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Ansiedad democrática

Francisco Guerrero Aguirre

Francisco Guerrero Aguirre

Punto de equilibrio

Como toda obra humana, la democracia es dinámica, se ajusta y evoluciona de acuerdo con las circunstancias. Para perdurar como sistema de gobierno, la democracia necesita adaptarse a realidades inesperadas y cambiantes.

La enorme influencia de las tecnologías de la información; la creciente desigualdad; la acentuada polarización; así como la migración masiva y forzada, hacen que los ciudadanos se sientan ansiosos y poco satisfechos con los resultados que entregan los gobiernos electos a través de las urnas.

Un ensayo reciente del Centro de Investigación Pew: “Opinion Pública en la Era de la Ansiedad Democrática”, en el que se refieren estudios comparados sobre diferentes encuestas realizadas en diversos países, da cuenta de cómo la gobernabilidad democrática es percibida por la ciudadanía. 

La conclusión principal es que covid-19 ha intensificado las divisiones políticas y sociales percibidas. En las 17 economías avanzadas encuestadas en 2021, una mediana de 61% dice que su país está más dividido que antes del brote. Además, la proporción del público que se siente de esta manera, ha aumentado sustancialmente a medida que avanzaba la pandemia.

Existe una demanda  popular creciente por resultados inmediatos ante problemas atávicos que no pueden resolverse de manera instantánea. La falta de respuestas inmediatas provoca una suerte de “ansiedad democrática” que amplifica el sentimiento de frustración por la desconexion entre las promesas ofrecidas en campaña y la sequía de resultados que se presenta durante el ejercicio de gobierno. 

Según la investigación del Centro Pew, la insatisfacción de la población con los sistemas democráticos está relacionada con una serie de factores como el estado de la economía, el desempeño de los aparatos públicos y la equidad general del sistema político y económico. 

Si la ciudadanía tiene una mala idea o percepción de alguno de estos factores, ésta influye de manera directa en la opinión y confianza hacia la democracia. Por ejemplo, el pesimismo económico alimenta la insatisfacción con el funcionamiento de la democracia y debilita el compromiso con sus valores esenciales. Ése es uno de los principales retos a resolver: la desconexión entre los gobernantes y la ciudadanía. 

Bien lo menciona Yascha Mounk en su artículo “Cese al fuego en la guerra de las culturas”, parte de la compilación 10 ideas para arreglar la democracia, hecha por Foreign Policy: “Para prosperar, las democracias liberales deben adoptar políticas que ofrezcan prosperidad económica a más personas. Necesitan adoptar una visión más ambiciosa de la diversidad prometiendo a todos los ciudadanos
–mayorías y minorías– respeto social y un lugar en la mesa”.

Los ciudadanos no le están dando la espalda a la democracia, por el contrario, quieren mayor participación, no sólo a través de la elección de representantes, sino teniendo una voz más fuerte y activa en los procesos de toma de decisiones. 

Los gobernantes deben trabajar de manera conjunta con la sociedad civil para crear puentes y espacios de diálogo productivos que permitan a la ciudadanía a tener no sólo voto, sino también voz en los procesos de creación de políticas públicas.

 

BALANCE

Como lo ha mencionado Luis Almagro, secretario general de la OEA: “Queda mucha democracia por construir. El compromiso con la institucionalidad democrática va más allá de la ideología que esté en el poder”. 

Es deber de los gobiernos, oír a sus pueblos. Defender y representar sus intereses, no sólo los de algunos. La “ansiedad democrática” que padecemos sólo se cura con buenos gobiernos que ofrezcan respuestas oportunas a sus ciudadan@s.

 

* Los puntos de vista son a título personal.
No representan la posición de la OEA.

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