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Qatar 2022: tras la estela de Sócrates (III)

Fernando Islas

Fernando Islas

A días de la segunda vuelta de las elecciones de Brasil, Raí, exestrella del PSG y campeón del mundo con la “canarinha” en Estados Unidos 94, hizo algo que la FIFA amonestaría. Antes de entregar el primer Premio Sócrates para reconocer la labor social de los futbolistas, galardón agregado a la ceremonia del Balón de Oro que se efectúa cada año, envió un guiño a Lula: “Mi país tendrá que tomar una decisión muy importante a finales de mes por un mundo mejor. Todos sabemos muy bien de qué lado estaría Sócrates, y todos estaríamos detrás de él. Es importante para Brasil y para todo el mundo”, dijo Raí al tiempo que formó con su diestra la letra L, símbolo del hoy presidente electo brasileño.

Cuando Sócrates vino a México a jugar el Mundial de 1986, los viejos colegas de la prensa nacional se sorprendieron por su actitud “politizada”, peculiaridad de verdad extraña en un futbolista de cualquier nación. Pero esa decidida postura, dentro y fuera de las canchas, tenía un pasado de poco más de un lustro.

Médico cirujano por la Universidad de Sao Paulo, Sócrates, hermano mayor de Raí, fue cofundador y el rostro más visible de la “democracia corinthiana”, movimiento de autogestión en los vestidores y los campos de entrenamiento. Lo que suponía un desafío para entrenadores y directivos resultó un acto revolucionario contra la dictadura militar. Con la playera del Corinthians, Sócrates se hizo ídolo y campeón defensor de las reformas para que Brasil recuperara el gobierno electoral. Desde luego que su muerte, en diciembre de 2011, puso de luto al futbol brasileño, pero también a su democracia y a su política. 

Entendería que las protestas en días recientes en el marco de Qatar 2022 no son otra cosa que una suerte de continuación, tras una larga e intermitente espera, de la semilla que germinó de la tierra de las canchas donde surgió la democracia corinthiana. En el partido Inglaterra-Irán, rodilla en el pasto, los ingleses protestaron así por las violaciones de derechos humanos en la sede mundialista. Por su parte, los iraníes se negaron a cantar su himno nacional en protesta por la muerte de Mahsa Amini, quien rompió el código de vestimenta de su país, que obliga a las mujeres a usar el velo en público en todo momento.

Luego de que la FIFA prohibiera a los jugadores portar brazaletes con arcoíris (una campaña que se llama One Love), en apoyo a las comunidades lésbico-gays, los titulares de selección de Alemania posaron para la foto tapándose la boca con la mano, aunque ya habían usado los referidos colores en su indumentaria de calentamiento. En Qatar, la homosexualidad es ilegal. 

“En los tiempos que corren es incomprensible que la FIFA no quiera que la gente defienda abiertamente la tolerancia y esté en contra de la discriminación. No encaja en nuestros tiempos y no es apropiado para la gente”, expresó Nancy Faeser, ministra del Interior de Alemania, quien presenció en Doha el partido de su país contra Japón portando el citado gafete multicolor, al igual que la exministra danesa Helle Thorning-Schmidt en el partido contra Túnez.

Los elementos de seguridad de los estadios tienen órdenes precisas. En el Irán-Gales, por ejemplo, le prohibieron la entrada a una mujer que traía una playera de Mahsa Amini con la leyenda “Women, Life, Freedom” (Mujeres, vida, libertad). Algunas aficionadas usaron ese mismo modelo de playera en el partido anterior de los iraníes. En otro encuentro, un periodista fue advertido de que no podía usar una camisa con los colores del arcoíris. Y así varios casos.

Cuando se fue a jugar a la Fiorentina por una temporada, Sócrates procuró leer a Gramsci en italiano. Ahora sólo puedo imaginarlo, donde quiera que esté, saludando todas estas sacudidas políticas en Qatar 2022 con una cerveza en la mano.

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