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¿Marcianos?

Federico Reyes Heroles

Federico Reyes Heroles

Sextante

Repetir una consigna mil veces hasta convertirla en verdad es la estrategia que se le imputa a Goebbels, algún resultado puede traer. Pero todo tiene un límite, las mentiras tropiezan con la realidad. Así llega el irremediable ajuste. En esas estamos.

La aprobación presidencial se ha convertido en un mito que merece reverencia, lo explica todo, lo justifica todo. La caótica realidad, dicen, cae vencida frente a un fenómeno que emana del líder. El desempleo no pesa, la multiplicación millonaria de los pobres tampoco, porque con una sola aparición del gran líder y sus imágenes de Amlolandia el país regresa a la fantasía. ¿Será? Lo primero, como recordaría Karl Popper, es gritar falso.

De acuerdo con la serie de Consulta Mitofsky, de los últimos seis presidentes medidos el mes previo al segundo informe, el campeón y por mucho sería el hoy innombrable Carlos Salinas: 71% de aprobación contra sólo 19% en desacuerdo. El segundo en el pódium sería el némesis del presidente: Felipe Calderón, con 59% a favor y 40% en contra. El tercero sería Vicente Fox, con 57% de acuerdo y 28% en contra. Con ánimo de coronar, el cuarto sería el actual Presidente, con 54 por ciento a favor y 45 por ciento en contra. La desaprobación más alta de los cuatro premiados. Pero el presidente habla de 7 de cada 10, ¿de dónde?

En una ponderación de cuatro casas encuestadoras (Consulta-Mitofsky, GEA-ISA, El Financiero y Reforma), que toma el punto más alto registrado y el estudio más reciente, el Presidente ha perdido, en promedio, 17 puntos porcentuales, 0.8% al mes. ¿Intocable, semidios? Nada, igual que todos, también se desgasta. Si proyectamos esa caída a julio del 2021, el grado de aprobación rondaría menos del 50%. Pero el garlito va más allá. En la elección de Hidalgo, donde PRI y PAN se distribuyeron el poder, el Presidente tenía una aprobación de casi 63% y el gobernador 48%. La oposición ganó, y por mucho. O sea que la aprobación presidencial no se traslada a los ejercicios locales. Otro escenario muy interesante es el de aquellas entidades donde un gobernador tiene mayor aprobación que el Presidente, fue el caso de Coahuila, con una diferencia de alrededor de 14 por ciento. El PRI arrasó en esa entidad. Hay siete gubernaturas en contienda con evaluaciones por arriba del 50% y dos de ellas por arriba del 60 por ciento.

Alrededor de la aprobación presidencial hay muchas inexactitudes y mentiras. Con resultados desastrosos es difícil estar bien aprobado, aunque nos digan lo contrario. De siete políticas públicas, (Reforma, diciembre 2020) tres (programas sociales, educación y combate a la pobreza) salen aprobados, el resto (salud, combate a la corrupción, economía y combate al crimen organizado) salen reprobados. Llama la atención que en el estudio de GEA-ISA de septiembre, el 86% de la población le cree poco o nada al Presidente y el 54% prefiere que no tenga mayoría en el Congreso. En un cara a cara a favor o en contra de Morena, la opción contraria a ese partido salió ligeramente arriba. Otro dato curioso es que de las 15 entidades que van a elecciones en el 2021, en todas ellas los indecisos oscilan del 30 al 40%. ¿Quién va a decidir la elección? Esos indecisos.

Los indecisos han sido todo un misterio. Conforme el voto ideológico se debilitó, apareció un número muy importante de ciudadanos —sin militancia o filiación— que observan cada vez más de cerca a los candidatos y sus propuestas y que posponen su decisión. Todo indica que hay voto oculto que se presenta cuando hay temor a hablar. Con esa composición electoral el frente opositor, Sí por México, tiene probabilidades de conquistar votantes si postula candidatos atractivos. La ventaja de Morena en muchos distritos fue muy delgada, 130 candidatos comunes, no pareciera algo descabellado. Vamos a algo inédito.

Más allá de derechas o izquierdas, de lo que se trata es de recuperar los equilibrios institucionales. Para ello lo primero es salir de Amlolandia: ¿70% de aprobación?

Los mexicanos no somos marcianos.

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