Biden, estadista y ser humano
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, cumplió 80 años el pasado 20 de noviembre, de los cuales 47 ha estado en la política de su país. Su carrera empezó en el Senado donde representó durante varias décadas a su estado, Delaware, hasta ser nominado por el ...
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, cumplió 80 años el pasado 20 de noviembre, de los cuales 47 ha estado en la política de su país. Su carrera empezó en el Senado donde representó durante varias décadas a su estado, Delaware, hasta ser nominado por el presidente Barack Obama, como su segundo de a bordo.
Hasta la fecha, Biden y Obama guardan una sincera amistad y entendimiento político. Incluso, en meses recientes, el segundo lo ha acompañado en mítines para buscar su reelección. Al escribir estas líneas, subsiste en nuestro país vecino la incertidumbre del resultado de la elección presidencial que tendrá lugar en 2024 (en sintonía con nuestra propia elección y sucesión presidencial).
Una semana después de ser electo senador, su primera esposa Neilia de 30 años y su hija Naomi de 13 meses de edad, murieron en un accidente automovilístico. Los hermanos menores, Beau de tres años y Hunter de dos, sobrevivieron. El ya electo senador tomó protesta en el hospital donde se recuperaban sus hijos.
Años más tarde sufriría otra doble dolorosa pérdida: su hijo Hunter murió de un cáncer en el cerebro, de lo cual escribió un libro donde pudo desahogar su dolor que nunca ha podido superar. Su hijo Boe, quien peleó como Guardia Nacional en la guerra en Iraq y quien se perfilaba para tener una exitosa carrera política, fue diagnosticado con cáncer en el cerebro y murió a los 46 años.
Años después de criar como padre soltero a su joven familia, se casó con Jill Tracy Jacobs, profesora de primaria, con quien tuvo a su hija Ashley.
En su larga carrera como legislador fue presidente del poderoso Comité de Relaciones Exteriores, viajó intensamente por todo el mundo durante 45 años, se entrevistó con los líderes más influyentes en esas décadas. Acumuló así una profunda comprensión de los profundos cambios en la geopolítica global, reafirmó su creencia sobre la influencia de su país y la responsabilidad que ello conlleva, a la vez que desarrolló una sincera empatía con las causas del mundo en desarrollo.
Biden ha visitado México en múltiples ocasiones, tanto a nivel oficial como personal. Desde siempre, ha reconocido públicamente su admiración por nuestra historia, cultura, cocina y, sobre todo, por la tradicional hospitalidad y resiliencia de los mexicanos. No ha sido especialmente cercano a la comunidad hispana en ese país, la cual por razones que sobrepasan este texto, se ha ido inclinando de manera gradual al Partido Republicano.
Con el presidente López Obrador ha mantenido una actitud cordial y hasta afectuosa en sus encuentros virtuales y en su reciente visita a la Ciudad de México; sin embargo, en los hechos concretos, ha mantenido una férrea política de control en la frontera común, hizo caso omiso del llamado del mandatario mexicano a darles a los paisanos indocumentados que residen en su país la oportunidad de legalizarse. López Obrador quiso ser vocero de Latinoamérica al solicitarle canalizar recursos a esta región, a lo que le contestó con tacto que Estados Unidos ha invertido en proyectos sociales y humanitarios cerca de 15 mil millones de dólares en los últimos años.
Un magnífico análisis de la visita de Biden a México y de su visión sobre la relación bilateral, se publicó en la revista Letras Libres, cuya autoría es de Lilia Abed; cito uno de sus párrafos:
“Desde su llegada a la Casa Blanca Biden buscó una relación con su vecino basada en la cooperación y el respeto mutuo. En un intento de regresarle certidumbre y seriedad a la relación con México tras cuatro años de trumpismo. Restableció el Diálogo Económico de Alto Nivel, creó el Diálogo de Alto Nivel sobre Seguridad, basado en el entendimiento Bicentenario que reemplazó a la Iniciativa Mérida y recibió en la Casa Blanca a los mandatarios de Canadá y México para celebrar la Cumbre de América del Norte, la cual no se había reunido desde 2016”.
Si nuestro gobierno se maneja con inteligencia y serenidad en los próximos dos años, si se evitan declaraciones irreflexivas que no llevan a ningún lado, podrán sentarse las bases para una etapa de mayor cooperación, prosperidad y recuperación de nuestro destino como socio y amigo de la potencia mundial. En el presidente Biden tenemos un aliado.
