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Metro: ¿ineptitud o sabotaje?

Humberto Musacchio

Humberto Musacchio

La República de las letras

Los usuarios del Metro de la Ciudad de México están acostumbrados a sufrir retrasos, aglomeraciones, paradas inexplicables entre estación y estación, colas interminables, escaleras eléctricas que no funcionan, incendios, inundaciones, suciedad, pintas, robos, agresiones sexuales, suicidios y accidentes, numerosos accidentes para los que nunca hay una explicación satisfactoria. Lo ocurrido el sábado último confirma que el Metro continúa en la inseguridad, los abusos y el mal servicio.

Imposible olvidar el mortal alcance de trenes en la estación Viaducto, en octubre de 1975, con un saldo de 31 muertos y por lo menos 70 lesionados, pese a que las autoridades habían dicho que un convoy no podía chocar ni aunque lo intentara su conductor, pues los sistemas de seguridad hacían imposible un accidente de esa magnitud.

Cualquiera diría que después de aquello se evitaría que hubiera otros accidentes fatales y con los gobiernos priistas no se repitió una desgracia tan grande. Los mayores siniestros son de años recientes: el 4 de mayo de 2015, doce personas resultaron heridas al impactarse dos trenes en la estación Oceanía, de la Línea 5. Las autoridades lo atribuyeron a error humano. Lo mismo se dijo después del choque de dos convoyes en la estación Tacubaya, en marzo de 2020, con saldo de un muerto.

Lo curioso es que, tras cada accidente, las autoridades del Metro repiten que sus diez sistemas de seguridad y cinco de alta seguridad imposibilitan que los conductores puedan ocasionar un choque sin que lo autorice el Centro de Mando. Si eso es cierto, habría que establecer por qué se producen los accidentes.

La reacción de las autoridades tampoco ayuda a realizar las necesarias aclaraciones. El año pasado, ante la renuncia de Jorge Suárez Balderas, subdirector general de Mantenimiento, Florencia Serranía, directora general del STC, optó por desempeñar ella misma las funciones del renunciante, y así lo dijo ante los diputados: “Yo soy la directora general de Mantenimiento. El Metro tiene tantos problemas que decidí este año tomar esta posición doble para poder instrumentar integralmente lo que requiere el Metro y dejar de escuchar quién es el responsable, porque ni modo que me queje a mí misma”.

Sin embargo, ahogado el niño, la señora Serranía trató de zafarse diciendo que ella era directora general, y nada más, como si eso la eximiera de las irregularidades que presenta el sistema. No culpó a los gobiernos neoliberales y conservadores, pero dijo que el Metro enfrentaba un problema de obsolescencia, pues se trabajaba con lo mismo que hace 50 años. Pues sí, pero ella estaba ahí para evitar que se repitieran las desgracias.

Reiteradamente, los trabajadores han advertido sobre los peligros que implica la vejez del equipo y la falta de mantenimiento. El diario Reforma informó que el Puesto Central de Control del Sistema de Transporte Colectivo registró 271 mil fallas entre 2012 y 2019. Es más, el Informe de agosto de 2019 a julio de 2020 de la Seduvi señala que la subestación eléctrica de las instalaciones de Buen Tono era obsoleta y motivo de múltiples fallas en varias líneas. Pese a lo anterior —escribió Pascal Beltrán del Río—, en el Presupuesto de Egresos para 2021 no se creyó necesario incluir una partida extraordinaria para mantenimiento.

Existía, sí, una partida del presupuesto federal para infraestructura de la Ciudad de México, pero en 2021 se decidió suprimirla para destinar esos fondos al Tren Maya. Un reportero preguntó al presidente López Obrador por qué no se habían entregado fondos al Metro para evitar desgracias como la ocurrida el sábado pasado, y la respuesta fue que no se habían solicitado y, de paso, le echó la bolita a la jefa del Gobierno capitalino, pues dijo que “el gobierno de la ciudad tiene recursos, tiene un plan de rehabilitación del Metro desde hace dos años”. ¿De veras? Si es así, Florencia Serranía debió renunciar hace varios meses, pero ahí sigue.

Y mientras más de un millón de usuarios pasan las de Caín para transportarse, se dice que la falla la produjo un derrame de aceite o la falla de un transformador. ¿Y si fue sabotaje? ¿O si, peor aún, se trató de un autosabotaje derivado de la ineptitud, el desorden o la apatía?

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