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Sin censura

Federico Reyes Heroles

Federico Reyes Heroles

Sextante

           ...al menos enseñaré el camino a alguno que con más talento, instrucción y juicio, realice lo que ahora intento, por lo cual si no merezco elogio tampoco mereceré censura.

           Nicolás Maquiavelo

Lo común es que hable poco, pero a Salvador Cienfuegos le ha tocado poner en claro asuntos nodales. Las Fuerzas Armadas desean regresar a sus funciones tradicionales. De no ser así, la sociedad debe normar su presencia en las calles. Están donde no quieren estar y son vulnerables jurídicamente. Además, la estrategia que les encomendaron ha fallado. Llevamos tres sexenios buscándole una salida y nada. Los homicidios dolosos en 2017 son récord: 25 por 100 mil habitantes. Éste no es un asunto partidario. No es que los azules o los tricolores lo hayan hecho mal. Todos hubieran querido obtener la medalla. No tenemos una estrategia adecuada. Cienfuegos ya se va y sugiere.

Conciso, sin entrar en polémica, no es su estilo, lanza: “Creo que puede ser una salida al problema”. Y advierte: “Lo único que habría que estar tratando de ver (es) cómo se atendería la seguridad de los campesinos que ya no les van a vender a los delincuentes, sino que le van a vender al gobierno que es para atender el problema del dolor de los pacientes”. Con la sencillez del leguaje militar, Cienfuegos afirma: legalicemos. Es una alternativa. Leamos lo que no dice. Por esta ruta no vamos a ninguna parte. La violencia no va a disminuir. Queremos que la nueva administración sea exitosa y lo logre. Cienfuegos, quien ha desempeñado un gran papel, ya no tiene otro interés. En actitud de gran civilidad deja un pliego de mortaja: cambien de estrategia.

El producto, que también puede ser una droga fatídica, es una de las sustancias que más calman el dolor, esa condición humana que por definición debemos controlar y aminorar lo más posible. Por eso la persecución ya no se entiende. El gobierno mexicano expone la vida de sus soldados y marinos en la persecución de un cultivo cuya cosecha es un producto altamente demandado y del cual hay un brutal déficit mundial. Las matanzas entre productores y narcos no tienen fin. Qué hacemos allí. Demos el viraje y salgamos de la trampa.

La encrucijada era previsible también en otros campos. Basta ver las enormes mantas fronterizas en ciudades como Tijuana, que advierten a quien entra que la mariguana es ilegal en nuestro país. Con qué autoridad moral puede el próximo presidente de México exigir a los miembros de las Fuerzas Armadas que dejen la vida en la persecución de productores de esa hierba legalizada por nuestros vecinos. Por si fuera poco, ahora ese producto cruza crecientemente de sur a norte. La calidad se impone. Si de verdad vamos a enfrentar el fondo de los asuntos escuchemos a Cienfuegos. Legalicemos la producción y comercialización de la amapola, sigamos todos los pasos establecidos por Naciones Unidas. Acorralemos a los cárteles —únicos ganadores de la absurda prohibición— para que no tengan forma de presionar o coartar a los productores.

Lo que hemos hecho no funciona. La violencia vinculada al narco explica —según los expertos— por lo menos la mitad de los homicidios dolosos del país. Ése es el objetivo final: disminuir esa violencia atroz que ha convertido a México en una gran fosa común. Viremos, intentemos algo diferente, no es una cuestión meramente conceptual, la vida de miles de mexicanos está de por medio.

Si de verdad los relevos sirven para aprender de los aciertos y corregir errores, estamos ante una gran oportunidad. Incluso si la nueva estrategia fallara, nadie podría culpar a la administración entrante de no haber corregido lo inoperante, de haber intentado algo distinto, arriesgado, novedoso, para un asunto que provoca ríos de sangre. La vida de miles de mexicanos obliga a arriesgar. Legalicemos las sustancias, démosle tregua a la persecución, legislemos una amnistía para los presos por delitos de consumo, posesión y cultivo. Busquemos la calidad en los productos para pasar de delincuentes a productores importantes. En paralelo, seamos conscientes de los riesgos y tengamos una gran campaña de prevención sobre los daños del consumo. Apostemos a la información y la educación y salgamos de la trampa.

Si la nueva estrategia falla, Maquiavelo estará allí para apoyarnos.

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