Cristóbal Colón, tan grande o pequeño, según el cristal con que se mire
Por: Álvaro Velarca Hernández* En la Plaza Colón de Santo Domingo, República Dominicana, hay un monumento bastante polémico del navegante que le da nombre al lugar. En la cúspide está él. Su mano derecha sostiene instrumentos de navegación: ciencia detrás de su ...
Por: Álvaro Velarca Hernández*
En la Plaza Colón de Santo Domingo, República Dominicana, hay un monumento bastante polémico del navegante que le da nombre al lugar. En la cúspide está él. Su mano derecha sostiene instrumentos de navegación: ciencia detrás de su hazaña; la izquierda parece apuntar a su glorioso destino: América. A sus pies, una indígena escribe un eterno agradecimiento al civilizador. Lo vemos con un cristal.
Recordé esa escultura recientemente, dada la renovada discusión, particularmente en México, en torno a las figuras involucradas en la colonización, tras la negativa del rey español a atender la solicitud de disculpa a los pueblos originarios hecha por Andrés Manuel López Obrador, omisión que derivó en su merecida exclusión de la toma de protesta de la presidenta Claudia Sheinbaum.
Las voces que demandan reconocer los agravios pasados, que perduran hasta el día de hoy en la forma de discriminación a poblaciones indígenas, representan un sentir generalizado en buena parte de la región. Monumentos a Cristóbal Colón y otros colonizadores o genocidas se han retirado en Argentina, Bolivia, Colombia, México, Venezuela y Estados Unidos.
En el caso de la capital dominicana, la mujer indígena a los pies de Colón es nada más y nada menos que Anacaona, la reina taína que combatió a muerte la invasión española a la isla. Su representación es objetable debido a las lecturas que ofrece: la mujer a los pies del hombre o el mundo indígena a los pies del europeo. No sólo eso, la estatua es una traición al legado de Anacaona, símbolo de resistencia en la historia dominicana.
Colón se representa como hombre de ciencia, cuando sabemos que pensó que llegaba a Asia: pequeño error que hubiera sido fatal de no habérsele cruzado un mundo desconocido. El monumento olvida que fue devuelto a España acusado por masacrar indígenas. Lo vemos con otro cristal.
Desde la Conferencia Interamericana de Seguridad Social (CISS), nos hemos dado a la tarea de atender los problemas de justicia social con la claridad de que es en el cambio de paradigmas en donde radica nuestra responsabilidad histórica. Superar nuestros rezagos requiere reconceptualizar la vida pública y la remoción de estatuas apoteósicas de la Conquista es parte de esa transformación.
Vencer la discriminación, obstáculo en la lucha por la garantía de derechos, pasa por cuestionar los sistemas que colocaron esas esculturas y las ideas que los sostienen: “No hay pueblo sin estatua, y no hay estatua sin mensaje adjunto”, decía Carlos Monsiváis. En la deconstrucción de los mecanismos que producen injusticia, es necesario replantearnos cómo nos concebimos como poblaciones.
Esas imágenes coloniales —“inferior, conquistado”— son entelequias. Y es que nuestra autopercepción se ha construido, precisamente, mediante imágenes. Así, las estatuas de Colón son metáforas que contribuyen a un proyecto específico de construcción de nación e identidad. Su retiro es, también, una enunciación cabal de quienes somos auténticamente, nuestras raíces y aspiraciones. Significa ver la historia con el cristal correcto.
*Secretario general de la Conferencia Interamericana de Seguridad Social.
