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¿Un nuevo mundo?

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Tiempos inéditos nos está tocando vivir. La pandemia desatada por el llamado coronavirus ha trastocado la manera en que concebíamos el orden de las cosas. En unas pocas semanas, el mundo entero tuvo que cambiar prácticas, costumbres, cotidianidades. Según la información más reciente, 180 países enfrentan la presencia de este enemigo invisible que no discrimina en atacar a los poderosos (Boris Johnson, primer ministro del Reino Unido), famosos (Tom Hanks y su esposa), así como a millones de hombres y mujeres de todos los estratos sociales.

Impresionan las imágenes de las más célebres plazas públicas tradicionalmente repletas de visitantes totalmente vacías, avenidas intransitables sin autos, infinidad de establecimientos de todo tipo cerrados. Son innumerables las expresiones en las redes sociales de gentes recluidas en sus casas que salen a cantar, tocar un instrumento, aplaudir, hacer algo para romper su aislamiento y la ansiedad que ello ha traído.

Como al principio de la presencia del ser humano en la Tierra, ante lo incomprensible, ante los misterios que nos plantea la naturaleza, se recurre a lo sobrenatural, a la fe como refugio y defensa, como paliativo a sus miedos ante la incertidumbre. La transmisión virtual de la misa ofrecida por el papa Francisco el pasado viernes tuvo una audiencia de millones de personas.

Las respuestas que los gobiernos han dado a esta emergencia serán objeto de un juicio y valoración de sus ciudadanos una vez superada la emergencia. En tiempos de incertidumbre y miedo, la gente busca orientación de sus dirigentes políticos: cabe recordar los mensajes radiofónicos de Winston Churchill durante los bombardeos a Londres por la fuerza aérea de Hitler que dio esperanza y valor a sus pobladores. Hoy no nos amenazan las bombas arrojadas de los temibles stukas alemanes, tal vez este virus sea peor, nos enferma y mata como un enemigo silencioso, invisible que además, nos puede convertir en portadores letales inconscientes.

Habrá que ver qué pasa en Italia y España, países donde la epidemia ha adquirido escalas enormes, sus gobiernos tardaron en reconocer el riesgo que conllevaban los primeros infectados, de sus resultados se desprenderá un severo juicio social y político; el presidente Trump ha pasado a la ofensiva apostando a que sus nacionales olviden, antes de votar el próximo noviembre, los resultados de haber desdeñado los consejos y alertas de médicos y especialistas: las últimos datos arrojan un saldo de 107 mil 520 muertes y cerca de 760 mil infectados. En contraste, los políticos en Corea del Sur, Singapur, Suecia lograron contener la expansión infecciosa con medidas sanitarias inmediatas, sensatas, que propiciaron una respuesta unánime de sus habitantes.

En todos los países, México no será la excepción, vendrá la evaluación posterior sobre sus gobernantes, ¿estuvieron a la altura del reto? ¿Proveyeron los apoyos concretos para defender su salud, sus empleos, su nivel básico de subsistencia? ¿Se previeron las medidas indispensables para retomar los empleos, la estabilidad básica económica, una vez pasada la crisis? Sus respuestas, ¿generarán un cambio duradero hacia una mayor solidaridad en el sentido de entender que todos sin excepción somos vulnerables sin distingos? ¿Estaremos en la antesala de un “nuevo mundo”?

Más allá de restaurar los daños a la salud pública, se plantea una reflexión más profunda que nos debe llevar a cuestionar nuestra estructura económica, social y política en asuntos pendientes como la trillada, pero innegable inequidad en la distribución del ingreso, la precariedad de los empleos, la insuficiencia de los sistemas de salud pública, los hacinamientos urbanos derivados de una absoluta falta de planeación urbana, del transporte público. Vaya retos y oportunidades que se le presentan al actual gobierno, a los legisladores, a empresarios y a la sociedad en su conjunto, ¿estaremos a la altura de los mismos? o pasada la emergencia, ¿volveremos a más de lo mismo?

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