Inteligencia artificial y democracia

La ciudadanía, a través de la tecnología, ha logrado una horizontalidad inédita en el debate de los asuntos de interés general.

El 16 de mayo pasado, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, Ciencia, y Cultura (Unesco) publicó el estudio Inteligencia Artificial y Democracia, elaborado por el filósofo español Daniel Innerarity. Este análisis explora, desde una postura ética, las expectativas y decepciones de la digitalización, del espacio público digital y la conversación democrática, de la democracia de los datos, y de la cuestionable gobernanza algorítmica.

Es evidente que las nuevas tecnologías están modificando los elementos centrales de la política. Hoy, la ciudadanía, a través de la tecnología, ha logrado una horizontalidad inédita en el debate de los asuntos de interés general; se ha ampliado la comunicación y el acceso a la información pública y privada, generándose nuevas formas de decisión colectiva.

A pesar de los importantes avances, nos encontramos ante un escenario progresivo de desencanto social y democrático, junto con el deterioro del debate público, la navegación nociva por océanos de desinformación y noticias falsas, la falta de rigurosidad informativa y la opacidad de las decisiones algorítmicas.

En este complejo escenario, es ineludible que las sociedades democráticas asuman el reto de debatir y profundizar sobre el impacto de la inteligencia artificial, trabajar en su regulación con el objetivo central del bienestar social y colectivo, en donde los valores democráticos y éticos sean la base para su desarrollo y expansión.

Las tecnologías de inteligencia artificial no son neutrales. Pueden servir para promover la rendición de cuentas, la acción ciudadana, la participación y el pluralismo o, por otro lado, pueden ser instrumentos perversos con fines potencialmente maliciosos y manipuladores.

Innerarity es preciso en la necesidad de dotar a la inteligencia artificial de una serie de valores orientadores como el respeto a los derechos humanos, la profundización de la democracia, la reducción de inequidades y el impulso de un desarrollo justo e incluyente.

Como señala el secretario general de la OEA, Luis Almagro, necesitamos establecer mecanismos regionales y nacionales para abordar los efectos, los desafíos y las amenazas de la inteligencia artificial. Nos urge una regulación efectiva y moderna que tenga en cuenta el respeto de los derechos humanos y el desarrollo progresivo de la democracia. 

Como lo señala con precisión el estudio en referencia, en lugar de crear un espacio público y una agenda común, las plataformas basadas en la inteligencia artificial parecen favorecer las actitudes individualistas y polarizadas. Nos dirigimos a la aparición de comunidades virtuales tóxicas homogéneas y cerradas que comparten los mismos puntos de vista, socavando la diversidad y el debate público.

BALANCE

Es necesario que la IA y los diversos instrumentos tecnológicos propicien un diálogo incluyente y plural, sin ningún tipo de discriminación. Nadie debe ser excluido por las oscuras programaciones algorítmicas. Los criterios o parámetros de funcionamiento deben presentarse en forma pública a los ciudadanos, construyéndose una regulación internacional que sea vinculante. 

La definición de los objetivos de la sociedad no debe dejarse en manos de los “algoritmos”, sino de las personas, quienes gozan de legitimidad democrática y asumen responsabilidades políticas y jurídicas sobre las mismas.

Ante los desafíos y oportunidades de la inteligencia artificial, los ciudadanos, los Estados, los gobiernos, las organizaciones internacionales, las empresas privadas y la sociedad civil debemos construir una regulación basada en valores éticos y democráticos.

* Los puntos de vista son a título personal.

No representan la posición de la OEA

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