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La guardia suiza: el legado suizo en el Vaticano

Columnista invitado Global

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Por Daniel Zulauf

La guardia suiza en el Vaticano tiene una tradición que data de 500 años. Todo empezó en el siglo XV bajo el papado de Julio II. Estratega, maquinador, absolutista y maquiavélico, el “Papa Guerrero” contaba con muchos enemigos, de los cuales los más implacables eran los de la familia romana Borgia. En ese clima de roce político y de lucha de poderes, Julio II temía por la seguridad del Vaticano, lo que lo empujó a contratar mercenarios suizos. Bajo el mando del capitán Kaspar von Silenen, originario de Uri, uno de los tres cantones signatarios del Pacto Federal de 1291, pacto que representa la Alianza eterna entre Uri, Schwyz y Unterwald y el acto constitutivo de la primera confederación suiza, 150 suizos llegaron al Vaticano por la “Porta del Popolo” el 22 de enero 1506. Ese día nació la guardia suiza pontifical.

¿Cómo explicar que el cuerpo de seguridad personal del Papa esté hasta hoy compuesto exclusivamente por suizos? No fue por casualidad. En efecto, los soldados suizos eran considerados como invencibles en ese entonces. Ya Tácito, célebre historiador del Imperio Romano, decía de estos: “Los Helvéticos son un pueblo de guerreros, famoso por el valor de sus soldados”. Reconocidos por su fuerza de ánimo, sus nobles sentimientos y la fidelidad de su palabra, los mercenarios suizos eran considerados como de los mejores. Ese hecho es la razón por la cual los cantones suizos, aún no confederados, pero con diversas alianzas, desempañaban un papel importante en la política europea de esa época, no sólo como fuerza armada, sino también como actores diplomáticos y conciliadores.

La reputación histórica de los soldados suizos, así como lo que representó el ejército en la construcción del Estado federal suizo, explica la importancia concedida aún hoy en día a nuestra milicia. Además, la economía de los cantones católicos dependía en una gran parte del mercenarismo, lo que el protestantismo prohibía. De aquí proviene también ese fuerte vínculo entre la guardia pontificia y el catolicismo.

Sin embargo, y a pesar del legado suizo histórico que representa la guardia suiza en el Vaticano, nos podríamos interrogar sobre el anacronismo de esa tradición, y de las condiciones requeridas para entrar en la guardia. Estrictos, inalterados e inmutables, los requisitos para llegar a ser guardia pontifical pueden parecer vetustos en estos días. Son elegibles únicamente hombres entre 19 y 30 años, de una estatura mínima de 174 cm, solteros, de salud y reputación irreprochable, de nacionalidad suiza y católicos fervientes y practicantes. La condición de pertenecer a la corriente católica del cristianismo es primordial. De hecho, los guardias del Vaticano laboran cotidianamente en la Curia Romana (conjunto de órganos de gobierno de la Santa Sede y de la Iglesia católica), se encuentran continuamente con peregrinos, y participan en celebraciones litúrgicas en el Vaticano. Aparece normal que de simples mercenarios, las cosas hayan evolucionado hacia un cuerpo que defiende una institución no sólo por dinero, sino por vocación y fe en la Santa Sede.

Sin duda, la guardia suiza vive entre tradición y modernidad. Tradición por la convicción profunda que comparte un joven guardia suizo de nuestra época con su ancestro del siglo XVI, a saber que la Iglesia de Jesucristo y del heredero de San Pedro merece que sus protectores mueran por ellos si fuese necesario. Modernidad por los métodos utilizados para cumplir esa misión, y el entorno en el cual viven los jóvenes reclutas hoy en día, entorno con reglas estrictas, pero a la imagen de nuestra sociedad, con todo lo que ofrece. Sin embargo, la guardia suiza es en su seno una institución anacrónica en un mundo globalizado, en desacuerdo con los principios de no discriminación e igualdad tan promovidos en nuestras democracias. ¿Cambiarán un día las cosas para que todo católico practicante sea suizo o mexicano, hombre o mujer, pueda incorporarse a la guardia pontifical, o ésta perdurará como una institución intrínsecamente encadenada a su pasado?

Encargado de Negocios a.i. de Suiza en México.

 

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