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Mirar hacia adentro (II) Las fronteras

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Esa idea ha demostrado hasta hoy no corresponder con la realidad, no se tiene registro de que algún grupo o persona ligados al terrorismo hayan intentado lo anterior. Sin embargo, lo que sí es una realidad es que por esta línea divisoria tiene lugar cada día uno de los tránsitos más intensos en el mundo, tanto de personas como de mercancías legales e ilegales.

Vale la pena dar algunas cifras para dimensionar lo anterior: un millón de personas, más trescientos mil vehículos, cruzan diario la frontera de manera documentada en ambas direcciones; cerca de 534 mil millones de dólares de mercancías al año son intercambiadas por miles de empresas, es decir, mil 400 millones por día. Los diez estados fronterizos representan la cuarta economía mundial.

Sin embargo, también es una realidad que por sus 56 garitas y los miles de kilómetros de río y desiertos, cruzan también toneladas de cocaína, heroína, mariguana, metanfetaminas y todo tipo de sustancias tóxicas, asimismo, cientos de miles de paisanos en los últimos años intentaron internarse a ese país sin los papeles requeridos, logrando, en muchas ocasiones, evadir el enorme despliegue de contención y disuasión que durante más de 20 años ha implementado tanto demócratas como republicanos, quienes han invertido no menos de 30 mil millones de dólares.

El tiempo ha demostrado que ni el trasiego de drogas y, por ende, el consumo de las mismas ha disminuido, y en materia migratoria, ni las bardas, helicópteros, sensores, drones y miles de agentes lograron desalentar y menos disminuir los cruces de migrantes de todo el mundo.  Esa política ha causado cientos de muertes de mexicanos y centroamericanos que han fallecido ahogados en el río, deshidratados en los desiertos o asaltados por bandas criminales.

Si volteamos hacia el sur de nuestro país, la frontera con Guatemala y Belice mide la tercera parte que la del norte, mil 139 kilómetros, colinda con Chiapas, Tabasco, Campeche y Quintana Roo. Tiene sólo diez puertos fronterizos formales por donde se supone deben ingresar y salir personas con documentos y mercancías legales. En realidad, el río Suchiate es utilizado para internar de manera clandestina a decenas de miles de personas cada día, drogas y millones de dólares de contrabando en ambos sentidos. Es obvio que las cifras son mucho menores que en el norte: el comercio bilateral con Belice de un año equivale al intercambio que cruza la garita entre Laredo y Nuevo Laredo en un día.

La región fronteriza sur de México tiene una larga historia de ilegalidad, abuso, deterioro ambiental, infraestructura insuficiente y violencia criminal. Al igual que nuestro territorio norte, el narcotráfico utiliza a Guatemala como lugar de almacenaje de las drogas provenientes de Colombia para cruzarla vía terrestre, aérea o marítima con destino a Estados Unidos. Cientos de miles de migrantes de Honduras, El Salvador y Guatemala se internan sin papeles para transitar el territorio mexicano e intentar reunirse con sus familiares en Estados Unidos.

Distintos gobiernos mexicanos han tenido la intención de enfrentar los retos de la frontera sur mediante iniciativas presidenciales que en realidad han logrado muy poco: el Plan Puebla-Panamá, lanzado por el presidente Fox, la Iniciativa Mesoamericana, del presidente Calderón, y el Plan Frontera Sur, del actual gobierno. Cada uno con diversas variables y contenidos, pero coincidentes en el sentido de controlar la línea fronteriza y buscar el desarrollo regional como una verdadera solución a la ilegalidad prevaleciente en el área.

Sin embargo, esos objetivos se han quedado cortos.  Centroamérica atraviesa por una severísima crisis de inseguridad, delincuencia y debilidad institucional que ponen en peligro su estabilidad política (el caso reciente de Honduras es un ejemplo). Las pandillas criminales controlan parte importante de sus territorios y han establecido auténticos gobiernos paralelos basados en el terror y la violencia.

Por lo anterior, me parece que, si bien nuestra frontera norte requerirá negociaciones complejas con Estados Unidos, que Trump podrá construir algunas millas más de muros y mandar más agentes a vigilarla, en realidad es una decisión soberana que le corresponde aprobar y financiar a su Congreso. Sin embargo, le corresponde al gobierno y sociedad mexicana diseñar y poner en práctica una política pública de mediano y largo plazo para el desarrollo económico sustentable del sur de México y de la región del Istmo.

Dejemos que Trump siga engañando a su gente con un muro que ni detendrá las drogas ni a los migrantes decididos a todo. Pero miremos adentro, tomemos nota que la disuasión y la contención no son la solución en nuestra frontera sur. Tenemos una factura pendiente con los mexicanos que viven en esa región y con nuestros vecinos más allá del Suchiate.

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