Malos perdedores
La lealtad a las reglas de juego, es crucial para el mantenimiento de las elecciones como un mecanismo civilizado para dirimir la disputa pacifica del poder.
En toda sociedad democrática, el acceso y el ejercicio del poder se encuentran regulados por marcos normativos e institucionales establecidos con anterioridad a la competencia política.
La aceptación y respeto a las reglas del juego y a los resultados electorales son condiciones esenciales para la ejecución de comicios que respeten democráticamente lo que la gente decida libremente en las urnas.
En toda elección se necesitan grandes dosis de humildad y serenidad de quienes triunfan en la lid electoral y, también, exige un comportamiento democrático y maduro de quienes pierden la elección. Toda acusación de fraude requiere de pruebas concretas y objetivas.
En los últimos años, hemos observado que algunos de los candidatos derrotados desconocen los resultados sin presentar pruebas genuinas de fraude. Sin evidencias, quiénes no son favorecidos, se transforman en “malos perdedores” incapaces de aceptar la realidad que han enfrentado en las urnas.
Los “malos perdedores” optan irresponsablemente por el camino del desprestigio a la autoridad electoral y a la organización de los comicios, obscureciendo la certeza y transparencia de los resultados electorales.
Como lo ha señalado el secretario general de la OEA, Luis Almagro, lamentablemente, hemos visto en los últimos años intentos por empañar los procesos electorales a través de campañas de desinformación y ataques dirigidos a las instituciones democráticas.
Los “malos perdedores” renuncian a las reglas del juego democrático, inclinándose irresponsablemente por la masiva difusión por redes sociales de datos y contextos falsos, sin pruebas que sustenten sus afirmaciones maliciosas.
La lealtad democrática a las reglas de juego, aceptadas por todos, es crucial para mantener la estabilidad del sistema y el mantenimiento de las elecciones como un mecanismo civilizado para dirimir la disputa pacifica del poder.
Siempre que exista un fraude electoral es indispensable acreditarlo con pruebas contundentes a través de los mecanismos establecidos por la ley. Las expresiones genéricas irresponsables, que sólo descalifican, terminan por destruir la legitimidad institucional, radicalizan la polarización tóxica prevaleciente y alimentan un fanatismo cada vez más peligroso.
Este panorama se refleja en los reducidos índices de confianza social y en las instituciones de la democracia. Según el último estudio de Latinobarómetro-2021, la confianza interpersonal en América Latina apenas alcanza en promedio 12%, situándola como la región con mayor índice de desconfianza en el mundo.
Competir con lealtad democrática en los procesos electorales, es someterse al Estado de derecho, es acudir a las instancias legales para dirimir los conflictos, es tener el honor de aceptar una derrota electoral y marcar el camino para transiciones pacíficas en donde la democracia salga fortalecida.
Si se insiste en recurrir a las narrativas de fraude electoral, carentes de sustento y pruebas, se da tribuna a los difamadores y a los expertos del caos, impulsando el debilitamiento de las instituciones democráticas.
BALANCE
La democracia necesita de buenos perdedores, buenos ganadores, buenos gobernantes y buenos ciudadanos, que sepan actuar dentro de sus reglas e instituciones, contribuyendo a fortalecer la gobernabilidad democrática y la confianza social.
La actitud democrática de ganadores y perdedores establece el camino correcto para garantizar las transiciones pacíficas del poder, legitima a las autoridades electas, genera condiciones para la gobernanza democrática y nos permite dirimir nuestras controversias en un marco de legitimidad y confianza.
* Los puntos de vista son a título personal.
No representan la posición de la OEA
