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La democracia en Estados Unidos

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

La toma de posesión del nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, expuso ante millones de personas en el mundo la imagen de una ceremonia de traspaso del poder ordenada, apegada a protocolos centenarios, arropado por líderes políticos que hace apenas unos días se enfrentaron en una batalla política e ideológica sin precedente. Ello sucedió en el mismo lugar donde turbas radicales de la extrema derecha habían intentado romper por la fuerza con la democracia más antigua y consolidada.

Hace 120 años no había tanta participación de los votantes registrados, Biden obtuvo 75 millones, mientras que Trump obtuvo un nada despreciable número de casi 70 millones, sin embargo, por el complejo proceso electoral, Biden contabilizó a su favor 67% del electorado.

Con el imponente edificio del Capitolio como escenario simbólico, Biden centró su mensaje en dos palabras: unidad y verdad, cuyo significado tiene hoy más relevancia que nunca, no sólo en la vida pública de nuestro vecino, sino en todos los países, incluyendo, por supuesto, a México.

Unidad como elemento central para la gobernanza, para negociar las diferencias bajo el objetivo común del bienestar de las mayorías, respetar el punto de vista, las creencias, los valores de los demás, sin que por ello se entienda homogeneidad y mucho menos, descalificación ideológica o personal. Unidad para enfrentar los graves problemas que enfrenta Estados Unidos y el mundo entero; la pandemia en primer lugar.

Verdad, al advertir que vienen tiempos difíciles que demandarán sacrificios por parte de toda la sociedad. Si bien su discurso tiene un contenido de optimismo y esperanza, advirtió que “nos espera una etapa difícil, sin precedente”.

A diferencia de su antecesor que con base en mentiras minimizó los estragos causados por covid-19, Biden reconoció que en febrero sumarán 500 mil personas las fallecidas por la pandemia.

Congruente con su mensaje electoral, al día siguiente firmó un decreto por el cual se compromete a vacunar a ¡100 millones de personas en los primeros 100 días de su mandato! Estableció la obligatoriedad de usar mascarilla en todo lugar público y puso el ejemplo al usarla él mismo, al igual que la vicepresidenta Kamala Harris, así como su asesor y portavoz para la pandemia, el doctor Anthony Fauci.

Su propuesta se basa en los siguientes principios: (i) Escuchar a la ciencia, (ii) asegurar que las decisiones en materia de salud pública sean difundidan por especialistas, (iii) restaurar la transparencia, el objetivo común y la responsabilidad del gobierno, (iv) corregir el fiasco de la política de Trump para asegurar que los estadunidenses tengan acceso a pruebas de contagio gratuitas, (v) el gobierno federal será el  responsable de asegurar la producción y oferta de mascarillas y caretas protectoras en tal cantidad que se prevea una demanda extraordinaria (vi) proteger en particular a adultos mayores y con altos índices de riesgo, (vii) reconstruir y ampliar las defensas que Trump desmanteló para predecir y mitigar las amenazas pandémicas , incluyendo aquellas que provengan de China, (viii) Implementar en todo el país, en coordinación con gobernadores y alcaldes, el uso obligatorio de mascarillas y pedir a la sociedad que haga lo que siempre ha hecho: “crecer frente a estos tiempos de crisis”.

Es difícil encontrar en la historia de nuestros vecinos la multiplicidad de problemas que se le presentan a Biden: pandemia, recesión, descontento social y racial con síntomas del surgimiento de grupos radicales (“terroristas” los ha llamado él mismo), deterioro del medio ambiente, una China agresiva y con creciente activismo internacional. En su favor está el enorme contraste que marca su personalidad sensata, madura, e ilustrada respecto a la arrogancia ignorante de Trump y cerca de 50 años en la política de su país.

Por todo lo anterior, es posible que México no esté en su radar de asuntos prioritarios. La llamada que tuvo con el presidente López Obrador no podía ser más que cordial, demostrar buena voluntad y deseo de trabajar conjuntamente. Ello será posible sólo si el Presidente mexicano deja a un lado su retórica agresiva y plantea un entendimiento bilateral maduro, moderno y realista. ¿Será posible?

 

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