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Ternura radical

Clara Scherer

Clara Scherer

 

Esta idea ha girado, desde hace algunos años, en diversos blogs y otro tipo de publicaciones (y en mi cabeza-corazón también, gracias a Violeta). Y ¿cómo no sentirla cuando por fin, después de tantísimos años, se ha logrado erradicar la poliomielitis en África? Aquí, desde hace años, ya ni sabemos cuántos, las niñas y los niños, madres y padres mexicanas dejaron de sufrir por ese virus tan odioso. Ver a una chiquita de tres años, a un niñito de dos que no pueden caminar, que están paralizados, hiere en el centro mismo del corazón. Falta aún proteger a las y los niños de Afganistán y Pakistán en Asia. Seguro, lo lograrán a pesar de sus políticas.

Ternura radical vibra en muchas personas cuando se piensa en tantas madres con las ilusiones quebradas por ya no volver ver a quien cuidaron con tanto amor; en los padres que supieron cuidar a esa muy querida persona y ahora se quedaron con un enorme vacío en la vida y un fuerte dolor en la memoria. Tantas hermanas, hermanos a quienes les faltara esa dulce y solidaria compañía para siempre. A las novias, novios, amigas, amigos, quizás muchas mascotas, que, al recordar el 2020, sólo tendrán lágrimas para paliar la ausencia de una de las sesenta y no sé cuántos miles de personas fallecidas por covid 19 y de las que seguirán falleciendo, por haber tenido la mala fortuna de contagiarse. Un consuelo pudiera ser saber que esa persona quizás les recordó con cariño en sus últimos momentos. Sabemos que, si queremos amar, debemos estar dispuestas, dispuestos a sufrir, pero hacerlo con ternura hace una gran diferencia.

¿Cómo no sentir ternura radical al saber de tantas mujeres violentadas de múltiples formas por el sólo hecho de ser mujeres? Por quienes habían puesto en ellas tantas esperanzas, tantos deseos no cumplidos, tantos goces pasados en compañía, tantos proyectos de futuro y ahora no encuentran descanso porque esas mujeres, niñas, muchachitas lo mínimo que merecen es justicia. Acompañarlas con ternura es obligación de cualquier persona de bien.

Dejar de ser el muro, la fortaleza, el impenetrable ser humano que no muestra su propia vulnerabilidad al escuchar las interesantes filosofías infantiles frente a una cajita de música; los ardores adolescentes desesperados frente al lento pasar de las horas en un reloj. Del saber de las energías adultas empeñadas en lograr una vida mejor para sus querencias. La ternura, cariño gratuito, sostén emocional de la humanidad toda. Dice Luis Reynoso que “la ternura es un acto de coraje y de voluntad para mantener y reforzar el vínculo de una relación”. ¿Por qué no cultivamos la ternura radical, restablecemos el tejido social y en cambio, promovemos la desconfianza, la falta de respeto, el rencor?

La ternura tiene una relación fuerte con el cuidado, quizás lo implica. Ambos son parte fundamental de las y los seres humanos como oferta y como demanda, como una urgente necesidad básica. Cuidar de una misma, cuidar de la otra/o. Sin el cuidado y la ternura, la crueldad se apodera de nuestros actos, nuestros sentimientos, nuestra vida. Hay propuestas, muchas, como la de Cepal. Construir un sistema de cuidados sería estrenar una nueva dimensión económica y social de la política pública. Y, además, contribuiría a establecer y afianzar la igualdad de derechos entre los géneros.

“Ternura radical es ser crítico y amoroso, al mismo tiempo. Ternura radical es entender cómo utilizar la fuerza como una caricia. Ternura radical es saber acompañarnos entre amigos y amantes, a distintas distancias y velocidades. Ternura radical es no permitir que los demonios existenciales se conviertan en cinismos permanentes”. (Manifiesto vivo. Por Dani d’Emilia y Daniel B. Chávez). ¿Se ha instalado entre nosotrxs, en nuestro país, el cinismo permanente?

Ser una buena persona es en estos tiempos, y quizás, en cualquiera, una meta dificilísima de cumplir, cuando por todas partes se ensalza a los muy mal tipificados “machos alfa”, hombres agresivos y violentos. Ser una buena persona implica saber del valor humano de la otra, del otro y el impedimento ético que esto supone para no humillar a nadie.

Alfredo Sanzol afirma: “Una sociedad sin ternura es una sociedad en guerra”.

 

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