consenso en él es natural. Adán Augusto es un político muy perseverante, un operador político por excelencia. Y goza de la confianza absoluta del Presidente”.

Temperamento y origen, me recuerda el cronista de esta nueva clase gobernante, son definitorios en el ejercicio del poder. Frente a este perfil y justo en la mitad del sexenio, la pregunta es obligada: ¿viene un giro en la relación presidencial con los otros poderes y niveles de gobierno? ¿Retribuirá López Obrador a los despachos de Bucareli el rol que tuvieron en lo que él denomina el viejo régimen? 

Nuestra fuente no lo duda: Adán Augusto, resume, viene a construir los acuerdos para concretar las transformaciones pendientes.

Hay quienes desde el Congreso, menos optimistas, asumen que se trata de una señal de endurecimiento de López Obrador ante los pleitos sucesorios en Morena y la necesidad de contar con una mano izquierda incondicional que detecte a tiempo aquellas jugadas de los aspirantes que puedan ser adversas al control presidencial y a la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, tanto en la cancillería de Marcelo Ebrard como en el Senado, donde Ricardo Monreal, ante el descuido gubernamental, ha cultivado y capitaliza con creces la interlocución con PAN, PRI, PRD y Movimiento Ciudadano.

Otros observadores del empoderamiento de los mandatarios morenistas del sureste subrayan la cercanía familiar del secretario de Gobernación con el mandatario de Chiapas, su cuñado, Rutilio Escandón, y con su antecesor, el ahora coordinador del PVEM en el Senado, Manuel Velasco, actor fundamental para garantizar que este aliado no active su gen de alternancias convenientes cuando se considera escasamente retribuido. Y un actor vinculado, además, en el episodio de los videos de los hermanos del Presidente recaudando fondos para causas aún no aclaradas.

Por lo pronto, las primeras declaraciones del secretario Adán Augusto acreditan la descripción de que es un político templado: “Un tabasqueño no puede fallarle ni regatearle nada al Presidente”.

Eso ha dicho López Hernández al enumerar que será un secretario funcional que, con discreción y firmeza, tejerá relaciones con todos los actores políticos y sociales, estará a cargo de “un prudente equilibrio de poderes” y pondrá orden al interior del gobierno.

Escuchando los propósitos del nuevo secretario de Gobernación, la duda punza: ¿Volveremos al diálogo institucional del responsable de la política interior con dirigentes y legisladores de la oposición, ésa que en el discurso presidencial cotidiano no merece más que señalamientos críticos?

O es sólo el espejismo de las buenas formas del paisano atípico del Presidente. 

 

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