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Israel-Hamas: saldos

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

 

Se acordó ya el cese al fuego entre Israel y Hamas. Como en ocasiones anteriores, Egipto fungió de mediador y puede afirmarse que la presión ejercida por Biden sobre el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu cumplió con la función de apresurar el acuerdo para detener las operaciones bélicas desplegadas a lo largo de once días. Es oportuno, pues, preguntarse qué saldo dejó esta confrontación sobre la que los ojos del mundo estuvieron tan pendientes, quiénes quedan como perdedores y quiénes son los ganadores.

La primera obviedad es que las poblaciones civiles de ambos bandos fueron las principales víctimas. Del lado palestino hubo cerca de 235 muertos y del israelí doce, pero, más allá de ese dato numérico, está la realidad de la destrucción material, la angustia y los traumas de millones de personas que vivieron las lluvias de misiles, bombardeos y cohetes continuamente. En Gaza, la precariedad en la que viven los palestinos se agudizó al verse trastornados muchos de los servicios y abastos básicos, mientras que en Israel el estallido de choques entre ciudadanos israelíes, árabes y judíos, residentes en localidades mixtas, desató una atmósfera de guerra civil que no siempre pudo ser manejada con eficiencia por las fuerzas del orden. Intempestivos ataques callejeros, intentos de linchamiento, golpizas, amenazas y actos de vandalismo han echado abajo años de esfuerzos de organizaciones diversas de la sociedad civil por incentivar la convivencia pacífica y armónica entre judíos y árabes.

El cuadro en Israel se complica aún más porque también en el territorio de Cisjordania ocupada se ha desatado la violencia entre pobladores palestinos y soldados israelíes. El que esto pueda ser el preludio de una tercera intifada ha pasado a ser un tema de preocupación adicional. En pocas palabras, los once días de enfrentamientos entre Hamas e Israel han incendiado el tejido social israelí y creado ominosos nubarrones que presagian violencia en Cisjordania. En este contexto, cabe resaltar los esfuerzos de buen número de organizaciones e individuos dedicados a alentar la convivencia pacífica entre árabes y judíos que, a contracorriente de esta lamentable situación, luchan aún por hacer oír la voz de la concordia.   

Quien de igual manera resultó damnificado por el conflicto fue el gobierno de Palestina, encabezado por Mahmud Abás. Para la visión común del palestino promedio, quince años de existencia del régimen de Abás no han conseguido acercar ni un milímetro la posibilidad del surgimiento del ansiado Estado palestino independiente. A pesar de presentar un perfil negociador, capaz incluso de colaborar con Israel en el mantenimiento de la seguridad en el territorio de Cisjordania, su ganancia ha sido nula, pues ha sido ignorado por los gobiernos israelíes de la última década y, simultáneamente, cada día aumentan los asentamientos judíos en esas tierras.    

Lo cual conduce a la apreciación de que en este reciente conflicto en el que Hamas lanzó más de tres mil cohetes y misiles a Israel y éste bombardeó un sinnúmero de blancos en Gaza, quienes resultaron ganadores son el propio Hamas, y del lado israelí el premier Netanyahu y sus aliados. Hamas ha conseguido una enorme popularidad en la calle palestina e incluso dentro de la población árabe-israelí. Se le ve como la entidad que, a pesar de su naturaleza terrorista, tuvo la capacidad de volver a poner en la agenda internacional la cuestión palestina y vengar agravios. Porque si se pensaba que a partir de los Acuerdos de Abraham, que establecieron relaciones entre Israel y cuatro países árabes, el tema palestino se había archivado, Hamas lo ha sacado ahora a la luz.

En cuanto a Netanyahu, quien no logró armar gobierno en las semanas previas al conflicto, éste ha contribuido a que sus opositores, encabezados por Yair Lapid, quien tiene hasta el momento el encargo de integrar una coalición gobernante, hayan perdido su oportunidad durante los once días de guerra. En ese lapso, varias de las formaciones políticas que podían habérseles unido decidieron echarse para atrás, en virtud de que la atmósfera de exaltación nacionalista connatural a ese estado de beligerancia despojó a Lapid de buena parte del apoyo con el que previamente contaba. Netanyahu recupera así terreno para permanecer al mando del gobierno y salvar con ello las dificultades que enfrenta en el juicio al que está sometido. Definitivamente, la realidad regional de hoy es radicalmente distinta a la que prevalecía hace tan sólo dos semanas.     

 

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