Logo de Excélsior                                                        

¿Votar o no votar?

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Por lo general, estas elecciones no despiertan el interés de la gente, quien se abstiene, porque no le importa lo que pase con sus legisladores (éstos son los funcionarios públicos peor calificados no sólo en nuestro país, sino en varias democracias), a quienes no les creen sus promesas de campaña, ya que su desprestigio no es menor, al igual que el de los partidos y políticos profesionales. El juicio ciudadano es básico, pero racional: ¿a mí cómo me está yendo?¿Cómo me siento al caminar por las calles, seguro o intranquilo? ¿Mis hijos encontraron un buen trabajo? ¿Me atienden bien en los hospitales del gobierno? ¿Tengo acceso rápido y en condiciones atractivas a créditos de la banca? ¿Los trámites para mi microempresa son claros y rápidos? ¿Me piden o no dinero para resolverlos?

De las respuestas que cada uno tengamos a éstas y otras muchas preguntas usamos el voto como el medio para expresar nuestro enojo, rechazo, frustración o beneplácito.

En el caso de gobernadores y alcaldes el cálculo es distinto. Los residentes en esas demarcaciones suelen estar más involucrados y conocer a las personas que se postulan, calculan sus beneficios personales y deciden en función de la fama pública de los candidatos, sus promesas de campaña o de su cercanía personal. La contienda en los nueve estados ha sido intensa y las encuestas indican incertidumbre en los resultados. El más novedoso es el caso de Nuevo León, donde los gobernantes de las últimas décadas han desencantado a su población. ¿Ganará El Bronco?

Los mexicanos y muchas otras sociedades hemos generado un escepticismo sobre la “política”, los sistemas de gobierno, las autoridades y sus instituciones. El desencanto es mayor en la medida que la gente común y corriente no ve mejoría en su calidad de vida, se entera de actos de corrupción descarados, de las enormes riquezas generadas al amparo de la impunidad que gozan los ricos y poderosos, de la falta de un Estado de derecho que los proteja y que el gobierno les garantice lo más elemental: su seguridad y tranquilidad cotidiana.

En Europa, Estados Unidos, América Latina, África y Asia hay crecientes expresiones de descontento sobre sus gobiernos y quienes los dirigen. En cada país se expresa de distinta manera e intensidad, desde las revueltas de la llamada Primavera Árabe hasta las marchas masivas en Venezuela, España, Francia, y cada vez con mayor frecuencia en nuestro vecino del norte. También en nuestro país buena parte de la sociedad parece estar decepcionada, enojada y sin esperanza sobre el futuro, pero no encuentra la manera de traducirlo en acciones que redunden en una mejora real de su cotidianidad y las perspectivas de su futuro. 

No me atrevo a vaticinar lo que pasará este domingo en nuestro país. Los analistas expertos en el tema han hecho sus predicciones, críticas y sugerencias. El panorama parece confuso e incierto. ¿Habrá violencia? ¿La suspensión de las evaluaciones previstas en la Reforma Educativa se relaciona con las elecciones? ¿Podrá el INE, con las atribuciones que se le han conferido, lograr unas elecciones transparentes que garanticen el desarrollo de una cultura democrática?

Lo que sí creo es que, a pesar de los pesares, la mejor opción que tenemos es salir a votar, pues como dice José Woldenberg en una reciente entrevista:

“Porque en México, desde hace muy pocos años, las elecciones son auténticas, porque los votos realmente cuentan, porque en la boleta hay 10 partidos políticos y ahora está la novedad de los candidatos independientes. Porque estoy convencido de que hay que fortalecer esa rutina que tiene un enorme significado civilizatorio.

¿A qué se refiere? La humanidad no ha inventado un mejor método para dotarse de gobernantes”.

Comparte en Redes Sociales

Más de Gustavo Mohar