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Las mujeres de todo el mundo comparten un gran interés en poner fin a la violencia armada. Nuestro trabajo por la paz debe reflejar esa realidad

Columnista invitado Global

Columnista invitado Global

Izumi Nakamitsu

Secretaria general adjunta y alta representante para Asuntos de Desarme y por S.E. embajadora Selma Ashipala- Musavyi, presidenta de la Junta Consultiva en Asuntos de Desarme del secretario general de las Naciones Unidas.

 

La pandemia mundial nos está obligando a todos a experimentar grados de dificultad e incertidumbre. Para aquellos que también están lidiando con la violencia, a veces debido a un conflicto armado público, o en ocasiones porque la violencia está en el hogar mismo, la inseguridad y el sufrimiento pueden abarcar cada hora de cada día.

A principios de este año, a medida que se imponían las órdenes para permanecer en casa, muchas mujeres y niñas en todo el mundo se encontraron repentinamente confinadas con sus abusadores, incluso a punta de pistola. Poco después, el secretario general de la ONU informó sobre un “alarmante aumento de la violencia doméstica a nivel mundial”.

El fin de la pandemia podría brindar un poco de alivio a estas mujeres, particularmente en sociedades devastadas por los conflictos armados y la violencia. Sin embargo, en caso de no ser abordadas, las olas de violencia continuarán afectando a estas mujeres de manera constante.

Las mujeres de todo el mundo comparten un inmenso interés por poner fin a la violencia armada y el mundo debería darles todas las herramientas posibles para contrarrestarla en los hogares, las comunidades y a nivel mundial. El horrible virus que reina en nuestras vidas sólo hace que esta tarea sea más urgente.

Hace dos décadas, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas adoptó la Resolución 1325, la primera de varias resoluciones que reconoce y reafirma el importante papel de la mujer en la promoción de la paz y la seguridad. Actualmente, comprendemos mejor que nunca cómo el género influye en las experiencias individuales de conflicto y violencia, incluso cuando hay armas de por medio. En la actualidad, también comprendemos de una mejor manera las fuerzas sutiles que impulsan la exclusión sistemática de las voces de las mujeres de los esfuerzos para el mantenimiento y consolidación de la paz, la prevención de la violencia y los conflictos.

Sin embargo, incluso 20 años después de que el Consejo de Seguridad adoptara su primera resolución sobre este tema, las desigualdades de género continúan siendo una realidad en nuestras vidas.

La falta de control eficaz del armamento y del desarme es un obstáculo para lograr la paz y la justicia de género. La proliferación de armas pequeñas permite la violencia sexual y de género dentro y fuera del conflicto. La carrera armamentista entre países y el gasto militar reclaman una participación cada vez mayor de los fondos públicos que, de otro modo, podrían mejorar las oportunidades sociales y económicas tanto para las mujeres, como para los hombres. Las armas, desde pistolas hasta bombas nucleares, alimentan las normas, las causas fundamentales y las relaciones de poder que permiten y fomentan la desigualdad de género.

Abordar estos problemas es una de las prioridades más importantes del secretario general de las Naciones Unidas, quien ha expresado que “el desarme previene y pone fin a la violencia. El desarme apoya el desarrollo sostenible. Y el desarme es fiel a nuestros valores y principios”.

Creemos que los gobiernos y las organizaciones pueden enfocar sus esfuerzos para abordar el flagelo de la violencia de género y remediar las desigualdades de género arraigadas como herramientas de violencia. A continuación, exponemos cuatro maneras que pueden permitir que hombres y mujeres contribuyan por igual a prevenir y resolver conflictos, a consolidar la paz y la seguridad.

Primero, todos los Estados deberían adoptar políticas de control de armas y desarme que aborden cómo las armas afectan a hombres y mujeres de manera diferente. Por ejemplo, los hombres civiles tienen la mayor parte de los mil millones de armas de fuego que se estima que se encuentran en circulación a nivel mundial, y un arma en un hogar hace que la violencia en la pareja contra una mujer tenga cinco veces más probabilidades de volverse letal.

En segundo lugar, las mujeres deben participar plenamente en las esferas profesionales de la prevención de conflictos, las negociaciones de paz, la consolidación de la paz, el control de armamento y el desarme. Como mujeres que hemos dedicado nuestra vida profesional a estas áreas, cada una de nosotras comprende muy bien lo que es ser la única mujer en una sala abarrotada de hombres.

Lamentablemente, el panorama en la Organización de las Naciones Unidas no es particularmente alentador. Cuando los diplomáticos se reunieron el año pasado para el periodo de sesiones del comité de la Asamblea General sobre desarme y seguridad internacional, tres de cada cuatro declaraciones fueron pronunciadas por hombres. Dentro y fuera de la ONU, los países deben hacer todo lo posible para garantizar que las mujeres, los jóvenes y otros grupos subrepresentados tengan voz.

En tercer lugar, los gobiernos y las agencias internacionales deberían formar diversas alianzas con las organizaciones de la sociedad civil y otros grupos no gubernamentales de mujeres.

Las mujeres constructoras y defensoras de la paz están transformando comunidades en todo el mundo mientras luchan contra la proliferación de las armas. A nivel mundial, los movimientos de mujeres fueron fundamentales para prohibir los ensayos nucleares atmosféricos durante la Guerra Fría y para apoyar el tratado sobre la prohibición de las armas nucleares de 2017, por el cual la Campaña Internacional para la Abolición de las Armas Nucleares, dirigida por mujeres, recibió el Premio Nobel de la Paz en ese año.

Cuarto, necesitamos pruebas más sólidas en forma de datos desagregados que destaquen las diferentes experiencias de mujeres, hombres, niñas y niños con respecto a las armas y la violencia. Al recopilar este tipo de información y al compartir prácticas, los gobiernos y las organizaciones pueden desarrollar respuestas mejor informadas para abordar los desafíos a la paz y la seguridad.

A pesar del caos, este momento nos ofrece la oportunidad de poner la igualdad de género en el centro de nuestro trabajo por la paz y para construir un futuro que nos beneficie a todos. Aprovechemos este momento para lograr un cambio real.

 

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