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El auténtico poder

Fernando Islas

Fernando Islas

En sus orígenes, la lectura fue una actividad exclusiva de algunos monjes y nobles. Hacia mediados del siglo XV, cuando Gutenberg imprimió La Biblia, inició la era del libro tal y como la conocemos al día de hoy. Sin embargo, especialistas han debatido sobre los orígenes de la imprenta. Unos diez siglos antes del invento del citado impresor alemán, China robó de Vietnam un novedoso artefacto que con caracteres tallados en madera dejaba marcas sobre papel arroz. Sea una u otra cosa, la imprenta llegó para quedarse y se ha mantenido como un medio confiable para transmitir información. Los avances tecnológicos llegaron no para sustituir el libro, sino para agregar herramientas de lectura.

Hacia finales del siglo XX, ante el peligro que suponía la desaparición del libro debido al inminente arribo de las computadoras en nuestra vida cotidiana, Umberto Eco zanjó el asunto de manera brillante: “No va a desaparecer el libro porque para operar las computadoras hay que leer los manuales”.

Pero la historia de la lectura se cuece aparte. Interrogado al respecto para la revista The Paris Review, Truman Capote confesó que leía demasiado y en exceso: unos cinco libros a la semana, más los diarios y un puñado de revistas semanales... y hasta las etiquetas de los productos que consumía.

Tras leer muchas novelas de caballerías, el Quijote enloquece y emprende aventuras con su escudero Sancho Panza: “Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros” […] “Y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones que leía, que para él no había otra historia más cierta en el mundo”. El planteamiento de la famosa novela de Cervantes se debe a que en la época se consideraba que el exceso de lecturas provocaba la locura, discusión que, de manera extraña, se mantiene vigente y que, por desgracia, ha derivado en algo peor: descartar textos largos de las publicaciones periódicas porque “ya nadie lee”.

Es verdad que en la actualidad se escribe mucho más de lo que se lee, pero la lectura es vitamina para el saber, amén de las endorfinas que produce. Decía Borges, situación conocida, que estaba más orgulloso de los libros que había leído que de los que había escrito.

En su discurso de ingreso al Colegio Nacional, Gabriel Zaid hace un maravilloso elogio, citando un soneto de Quevedo, de la imprenta y la lectura, “Los libros nos permiten ser parte, a pesar del apartamiento; participar en otra vida, que rebasa los límites de ésta: ‘Retirado en la paz de estos desiertos/ con pocos, pero doctos, libros juntos/ vivo en conversación con los difuntos/ y escucho con mis ojos a los muertos’”.

Traigo a colación los párrafos anteriores porque, en efecto, sin la lectura no se podría entender el mundo, pero al mismo tiempo impide que políticos o funcionarios públicos nos tomen el pelo. Existe en los libros eso que el gran José de la Colina llamó “libertades imaginarias”. El auténtico poder está en las letras impresas.

 

CAJA NEGRA

¿Cómo vemos los mexicanos la democracia, la igualdad, la participación política? ¿De una única manera? ¿Somos mayoritariamente egoístas, arbitrarios, individualistas? Al respecto, la Encuesta Nacional de Culturas Políticas y Democracia 2021 ENCPD-2021 parece indicar todo lo contrario.

Esta indagación, que supuso casi dos años de labor colectiva por parte del Programa Universitario de Estudios sobre Democracia, Justicia y Sociedad (PUEDJS UNAM), arrojó datos que llaman la atención. Por ejemplo, a través de esta encuesta –aplicada en todo el territorio nacional durante la pandemia– se sabe que nueve de cada diez mexicanos se asumen como parte de la clase trabajadora y también que la mitad de la población ejerce una vecindad solidaria y, además, nunca se siente sola. Ver para creer. Quizá esta herramienta de análisis social, que puede descargarse y consultarse libremente en la página del referido programa universitario, ayude a eliminar unos cuantos prejuicios sobre nuestro carácter comunitario.

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