OEA: comunidad de democracias
En los últimos años, Nicaragua se ha convertido en un frecuente infractor de los principios y normas en materia de democracia, y de protección y defensa de los derechos humanos
La membresía a cualquier organización trae consigo derechos y obligaciones. En el caso de la OEA, sus estados miembros se comprometen a los principios y procedimientos acordados en su carta fundacional y, desde el 11 de septiembre de 2001, a la defensa de la democracia representativa condensada en la Carta Democrática Interamericana (CDI).
La CDI es un compromiso colectivo con el ejercicio efectivo de la democracia. No sólo a través de la realización de elecciones periódicas, libres y justas, sino con el respeto irrestricto del orden constitucional, el Estado de derecho, la libertad de expresión y la institucionalidad democrática.
En esa línea, la Asamblea General de la OEA aprobó hace algunos días una resolución en la que concluye que “las instituciones democráticas en Nicaragua han sido seriamente socavadas por el gobierno”.
Durante los últimos años, Nicaragua se ha convertido en un frecuente infractor de los principios y normas en materia de democracia, y de protección y defensa de los derechos humanos. El reciente proceso electoral no cumplió con los estándares internacionales para la realización de comicios confiables y transparentes. La separación y equilibrio de poderes en el país es inexistente, los líderes opositores son perseguidos ferozmente y la libertad de expresión se encuentra bajo ataque permanentemente.
En este contexto de transgresión repetida a los preceptos de la CDI, el representante permanente de Nicaragua ante la OEA entregó el pasado 19 de noviembre, una comunicación oficial al secretario general, Luis Almagro, en la que informa la decisión de su gobierno de denunciar la carta de la OEA y dejar de ser miembro de la Organización. Esta denuncia se hará efectiva en dos años.
Como lo ha señalado con razón Luis Almagro, desde su origen, los países del continente han ratificado su decisión de construir una comunidad de democracias consistente con la carta fundacional, las convenciones, los tratados y la propia CDI. La democracia es una condición necesaria e indispensable para ser parte de la OEA.
De forma similar, lo ha planteado la Unión Europea para sus miembros y socios comerciales a través de la “Cláusula Democrática”. El Tratado de la Unión establece como uno de los objetivos de política exterior y seguridad común que “la acción de la Unión en la escena internacional se basará en la democracia, el Estado de derecho, la universalidad e indivisibilidad de los derechos humanos y de las libertades fundamentales”. A partir de esta directriz, todos los acuerdos de cooperación con terceros contienen referencias expresas a la protección de los derechos humanos y de las instituciones democráticas.
BALANCE
Los estados miembros de la OEA tienen una obligación internacional que surge a partir de su compromiso de garantizar el pleno ejercicio de la democracia, y de respetar y hacer valer los derechos humanos consagrados en los instrumentos del sistema interamericano. Lo cual, según la Corte Interamericana de Derechos Humanos, significa “realizar elecciones periódicas auténticas, y tomar medidas necesarias para garantizar la separación de poderes, el Estado de derecho, el pluralismo político, la alternancia en el poder y evitar que una misma persona se perpetúe en el poder”.
Honrar los principios fundacionales de la OEA es un requisito insustituible para ser parte de una comunidad de democracias que han optado por una ruta de apego al Estado de derecho y a los principios rectores de la democracia representativa. En un mundo globalizado e interdependiente, el respeto a los preceptos democráticos es una condición indispensable para ser parte de un mundo civilizado.
*Los puntos de vista son a título personal.
No representan la posición de la OEA
