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El voto electrónico y la pandemia

Francisco Guerrero Aguirre

Francisco Guerrero Aguirre

Punto de equilibrio

La reacción lógica y natural ante las medidas de distanciamiento social durante la pandemia ha sido el uso de la tecnología como herramienta alternativa para continuar realizando, de forma remota, muchas de las actividades que tradicionalmente se han llevado a cabo de manera presencial.

Es así como las escuelas se han transformado en aulas virtuales, las oficinas se han mudado a los hogares a través del teletrabajo, las compras en centros comerciales han dado paso a las plataformas de ventas en línea y las consultas médicas se han convertido en telemedicina.

Las autoridades electorales se han visto en la obligación de adaptar los procesos electorales a la “nueva normalidad”, y pensar en modalidades alternativas a la manera tradicional en la que se organizan y desarrollan elecciones.

En este contexto de urgencia sanitaria, donde el distanciamiento social es la piedra de toque de las políticas de prevención en torno al covid-19, la discusión sobre la conveniencia de utilizar el voto electrónico como alternativa al voto en papel debe darse de manera seria, oportuna, razonada y cuidadosa.

No deben tomarse decisiones apresuradas “sobre las rodillas” sin evaluar con extremo cuidado las ventajas y obstáculos que esta modalidad traería al modelo tradicional que, de manera generalizada, se ha utilizado durante las últimas décadas.

El éxito o fracaso del uso de herramientas tecnológicas en los comicios, particularmente el voto electrónico, depende, en gran medida, de la idiosincrasia de cada país, de sus condiciones políticas, de su desarrollo, de la tradición y de la práctica electoral. Estas decisiones no pueden ser tomadas de manera unilateral o a puerta cerrada, debe haber un proceso abierto de consultas que incluya a todos los actores relevantes.

Adicionalmente, es fundamental pensar primero en el electorado. ¿Cómo la implementación del voto electrónico afectará a los votantes? ¿Está la ciudadanía preparada para asumir cambios de esta naturaleza? ¿Cómo asegurar que los votantes y actores políticos entiendan y confíen en esta herramienta?

Es esencial que cualquier alternativa que se plantee cumpla con los programas de pruebas e instrumentación necesarios y sea evaluada de manera detallada y cuidadosa para preservar la confianza pública en la elección.

Como lo menciona Peter Wolf, de IDEA Internacional, experiencias como las de Noruega, o más recientemente Suiza, demuestran que el reto de ofrecer las condiciones equivalentes a un centro de votación en una computadora o un dispositivo electrónico son mucho más complejas de lo esperado, no sólo por la necesidad de conseguir el funcionamiento técnico adecuado, sino también por lograr la aceptación y confianza de la sociedad.

Bajo la coyuntura actual de la pandemia, cabe mencionar algunos de los argumentos relevantes a favor del voto electrónico, tales como la posibilidad de votar más cómodamente de manera remota, incluyendo a los residentes en el exterior; la probabilidad de aumentar la participación y la disminución de los errores de forma. Mientras que algunos de los argumentos en contra son la eventual no garantía del voto secreto, la posibilidad de ataques en línea y otras manipulaciones cibernéticas; la imposibilidad de un reconteo material de votos en caso de alegatos de fraude y los altos costos de inversión.

 

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La exploración de alternativas tecnológicas para garantizar el derecho al sufragio durante la crisis ocasionada por el covid-19 surge como una consecuencia lógica de las medidas de distanciamiento. Sin embargo, no todos los remedios instantáneos, propuestos al calor de la pandemia, son necesariamente las mejores decisiones para el largo plazo.

No hay respuestas sencillas para enfrentar el desafío de realizar elecciones durante la pandemia ni tampoco respuestas únicas. Las decisiones en torno a un eventual uso del voto electrónico no pueden ser súbitas ni automáticas. Cualquier cambio sustancial deberá ser producto de un gran consenso nacional entre jugadores, árbitros y, por supuesto, los votantes.

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