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Intolerancia

Gustavo Mohar

Gustavo Mohar

Una oleada de violencia recorre diferentes latitudes en el mundo. No hay día que pase sin que nos enteremos de un nuevo acto de violencia extrema. Los medios de comunicación y la tecnología cada vez más accesible a un mayor número de personas hacen que miles de millones de seres humanos sepamos lo que ocurre en regiones muy alejadas en el mismo  momento en que suceden.

En días pasados, el asesinato de periodistas en París cometido por dos hombres armados, fanáticos islámicos, que con un par de armas de alto poder atacaron el corazón de Francia y de los franceses, sienta un precedente terrible: no es necesario secuestrar aviones para estrellarlos contra un edificio, bastan dos personas decididas a morir y dos armas que valen 5 mil dólares para generar un sentimiento de vulnerabilidad y miedo en el que todo puede suceder en cualquier lugar, en cualquier momento. El evento batió récords al ser el más difundido y comentado en los medios, en especial en las redes sociales, y dio pauta a una ejemplar marcha de millones de franceses a lo largo de su territorio, incluyendo musulmanes que se deslindan y dejan claro que el radicalismo es una minoría en su religión. Un acto de barbarie intolerante despierta los mejores sentimientos y sacude las conciencias.

Por otro lado, con las diferencias obvias, otra forma de violencia tiene lugar. Los radicales republicanos, la extrema derecha que hoy marca el camino del Partido Republicano, promueve una iniciativa por la cual busca dejar sin efecto las medidas tomadas por el presidente Barack Obama en favor de más de cinco millones de indocumentados que viven en ese país. 

Sus representantes en la Cámara baja del Congreso lograron los votos suficientes para pasar una enmienda al presupuesto del ejercicio fiscal, por la cual impiden el uso de recursos para implementar las medidas dictadas por el Ejecutivo. Como el Senado no está bajo el control de los republicanos, no tendrán los votos para aprobarlo, pero el mensaje ha quedado claro: no importan los niños, mujeres y hombres que podrían legalizar su condición migratoria, dejar atrás años de miedo, de vivir en las sombras, poder ir a sus trabajos o escuelas sin el miedo a ser detenidos y separados de sus familias.

La manipulación política de este tema alcanza alturas de cinismo e intolerancia. No importa el voto latino, no importa separar familias, no importa repatriar a menores de edad a sus países donde los espera la amenaza de ser muertos por las bandas criminales y la miseria de la que tratan de escapar; nada importa, salvo usarlos como chivos expiatorios de una visión xenófoba, racial y extremista. Como lo calificó una organización de defensa de los migrantes y sus derechos humanos: “esta iniciativa lanza un mensaje: Estados Unidos es un país sólo para blancos”.

En México tenemos lo nuestro. Estamos en medio de una ola de la cual no sabemos bien ni qué significa ni para dónde va ni qué hacer para que no nos revuelque. Sentimos que “algo o mucho anda mal” y las encuestas serias reflejan una actitud mayoritaria de enojo, miedo, desesperanza e incredulidad. Los dramáticos y dolorosos eventos  en Guerrero, Michoacán, Tamaulipas, Estado de México y otras zonas del país (¡hasta en Baja California Sur!), han generado una renovada zozobra.

El vandalismo irracional y extremo de grupos anónimos que ocultan su identidad para alterar el orden básico de convivencia y respeto a los demás; escenas en las que se ataca físicamente a instalaciones militares, se golpea, insulta y humilla a policías que resisten la andanada en su contra, las fosas clandestinas con cientos de restos de cuerpos calcinados y despedazados de mexicanos o migrantes extranjeros de los que nunca sabremos quiénes fueron, qué los llevó a terminar así, qué implican para sus padres, hermanos, hijos o amigos que nunca sabrán de ellos; todo ello es la expresión de una especie de desintegración social que expresa hartazgo e impunidad, dando pauta a la intolerancia, a la violencia.

Cuando en estos tiempos de cambios vertiginosos impulsados por la tecnología en que día a día surgen impensables descubrimientos que hacen realidad lo que hasta hace poco era ciencia ficción, se hace presente la necesidad de volver a lo básico, a valores que marcaron cambios en la convivencia social hace siglos, y Francia marcó una de esas pautas al acuñar la frase: libertad, igualdad y fraternidad, a eso seguimos aspirando.

*Director de Grupo Atalaya

Twitter: @GustavoMohar

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