Logo de Excélsior                                                        

Pandemia: similitudes entre México e Irán

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

El covid-19 ha desatado una avalancha de comparaciones entre países para evaluar qué políticas públicas, sanitarias y económicas están dando mejores resultados. El proceso de aprendizaje que de ahí se pudo derivar resultó, sin duda, muy útil, sobre todo para las naciones a las que la epidemia llegó más tardíamente y tuvieron, por tanto, la oportunidad de vislumbrar los problemas graves que les esperaban a la vuelta de la esquina. De ahí el legítimo reclamo a los dirigentes de gobiernos como el nuestro, el de Estados Unidos y el de Brasil, por ejemplo, quienes perdieron tiempo valioso de preparación bajo la premisa de que lo ocurrido en China y lo que se empezaba a registrar en varias naciones europeas no era grave, a lo mucho algo equivalente a una epidemia de gripe común, por lo que no había que alarmarse ni tomar medidas que rompieran con la conocida cotidianidad. Pero la realidad ha mostrado con absoluta claridad lo equivocadas que estuvieron tales percepciones, y en consecuencia, la escalofriante magnitud de los daños que sufren hoy México, Brasil y EU.

En un ejercicio de comparación en cuanto al tema del desarrollo de la pandemia, resulta interesante cuánto de común existe entre países tan disímbolos y lejanos como Irán y México. Porque aunque la nación persa entró en la crisis sanitaria bastante antes que México, considerada además el epicentro de la epidemia en su región, sus cifras —las presentadas oficialmente cuando menos­— son muy parecidas a las de nuestro país. He aquí algunas de ellas hasta el día de ayer: Irán, 7,300 fallecidos, México 6,989. Personal médico y sanitario fallecido, poco más de 100 personas en ambos casos. Sin embargo, el número de contagios reportados es significativamente mayor en Irán, casi 130 mil, mientras que entre nosotros la cifra es de 60 mil, menos de la mitad, pero se trata de un dato nada confiable debido a la escasa cantidad de pruebas que México hace.

Esto permite sospechar con fundamento que muy probablemente estamos muy cercanos a la cifra iraní en cuanto a contagios se refiere.

También hay semejanzas en otros aspectos. Tanto aquí como allá, la mayoría de los expertos en estos temas ha expresado su convicción de que hay un inmenso subregistro de los contagiados y de los fallecidos debido no sólo a que muchos de quienes mueren por coronavirus son reportados como víctimas de otros padecimientos, sino también porque el conteo revela básicamente lo que ocurre en los hospitales, sin incluir a muchos de quienes fallecen en casa.

Como es lógico, el país de los ayatolas comparte también con México la urgente necesidad de poner en marcha las actividades productivas ya que su economía, como la nuestra, se hallaba en serios problemas desde antes de la epidemia, allá debido a la dureza de las sanciones impuestas por Washington desde que Trump abandonó el acuerdo nuclear con Irán, y acá como consecuencia de la paulatina pérdida de la confianza de inversionistas, nacionales y extranjeros, a raíz de las señales emitidas por nuestro gobierno con las absurdas cancelaciones de grandes proyectos que llevaban buena parte de su camino ya recorrido. El derrumbe de los precios del petróleo fue, por añadidura, un factor que golpeó duramente a ambas naciones, para las que persiste la preocupación de que la reapertura de las actividades económicas, por necesaria que sea, se convierta en un arma de doble filo por la posible reactivación de la epidemia.

Finalmente, otra similitud más es la tentación de los jerarcas, quienes concentran en sus personas un gran poder político —el ayatola Khameni y nuestro primer mandatario, cada cual con sus respectivos equipos de colaboradores—, el cual les permite usar la crisis como pretexto para gobernar a decretazos sobre la base de manipulaciones amañadas de cifras y hechos, es decir, de mentiras. Y otro tema en el que, por desgracia también hay parecido es en el desprecio a las demandas de las mujeres de ser protegidas contra la violencia de género. Un mal pandémico en México y en Irán, no reconocido como tal en su real dimensión por los regímenes ahí gobernantes.

Aunque, por otra parte, sería injusto no mencionar algunas diferencias notables entre ambos jefes de Estado. Para el ayatola no existe personaje más detestado que el presidente Trump, mientras que para AMLO, el huésped de la Casa Blanca es una respetabilísima persona a quien siempre hay que decirle que sí.

 

Comparte en Redes Sociales