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¿Qué sigue? (II)

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

El mayor reto y riesgo para el gobierno del presidente López Obrador en materia internacional es, sin duda, la relación con el presidente Trump. Ha quedado evidente a lo largo de su gobierno que, para casi todos los líderes mundiales, Trump ha resultado ser un dolor de cabeza.

Su impredecibilidad, sus ataques y críticas a los aliados tradicionales de Estados Unidos como los países que integran hoy la Unión Europea y Canadá; su riesgosa “guerra” comercial con China, la potencia emergente que le representa un desafío real a su actual poderío.

Por otro lado, tiene una buena relación con Vladimir Putin, a pesar de que el Departamento de Justicia ha comprobado la injerencia de Rusia en la campaña presidencial de 2016; es enigmático su acercamiento con el aún más enigmático, “líder supremo de Corea del Norte”, Kim Jong-un, quien gobierna con puño de hierro y mantiene aislado a su pueblo. Se opuso a sancionar al gobierno de Arabia Saudita por el flagrante y brutal asesinato de Estado del respetado líder opositor, Jamal Khashoggi, ¡en el consulado de ese país en Estambul! En un acto de abierto nepotismo, delega en su yerno una de las negociaciones más complejas y sensibles: el histórico conflicto entre Israel y Palestina.

Se apoya con un equipo reconocido por su radicalismo ideológico: John Bolton, asesor de Seguridad Nacional y su canciller, Mike Pompeo. Ambos han declarado que harán lo necesario para cambiar los regímenes en Venezuela, Nicaragua y Cuba, es decir, la Doctrina Monroe reeditada a su pleno esplendor. Describo lo anterior para ubicar al lector lo que México puede esperar en su relación con el gobierno de Trump. Hace unos días, el Consejo Mexicano de Asuntos Internacionales (www.consejomexicano.org, Sección Multimedia) organizó un interesante debate entre dos exembajadores de Estados Unidos en nuestro país, Carlos Pascual y Anthony Wayne, y el embajador eminente mexicano, Andrés Rozental. Destaco algunos de los conceptos vertidos por ellos:

Podemos esperar que en los próximos 18 meses la relación entre México y Estados Unidos atravesará por el periodo más delicado de las últimas décadas. Trump atacará a México en el momento que requiera animar a su base electoral con su discurso antiinmigrante.

No hubo consenso si la política seguida por el gobierno mexicano de no confrontarse con Trump es la correcta. La actual debilidad de la economía mexicana aumenta la histórica asimetría entre los dos países. Gravar con un 5% las exportaciones mexicanas hubieran profundizado el estancamiento económico que padece el país.

Si bien México logró evitar la imposición de tarifas arancelarias, el costo en la política migratoria mexicana será muy elevado, irreversible, y de impredecibles consecuencias económicas, políticas y sociales.

Trump presionará al presidente López Obrador para que México adopte las obligaciones de ser “tercer país seguro”; ello implicará asumir la responsabilidad de procesar en nuestro territorio las peticiones de asilo de miles de migrantes, no sólo de Centroamérica, sino de todo el mundo. De no aceparse, Trump dejará de felicitarnos por “la magnífica labor de la Guardia Nacional y el ejército mexicano en detener migrantes”.

 Si México logra ser electo como miembro no permanente del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, podrá incurrir en optar por seguir o disentir con las posiciones estadunidenses en temas como el conflicto con Irán, Venezuela, Cuba, Nicaragua, ¿se ha ponderado tal escenario?

El reciente acercamiento con el gobierno chino parece ser una buena decisión. Sin embargo, en el texto del tratado comercial con Estados Unidos y Canadá que sustituirá eventualmente al Tratado de Libre Comercio, se acordó en su artículo 32.10 que si uno de los tres países desea iniciar un acuerdo comercial con un país “no de mercado” (no favorable al libre mercado), debe avisar a sus contrapartes tres meses antes de iniciar sus negociaciones y “proveer tanta información como sea posible sobre los objetivos de esa negociación”, ¿suponiendo que el gobierno chino decida intensificar su comercio e inversiones en México, ¿qué dirá Trump, o más relevante, qué haremos si Estados Unidos se opone a ello?

En suma, se requiere tener clara una estrategia política/diplomática de enorme complejidad y sofisticación para transitar de la mejor manera posible esta inédita coyuntura en la relación con nuestro vecino del norte. Vaya reto.

 

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