Florence Cassez, verdad amarga

¿Qué tenemos? Tenemos un documental sobre un tema espinoso con las versiones de todos los involucrados, voces encontradas que auxilian a que el espectador forje su propia opinión. ¿Qué más tenemos? Tenemos autoridades que fabrican expedientes y eventualmente ...

¿Qué tenemos? Tenemos un documental sobre un tema espinoso con las versiones de todos los involucrados, voces encontradas que auxilian a que el espectador forje su propia opinión. ¿Qué más tenemos? Tenemos autoridades que fabrican expedientes (y eventualmente culpables), con lo que engañan a las víctimas y entorpecen la impartición de justicia. El sistema judicial en México, en sobrados casos, es una cacería de brujas. ¿Con qué otras cosas nos topamos? Básicamente, con indignación y dudas. El caso Cassez-Vallarta. Una novela criminal, disponible en Netflix, expone todo eso que el ministro Arturo Saldívar denominó “efecto corruptor”.

En 2018, Jorge Volpi publicó Una novela criminal, que, en palabras del escritor, se trata de una “novela documental”. En esas páginas se revela la verdad amarga de la francesa Florence Cassez y el mexicano Israel Vallarta, acusados de secuestro y de liderar la banda de Los Zodiacos, “capturados en vivo”, “en tiempo real” por la Agencia Federal de Investigación (AFI) para dos noticieros de la televisión mexicana de gran alcance a primera hora del 9 de diciembre de 2005. Sin embargo, la pareja fue detenida el día anterior. Así, un torpe montaje es el punto de partida de un embrollo judicial que provocó tensión entre los gobiernos de Francia y México.

Hoy en día el referido documental está en boca de todos aquellos interesados en el caso Cassez-Vallarta debido a que, esencialmente, los protagonistas estelares han quedado muy mal parados con su actuar de entonces: Felipe Calderón, embobado por Genaro García Luna y éste, actualmente preso en Nueva York, acusado de traficar a Estados Unidos cocaína, en espera de que inicie su juicio. Luis Cárdenas Palomino, el superpolicía colaborador cercano a García Luna, preso en el penal del Altiplano, encargado de las torturas para conseguir confesiones, y un actor clave en esta terrible historia: el empresario judío Eduardo Margolis, el orquestador de toda esta trama debido a una fuerte diferencia de negocios con un exsocio, hermano de Florence Cassez.

No parece gratuito que Margolis sea señalado como exagente del Mossad y que él mismo inicie su intervención en el documental contando la historia de El Gólem, ser de la mitología hebrea creado por un rabino a partir de las letras sagradas del nombre de Dios, según cuentan los expertos de la cábala.

Como sea, este documental nos revela que es necesario y urgente evitar el carpetazo a los expedientes sobre la industria del secuestro que operó en años anteriores con el perfecto conocimiento de causa de diversas autoridades y que, asimismo, se castigue a los responsables y a los servidores públicos cómplices.

En su momento, escribí en estas mismas páginas que, en perspectiva, en nuestro país a Florence Cassez siempre o casi siempre se le consideró una vulgar criminal. Engañados, nunca quisimos escuchar nada más ni considerar otra opción hasta que el esperpento quedó descubierto. García Luna bien pudo decir que el fin justifica los medios, pero no es cierto eso de que en México el que la hace la paga, como se recuerda en este documental que expuso, demagógicamente, el expresidente Calderón. No. En México, el que nada debe tiene razones para temer alguna injusticia de parte de quienes imparten justicia.

CAJA NEGRA

Uno. Gente que está en desacuerdo con lo que exhibe el documental apunta al hecho de que el subtítulo hace referencia a que se trata de una “novela”, es decir, que el asunto no es “real”.

Dos. Acaso haya quienes no deseen ver El caso Cassez-Vallarta, una novela criminal, porque no les gustó.

Tres. Hay una idea muy arraigada en México en el sentido de que las novelas son las que pasan en la tele.

Cuatro. Proporciones bien guardadas, Oscar Wilde decía que la novela es la autobiografía que no se atreve a decir su nombre.

Cinco. Nadie es infalible, pero no todos somos Loret.

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