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Espionaje (I)

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Se vertieron todo tipo de descalificativos, críticas, cuestionamientos sobre la legalidad del acto, lo obvio del mismo, lo superficial de su aparente objetivo que dijeron era proteger al candidato y la candidez del agente que lo seguía. Ello dio pauta para cuestionar la existencia de esa institución, su uso político y su aparente incapacidad.

Las tareas de espionaje siempre han existido en todos los sistemas de gobierno. A lo largo de la historia universal, los espías son reconocidos como actores relevantes en las intrigas palaciegas, en las guerras y en la política. Es un tema que se presta para todo tipo de interpretaciones, se rodea de una nube de misterio y curiosidad, de leyendas, mitos y verdades a medias. Incluso, ha sido el tema de grandes novelas, personajes de fantasía, burlas y sátiras.

Los espías son hombres y mujeres idealizados, su anonimato ha dado pauta para la creación de personajes idolatrados, héroes, traidores, defensores de causas nobles y ser capaces de actos siniestros.

Tal vez la espía más conocida es la legendaria Mata Hari, mujer de origen holandés, bailarina exótica y cortesana de la clase alta en París, quien usó sus habilidades seductoras para obtener información secreta para el ejército alemán en la Primera Guerra Mundial al “dormir con el enemigo”. La inteligencia francesa la descubrió y fue fusilada.

En las películas sobre la Pantera Rosa, el inspector Jacques Clouseau, personificado por el cómico inglés Peter Sellers, dio vida a un torpe, ingenuo e incompetente agente de la seguridad francesa. Sus investigaciones eran tan burdas y desordenadas que sólo creaban más confusión y desinformación. Su jefe directo se desespera con los desfiguros de Clouseau que pierde la razón, a tal grado que crea una máquina que destruya el mundo, con tal de acabar con su subordinado.

El Superagente 86, otra parodia genial, cuyo personaje principal y su colega Bárbara, la agente 99 trabajan para una entidad llamada CONTROL, en referencia a la CIA, se embarcaban en misiones por todo el mundo usando el famoso zapatófono para comunicarse en secreto (él se quitaba el zapato para hablar, pues en él escondía los micrófonos).

No se puede olvidar a Mr. Bean, en la película titulada Johnny English, tal vez la mejor sátira sobre el selecto servicio secreto inglés.

El célebre y prolífico autor Ian Fleming, quien en la vida real fue espía naval durante la Segunda Guerra Mundial, escribió de 1953 a 1966 cerca de 12 novelas y nueve cuentos cortos convertidos en las celebérrimas 26 películas del espía por excelencia: Bond, James Bond, agente 007, con su famoso cocktail martini, “sacudido, no revuelto”. Conquistador infalible de bellas mujeres tanto aliadas como enemigas, irredento galán (quién sabe cómo le iría en estos tiempos de #MeToo), infatigable guerrero, experto en el uso de dispositivos tecnológicos exclusivos, hábil piloto de todo tipo de naves, barcos, submarinos y, por supuesto, de los bellos Aston Martin que destroza en cada película.

En este breve recuento hay que incluir a John le Carré, diplomático y espía del gobierno inglés, quien es un prolífico autor de novelas basadas en los tiempos de la Guerra Fría, con su turbio y complejo personaje principal, George Smiley. A sus 86 años continúa escribiendo, ahora sobre las amenazas del terrorismo islámico, el desmembramiento de la Unión Soviética y la política internacional de Estados Unidos. Su novela, El Espía que surgió del frío, es considerada un clásico en este género.

Pero en la vida real esta actividad es muy diferente. El espionaje gubernamental ha desempeñado también un papel sórdido, con fines criminales, de desestabilización política, ejecución de opositores políticos, acceso a información personal, violación a la privacidad y como está ahora la moda, usar el desarrollo tecnológico para evadir los marcos jurídicos, violar derechos humanos, desorientar a la opinión pública y poner en riesgo los sistemas informáticos con daños catastróficos potenciales.

Pero existe la otra cara de la moneda, los servicios de inteligencia son un instrumento indispensable para salvaguardar la seguridad nacional, los intereses estratégicos de un país, su estabilidad económica y social y la defensa del territorio, así como combatir la criminalidad, el terrorismo y el fanatismo. Su tarea silenciosa ha impedido infinidad de tragedias, al anticiparse y evitar actos de destrucción masiva, muertes de inocentes o eliminación de líderes legítimos.

La existencia de espías se encuentra a lo largo de la historia, desde los tiempos inmemoriales del imperio chino, el imperio romano, la Edad Media, el Renacimiento, las revoluciones sociales, las guerras civiles, las conflagraciones mundiales, la Guerra Fría y, en las últimas décadas, el combate al fanatismo islámico y los riesgos de la proliferación nuclear.

Basta, por lo pronto, citar al general chino Sun Tzu en su famoso libro El arte de la guerra, escrito alrededor del año 130 a.C.: “Los dirigentes brillantes y los buenos generales que sean capaces de conseguir agentes inteligentes como espías, asegurarán grandes logros”.

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