Encuentros y desencuentros
La cultura, desde luego, quedó en último término y es obvio que abaratar libros no es promover su lectura, el que no lee no lo hará ni aunque le regalen el libro; que no faltan puntos de lectura, sino que falta socializar la lectura, hacerla un juego y un placer compartido, que quienes la vivan la ejerciten.
Estamos presenciando un momento de ruptura; durante décadas, más allá de los gobiernos en turno, los mexicanos nos impusimos la tarea de lograr un país más democrático, arrancarnos las costumbres clientelares, exterminar el secreto de las decisiones públicas y de los recursos, de fortalecer las instituciones y omitir el culto a los caudillos y a las personalidades. Hoy esa visión está enfrentada.
La reunión masiva en el Zócalo, con todos los elementos de los cultos de la personalidad, además del riesgo sanitario que significó, me lleva a pensar que vivimos una nueva edición del México de las clientelas y los bloques; que la Suprema Corte vote a favor del secreto y no de la transparencia en materia de vacunas y que un nuevo decreto colabore en el mismo sentido, me parece, disminuye el poder del ciudadano y aumenta el del gobierno; la crisis del CIDE es una muestra de que el papel de las instituciones académicas como creadoras de conciencia crítica está siendo cuestionada.
Hace apenas unos días, horas, se terminó la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. Se trata de una organización de promotores de la lectura, escritores y editoriales, públicas y privadas, de ciudadanos y empresas que apuestan por el libro, la opinión y pensamiento; una de las características de la feria es su pluralidad y es que en el mundo de la lectura todo se vale y toda palabra cuenta; en esta ocasión, sin embargo, aparecieron nuevos actores y nuevas prácticas, luego de la ausencia forzada, que nunca fue silencio. Durante la pandemia, los autores aprendieron a acercarse a sus lectores a través de los medios electrónicos, de manera directa, compartieron sus preocupaciones y el goce de la lectura; las editoriales aprovecharon esas coyunturas y el estallido de los clubes de lectura, de las presentaciones y diálogos sobre libros; animó mucho de nuestra vida cultural. Quedó claro, como demostró el informe de la industria editorial, que el golpe fue brutal pero no asesino, que la reconstrucción está siendo más rápida de lo que esperábamos y que ello se debe, sobre todo, a la colaboración entre todos, quienes encontraron en la cultura un medio de salvación en medio de la depresión, la angustia y el miedo. En este fenómeno, los programas de gobierno estuvieron ausentes.
La cultura, desde luego, quedó en último término y es obvio que abaratar libros no es promover su lectura, el que no lee no lo hará ni aunque le regalen el libro; que no faltan puntos de lectura, sino que falta socializar la lectura, hacerla un juego y un placer compartido, que quienes la vivan la ejerciten como parte de un proceso de diálogo, de encuentro y eso, querido lector, es fomentar el espíritu crítico, la práctica de no creer todo lo que nos dicen, comprender que ninguna manifestación multitudinaria es espontánea y que no se celebra a los gobiernos, cuya única tarea es cumplir con sus obligaciones.
El resultado se verá más temprano que tarde, se gestan dos movimientos en el corazón de nuestra cultura, la resistencia ciudadana y el proyecto corporativo; no diré que eso pueda pronunciarse en términos de violencia, pero sí que se está articulando en términos de desencuentro y encono. Poco falta para que las carreras por la Presidencia aumenten la presión sobre los que se sienten dueños de la verdad, de la que parte del dogma y no de la crítica; eso seguramente traerá violencia, porque todo el tiempo que hemos pasado mirándonos unos a otros, a través de la pantalla, ha incrementado la conciencia crítica de muchos grupos y como del mismo modo ya el impacto de las multitudes no son lo que eran, las políticas que no pasan por la acción de los ciudadanos que se ejercita en crítica y también en procesos judiciales de defensa de derechos constitucionales, no pueden garantizar su propia vida ni su efectividad.
En fin, ya veremos, los ciudadanos estamos ya acostumbrados a las volteretas electorales y a vivir en un México donde todo es posible.
Twitter@cesarbc70
