De gelatinas y corcholatas

Sólo los interesados en la política habían detectado a esta mujer con una historia personal asombrosa que, a base de trabajo, inteligencia y buen sentido del humor, podría marcar un hito en la gobernanza nacional

Con una anticipación que se antoja entretenida, pero, con potencial de evolucionar hacia lo dañino, los partidos políticos y los aspirantes a suceder al presidente López Obrador decidieron embarcarse en una campaña electoral cuando falta casi un año para que tenga lugar la jornada electoral.

El propio presidente López Obrador ha contribuido a destacar lo anterior al referirse constantemente  a la senadora Xóchitl Gálvez, a quien acusa con superficialidad y enojo de pretender ser una rival de peso ante el  candidato o candidata que elija para sucederlo en septiembre del 2024.

Estamos viviendo una novedosa política preelectoral con alianzas inéditas y sorpresivas, como es el bloque formado por el PRI, el PAN y el PRD (autodenominados como el Frente Amplio por México), hasta ahora rudos contrincantes, que enfrentarán a la agrupación Juntos Hacemos Historia,  formada por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena),el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Verde Ecologista de México (PVEM).

Se han diseñado complejos métodos, procesos e instancias para seleccionar a quienes competirán por la Presidencia de la República, nueve gubernaturas, 500 diputaciones federales,128 senadores, 31 congresos locales, 1,580 ayuntamientos, 16 alcaldías y 24 juntas municipales. Es decir, se trata de un recambio integral de autoridades electas en el país.

México atraviesa por una etapa convulsa debido a múltiples factores, donde destaca la peculiar manera del estilo de gobernar de López Obrador: su abrumadora presencia cotidiana, el control total sobre su equipo de trabajo, sus ataques verbales a todo aquel que disienta de sus ideas, sus inagotables giras por todo el país, todo ello se ha traducido en un enorme poder (y desgaste) que ha puesto en jaque el balance entre los tres Poderes de la Unión.

Todo lo anterior me lleva a sostener que la aparición de la senadora a Gálvez es parte relevante de este turbulento y delicado momento en la vida nacional. Hasta hace unos meses, sólo los interesados en la política y más, en concreto, en los debates en el Senado, habían detectado a esta mujer con una historia personal asombrosa que, a base de trabajo, inteligencia y buen sentido del humor, podría marcar un hito en la gobernanza nacional. Primero que nada, por ser mujer, de origen campesino, profesionista exitosa, panista de formación, con una vida privada intachable. Hasta ahora, ni el Presidente ni sus operadores han podido encontrarle un flanco vulnerable, al contrario, cada vez que lo intenta, las respuestas de la senadora lo han descolocado y le han permitido seguir ganando simpatías donde se presenta.

Su personalidad fresca y ocurrente contrasta con la solemnidad, rigidez y falta de originalidad de los precandidatos del gobierno. Ni Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard o Adán Augusto López han podido construirse una imagen y una narrativa original que se distinga del obradorismo.

Si bien las encuestas siguen dando al Presidente una popularidad cercana al 60%, ésta no se repite con sus posibles sucesores; irónicamente, el apoyo popular del que goza no parece trasladarse a sus mal llamadas corcholatas. Al insistir públicamente que el próximo gobierno deberá seguir con la “transformación” del país que él cree estar llevando a cabo, acota la libertad de los precandidatos a proponer su propia visión de los problemas nacionales y la manera en que piensan enfrentarlos.

En política, una semana parece ser una eternidad, por ende, en los meses que faltan el bombardeo mediático va a ser inclemente, empezando por el cada vez más intransigente Presidente. Como bien escribió Jesús Silva-Herzog Márquez sobre Xóchitl: “Nunca habíamos visto una figura pública surgir con tanta rapidez. A diferencia de lo que veíamos hasta hace unas pocas semanas, ahora hay un sentimiento de que tendremos unas elecciones competidas”.

López Obrador debería sentirse satisfecho de retirarse con la satisfacción de vivir un proceso electoral democrático por el que peleó durante muchos años, independientemente del resultado.

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