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Acto de contrición en San Lázaro

Francisco Garfias

Francisco Garfias

Arsenal

“¡Terminó su tiempo, diputado!”, cortó, categórico, Porfirio Muñoz Ledo, desde el micrófono de la presidencia de la Mesa Directiva en San Lázaro.

La respuesta que recibió del diputado José Elías Lixa lo dejó mudo y reflexionando. “El suyo también…, pero allí sigue”, respondió el panista, entre risas de legisladores de su bancada.

Durante la atropellada sesión de ayer, Muñoz Ledo fue blanco de rudos comentarios e injurias por parte, sobre todo, de los panistas. “¡Espurio!”, fue lo menos que le gritaron.

Los más serenos le recordaron los tiempos en que luchaba por la inclusión de las minorías en la vida parlamentaria o el papel que jugó en la formación del Bloque Opositor, cuando desapareció la Gran Comisión, allá por 1997.

El intento de prolongarse en la presidencia de la Mesa lo desacreditó. Ha sido blanco de duras críticas. Pero, afortunadamente, recapacitó. No quiso ser instrumento para violar la ley. Volvió a ser Porfirio.

Pasadas las ocho de la noche anunció que se retiraba de la presidencia de la Mesa, después de escuchar los posicionamientos en su contra. “No seré obstáculo para los entendimientos”, dijo el veterano político.

 

* El sorpresivo viraje se produjo cuando todavía se discutía la controvertida iniciativa que presentó Morena para cambiar la ley y prolongarse en la presidencia de la Mesa.

La nueva iniciativa, que adelantamos ayer en este espacio, ya no plantea quedarse con la presidencia de la Mesa los tres años de la Legislatura. Sólo la mitad. No son gandallas, son “medio gandallas”.

El artículo 17 de la Ley Orgánica del Congreso dice que la presidencia le corresponde, en el segundo año de ejercicio legislativo, al grupo que tenga mayor número de diputados en orden decreciente. Y ese grupo es el PAN.

 

* Morena creó un problema donde no lo había. Se le hizo fácil cambiar la ley con el argumento de que tienen la mitad de los diputados y que eso debe reflejarse en la presidencia de la Mesa.

Ni al Presidente de la República le hicieron caso los diputados morenos. Días atrás, en la reunión del Hilton Alameda, les pidió que respetaran la ley y los acuerdos. Oídos sordos. Lo que intentó hacer Morena es una cochinada. No hay otro adjetivo. Sus acciones demuestran que no tienen límites. Son, para utilizar la expresión de AMLO, unos “ambiciosos vulgares”.

La renuncia de Porfirio abre la puerta al acuerdo con la oposición, pero también a las intenciones de la diputada Padierna de ocupar ese lugar, aunque sea hasta diciembre.

La sesión terminó luego de la renuncia. No se votó la iniciativa. Se citó para este miércoles a las 11 de la mañana. Una vez aprobada, va al Senado. Allí no va a ser tan fácil, si insisten en reformar la ley.

Ricardo Monreal, coordinador de la bancada de Morena, ya dio color. “Me preocupa que a la Cámara revisora lleguen disposiciones jurídicas que no están dentro de un proceso legislativo jurídico normal”, dijo. A buen entendedor…

 

* La ambición de gobernar sin contrapesos ha llevado a Morena, y al Presidente de la República, a arrinconar a los órganos autónomos y eliminar obstáculos a sus proyectos.

No sólo en el Congreso de la Unión se cometen arbitrariedades. Allí están las maniobras en el Congreso de Baja California, para imponer la Ley Bonilla.

La última ocurrió ayer en la Comisión Permanente del Congreso de Veracruz, seis días después de la masacre en Coatzacoalcos.

Ocho diputados locales del Movimiento —sólo ocho— destituyeron “temporalmente” al fiscal Jorge Winckler, quien se ha convertido en una pesadilla para Cuitláhuac García, gobernador de Veracruz.

Argumentan que carece de “certificación” para ejercer el cargo.

El fiscal envió un comunicado en el que califica de ”ilegal” y “violatoria de la Constitución de Veracruz” su destitución.

Fue elegido por nueve años en el 2016 a propuesta Miguel Ángel Yunes. Su mandato terminaría oficialmente en 2025. ¿Andarán en busca de un “fiscal carnal”?

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