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Egipto, las mujeres y el cine

Esther Shabot

Esther Shabot

Catalejo

Unos días antes de la celebración de la entrega de los premios Oscar en Hollywood, se llevó a cabo un festival cinematográfico que no tuvo los reflectores del gran mundo del espectáculo encima, pero que implica un avance importante en el tema de la igualdad de género, que va cobrando relevancia cada vez mayor en muchas regiones. Se trató del primer Festival Fílmico Internacional de la Mujer, celebrado en Aswan, zona del Alto Egipto, lugar que en la antigüedad tuvo periodos de gloria en los que mujeres fueron honradas con espléndidos monumentos y pinturas en los templos faraónicos. Durante casi una semana, fueron proyectadas treinta películas en las que las mujeres fueron centrales, ya sea como directoras, guionistas o productoras, o bien, cuyos argumentos tenían que ver esencialmente con la igualdad de género, la tan común violencia contra ellas y los patrones culturales que las han estereotipado y manipulado a fin de mantener su sumisión y evitar su empoderamiento y libre toma de decisiones. 

Los filmes llegaron desde una variedad de países: Italia, Grecia, España, Croacia, Marruecos, Túnez, Francia, Alemania, Argelia, Irak, Rusia, Rumania, Azerbaiyán, China y el propio Egipto. Más allá de la calidad de la factura cinematográfica, la intención fue mostrar una diversidad de historias de vida cotidiana, que contenían el elemento común del desafío que conlleva el cuestionar el statu quo que siglos de dominio patriarcal autoritario ha impuesto a las mujeres, como si su rol en el mundo hubiera derivado, ya sea de la naturaleza misma o de los designios divinos. La proyección de las películas fue acompañada de foros de discusión en los que participaron feministas, intelectuales, directores y protagonistas de las historias, quienes dialogaron con el público en un fructífero ejercicio de ventilación de temores y dudas que por mucho tiempo se han mantenido silenciados por la fuerza de la censura social o de la autocensura.

La celebración de este festival contó con el apoyo oficial del gobierno egipcio y de las autoridades locales de Aswan, lo cual constituye una señal de que en el país ha calado hondo el creciente problema de la violencia contra las mujeres, manifiesta, entre otros datos, en el altísimo número de violaciones registradas desde el inicio de la llamada Primavera Árabe. El caos social desatado a partir de las convulsiones generadas por dicho proceso hizo más grave el antiguo problema del abuso de las mujeres, cuya vulnerabilidad se agrava en medios como el egipcio donde la cultura de raíces musulmanas otorga a la honra derivada de la “pureza” de sus mujeres un peso monumental. De igual manera, el evento envió el mensaje de que la liberación de los varones de muchas de las demandas y estereotipos que los obligan a vivir sujetos a camisas de fuerza emocionales que los afectan negativamente, pasa por el cambio de mentalidad derivado del reconocimiento de la igualdad de género.

En tres días más se estará celebrando el Día Internacional de la Mujer, que justamente servirá, como en otros años, para poner sobre la mesa de discusión los gigantescos rezagos que aún afectan a la mayoría de nuestras sociedades en el tema de la igualdad de género, uno de cuyos más aberrantes productos es la violencia física y sicológica contra las mujeres. Y resulta confortante que con todo y el larguísimo camino que queda aún por recorrer, empiezan a surgir en países como Egipto, semillas de cambio en esta área, ignorada por siglos bajo el principio de que por ley natural, las mujeres somos seres inferiores a los hombres, de su propiedad, y por tanto no merecedoras de voluntad ni vida propias.  

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