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Mirar hacia dentro (V y última). Tiempos turbulentos

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

 

Desde el principio de su gestión evidenció una personalidad errática, narcisista, impulsiva y xenófoba; que le ha permitido contar con una base de seguidores incondicionales, a pesar de no haberles cumplido mucho de lo que les ofreció si votaban por él.

Es el primer Presidente que usa de manera obsesiva las redes sociales para desahogar sus rabietas y difundir sus autoelogios; con sus tuits se burla de sus críticos y oponentes, como del senador Schumer, líder de los demócratas, a quien llamó “llorón”.

Ha desafiado la credibilidad de la comunidad de inteligencia, ha agredido como nunca antes a los medios de comunicación, con lo que ha abierto un debate tan peligroso como fascinante. Denomina noticias falsas (fake news) para desacreditar la veracidad de los medios de comunicación más poderosos y prestigiados.
El periódico The New York Times ha identificado miles de mentiras comprobadas dichas por Trump en sus 13 meses en el poder.

A lo anterior se suma otro episodio de resonancia mundial: la supuesta injerencia de Rusia en su elección para influir en el electorado en contra de la señora Clinton, con la posible colusión de su equipo y, tal vez, del propio mandatario. La investigación que lleva a cabo el fiscal especial ha hecho que insulte al FBI, una de las agencias más prestigiadas en el mundo.

Si miramos hacia dentro, México atraviesa hoy por una etapa que se caracteriza por la inseguridad cotidiana que viven los ciudadanos y la impunidad generalizada que gozan los delincuentes criminales, estafadores y  políticos corruptos. El México moderno, integrado a las grandes tendencias de la economía internacional, convive con un México en extrema pobreza y marginalidad.

La clase política es vista con desconfianza y descrédito. Como dice el incisivo periodista Raymundo Riva Palacio en su columna Golpe preventivo del pasado 9 de febrero: “Vivimos momentos muy críticos sin que nos queramos dar cuenta... se vive un incipiente proceso de desinstitucionalización entendida como la crisis de las normas y convenciones que regulan la vida social, que urge atender”.

Hay un ánimo generalizado de confusión, pues se presentan señales contradictorias: la violencia llega a los principales centros turísticos y a la vez los hoteles reportan plena ocupación, aun con la incertidumbre sobre el futuro del TLC, se comprometieron 100 mil millones de dólares en la última licitación petrolera. ¿Qué está pasando?, nos preguntamos muchos.

Las “noticias falsas” también han llegado a nuestro país, se denuncian supuestas corrupciones que no se demuestran, abundan las agresiones y descalificativos verbales. Ya es común escuchar que no hay que creer en las encuestas electorales, pues todas están “cuchareadas”.

Corremos el peligro de caer en una resignación ante lo que es inaceptable, en una especie de nihilismo social donde todo se vale, pues nunca pasa nada. Donde la realidad que vivimos de ausencia de un buen gobierno pareciera imposible de cambiar. Ya no despierta reconocimiento el éxito de las autoridades al haber detenido a unos de los narcos más peligrosos y violentos. Se duda que la escandalosa corrupción de los gobernadores hoy presos vaya a culminar en una sentencia proporcional al desfalco que cometieron.

Estados Unidos tiene un complejo reto para defender sus instituciones, su apego a la legalidad y su liderazgo en el mundo. Trump ha demostrado un instinto político malévolo que le ha permitido sortear su primer año en el poder y, contra muchos pronósticos, podría llegar a sobrevivir, al menos, tres años más. Le corresponde a su sociedad y sus instituciones decidir su futuro.

Para el caso de México vuelvo a la columna de Riva Palacio en la que cita a Carlos Trueba: “Tiempos convulsos, crisis sociales, incertidumbre, irracionalidad y desmoronamiento de las instituciones que creíamos hasta ahora sólidas, pero que no hemos dudado en apedrear. Se palpa el malestar social, influido por nuestro individualismo y nuestro miedo, y los sucesos desconcertantes pueden interpretarse a la luz del derribo sistemático de los consensos e instituciones básicas que forjaban nuestra convivencia”. Le corresponde a la sociedad mexicana decidir qué futuro quiere.

 

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