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Ofensiva turca: ganadores y perdedores

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

Recientemente, apareció en diversos medios de prensa internacional una fotografía tomada en septiembre pasado, donde lucían con grandes sonrisas y gestos de satisfacción, tres personajes que, al parecer, celebraban su sólida amistad: Recep Tayyip Erdogan, Vladimir Putin y Hasan Rohani. No sabemos si en ese momento ellos imaginaban ya el magnífico regalo que muy pronto iban a recibir de manos de Donald Trump, quien por lo visto y, paradójicamente, ha sido instrumental en la cesión de la cancha siria a Turquía, Rusia e Irán.

Y es que menos de dos semanas después de que el Presidente norteamericano anunciara el retiro de sus fuerzas militares del noreste de Siria, la realidad en ese sitio es diametralmente diferente a lo que prevalecía antes del 5 de octubre. Hoy, cuando Trump habla de que hay “buenas noticias” porque Turquía aceptó suspender por cinco días sus ataques a la zona, la franja norteña siria se ha vaciado ya de la gran mayoría de la población kurda que ahí residía. Cerca de 200 mil kurdos han huido a otras partes del país o a la región kurda de Irak, sabedores de que permanecer en sus hogares era equivalente a ser masacrados por la ofensiva turca. La blitzkrieg lanzada por Ankara sólo necesitó de unos cuantos días para imponer su plan de barrer la zona para los fines que le son convenientes.

Pero el vacío dejado por el retiro de las tropas de Washington no está siendo llenado sólo por Turquía, sino que incluye a quienes están en sintonía con los intereses turcos ahí, a saber, Rusia e Irán. La penetración de ambos en territorio sirio, que ya de por sí llevaba tiempo de ser una realidad, ahora tiene oportunidad de profundizarse y de maniobrar con mayor comodidad dado que los escasos diques que aún existían para contenerlos han sido destruidos a partir de la decisión de Trump de sacar a sus contingentes del teatro de operaciones. Ni qué decir también acerca de cómo este contexto favorece aún más la consolidación del régimen de Bashar Assad en Siria, puesto que lo acerca a obtener un control más absoluto del país.

Otro ganador del giro que ha dado la situación siria es sin duda el tenebroso Estado Islámico o ISIS, al cual ya se le daba casi por muerto gracias en buena medida a la eficiente labor de los kurdos. En el torbellino desatado por los ataques turcos de los últimos días, centenares de miembros de esa organización islamista radical lograron escapar de las prisiones donde se hallaban, con lo cual reaparece el fantasma de la posibilidad de su reagrupamiento con todo lo que ello implica para la seguridad no sólo regional, sino también del mundo.

En este breve balance de la situación, los perdedores son bastante evidentes. Primero que nadie, los kurdos de Siria, quienes de la noche a la mañana han pasado a ser desplazados y refugiados, cargando de nueva cuenta con ese destino fatal de desarraigo y maltrato, tan conocido por ellos. Pero también se cuenta entre los damnificados a la gran masa de población siria que a partir de 2011 se levantó contra su dictador aspirando a una vida con más democracia, población que o fue masacrada o se halla ahora en el exilio, sufriendo las inmensas dificultades de encontrar refugio seguro para luego recomponer de algún modo su vida en condiciones mínimas de normalidad.

Perdedores, también, en todo este drama son algunos de los actores regionales que, como los kurdos, confiaron en Trump en calidad de aliado firme. Uno de ellos fue el príncipe Mohamed Bin Salman, quien, además de cargar con la decepción de que no hubo reacción contundente de Estados Unidos ante el ataque con misiles iraníes contra las instalaciones petroleras de Arabia, ahora contempla preocupado una traición más de Trump. Y otro desencantado adicional está siendo Israel, cuyo primer ministro aún en funciones, Benjamín Netanyahu, se da cuenta ahora de que el respaldo de Trump a las políticas del premier israelí, que fue tan evidente y estentóreo, podría desmoronarse tan repentinamente como ocurrió con la protección con la que contaban los kurdos. Ello sin contar con que para Israel significa una amenaza contra su seguridad cada vez más grande el que Irán esté ahora consiguiendo mayor presencia en el vecindario como un efecto secundario de la ofensiva turca.

Y, como corolario final, está igualmente el daño infligido por el propio Trump a los intereses de su país, ya que gracias a su decisión aislacionista se ha reducido la influencia occidental en la zona, cediéndole el terreno a Rusia e Irán. Lo que sugiere que su condición de fiera herida lo está impulsando por lo visto a comportamientos cada vez más irracionales y erráticos.

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