El igualado
Hace ya poco más de 30 años que le pego a la tecla para decir lo que me brota de la cabeza y del corazón, no suelo escribir con el estómago ni con los riñones; menos, con los intestinos, porque, verá el respetable, Alfonso Reyes decía que la pluma es como un ...
Hace ya poco más de 30 años que le pego a la tecla para decir lo que me brota de la cabeza y del corazón, no suelo escribir con el estómago ni con los riñones; menos, con los intestinos, porque, verá el respetable, Alfonso Reyes decía que la pluma es como un cuchillo, lo mismo sirve para labrar un santo de madera que para sacarle las tripas al vecino; también sé que hay quienes –yo incluido– no pueden pronunciar algunas palabras en determinadas circunstancias, porque dejan de ser conceptos, fuentes de diálogo, para convertirse en piedras y boñigas arromadizas
“No sea igualado”, le dijo el legislador al consejero presidente del INE, en ese momento todo el truco se vino abajo.
Córdova Vianello, en estos días de su comparecencia, demostró dos cosas que no pasan por su mejor momento en la vida cultural, social y política de nuestro tiempo: la primera, el sentido de la democracia que no es la ausencia de conflicto, el mayoreo del rebaño o la ausencia de opiniones, la democracia es la forma más inteligente y civilizada que hemos encontrado para dirimir las controversias mediante el intercambio de ideas, la reflexión conjunta y las decisiones mancomunadas, en realidad nace del conflicto, pero es la ruta de su solución, mientras que el agandalle, la desbandada y el apañe colectivo no son sino muestras de una ausencia total de ideas y, como decía el viejo Marx, sin programa revolucionario no hay revolución, y, segundo: la idea del estadista, contra lo que se pudiera pensar: ser político no es ser estadista; políticos somos todos, algunos no pasamos de la grilla de casa y otros se encumbran hasta lo insospechado.
Político es aquel que utiliza el lenguaje y la concertación para alcanzar poder que es la capacidad de tomar las decisiones en última instancia; ser estadista es otra cosa. El estadista se juega el pellejo, a veces en sentido literal, por una institución o por una idea, su imagen y su prestigio valen menos que la causa para la que sirve y en ello encuentra la dimensión de su personalidad. “No sea igualado”, le dijo el político al estadista.
“Ya quisieras”, dijo desde ultratumba mi sabia abuela que no me abandona.
El truco se vino abajo por razones que mejor podríamos explicarnos desde el ámbito de la comprensión social y cultural que desde la propia tenebra de la política, porque, anímese a seguirme, amable lector, si el consejero presidente se hubiera enfadado, hecho berrinche, como los que le hicieron y hubiera abandonado el recinto, entonces se le podría haber acusado de no querer dialogar, luego entonces sería un antidemócrata; si en lugar de exponer razones hasta el cansancio se hubiera enzarzado en responder vituperios y alusiones personales, habría pasado por un sujeto insulso; pero no sucedió, la razón es fácil, la turba no pudo arriarle los palos a un servidor público con visión de Estado y también, por otra razón muy sencilla, el doctor Córdova no iba a defenderse, iba a dialogar sobre el presupuesto del INE, de cuya buena gestión son beneficiarios los mismos que se cansaron de hacer denostaciones, burlas y desfiguros, y es que uno se pregunta si alguien que no cree de verdad que todos somos iguales, con qué caradura se hace pasar por representante popular.
“No sea igualado”, le dijo el representante popular a su representado.
Porque, vamos a ver, si ese camarada, porque se dice de izquierdas, considera que el ciudadano consejero presidente del organismo autónomo que organiza las elecciones no es su igual, ¿qué pensará de nosotros, tristes electores?
Claro que los diputados no tienen la obligación de coincidir con nadie en particular, no tienen por qué compartir la inmunidad de rebaño con nadie si no les da la gana, pero a lo que sí están obligados es a debatir con razones, a encontrar soluciones en contextos democráticos y, sobre todo, están obligados a representar aun a los que no votaron por ellos, a los que piensan diferente, a los que disienten y no se sienten representados ni han encontrado respuesta, la persuasión y el debate son los instrumentos democráticos por excelencia.
En fin, “no sea igualado…”, dijo el político de izquierda que decía luchar por la igualdad.
