Artesanos, no todos los caminos llevan a Ginebra
Fue una semana agitada sin duda, muchos temas que reclamaron atención y algunos de ellos urgentes, la zozobra y hasta el temor invadieron muchos de los espacios; desde luego, como suele suceder, lo importante tuvo que ceder su sitio a lo urgente y los argumentos se ...
Fue una semana agitada sin duda, muchos temas que reclamaron atención y algunos de ellos urgentes, la zozobra y hasta el temor invadieron muchos de los espacios; desde luego, como suele suceder, lo importante tuvo que ceder su sitio a lo urgente y los argumentos se retiraron a sus refugios mientras las imágenes y las imprecaciones ocuparon la plaza pública. En esos días, a invitación del Instituto Nacional del Derecho de Autor (Indautor), me invitaron a participar en el Seminario Regional Virtual sobre Derecho de Autor y Expresiones Culturales Tradicionales, celebrado desde la sede la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), en Ginebra. Lo que viví merece ser conocido.
México sigue presente en la organización, en el movimiento mundial de defensa de los derechos de autor, pero, sobre todo, cuenta con una comunidad de artistas, escritores, juristas y ciudadanos que proponen más allá de los discursos y garantizan que una tradición casi centenaria siga avanzando. No es fácil, menos aún en estos momentos donde, pandemia aparte, la situación del derecho de autor es apremiante por que su signo principal es la incertidumbre.
Existe en México un enorme capital creativo en las comunidades rurales, en los pueblos originarios, en las formaciones civiles urbanas; algunas de sus expresiones se remontan a principios del siglo XX, otras a la era colonial y algunas cuantas han pasado de generación en generación desde tiempos inmemoriales; es necesario ser serios y precisos, hoy el ciclo comercial ha cambiado y la artesanía, siendo deliciosa e impresionante, no constituye el núcleo del gran ingreso, son las corporaciones, los zares de la moda, los productores de la élite de las telecomunicaciones las que crean ingentes riqueza sobre esas bases creativas. Es necesario establecer nuevas reglas, desde nuestros actuales instrumentos jurídicos y administrativos que reviertan esta tensión que continuará y se hará más grave en los años inmediatos por venir, encontrar la combinación ganadora entre la explicación a gran escala, la conservación del espíritu de lo popular, la promoción de la creación desde las comunidades y las ganancias que lleguen a todos los artesanos.
Propuestas ha habido muchas y ninguna pasa por amenazar o sugerir a los grandes productores o a las grandes marcas, eso es invocar la comedia de errores donde nos hemos estado moviendo. Sugerí en ese momento que el Indautor emitiera una especie de denominación de origen —de carácter nacional— como documento probatorio de la titularidad de los derechos de las comunidades que integran el atlas de obras de culturas populares porque si a esas mismas comunidades se les reconocen usos y costumbres y se les llevan otros beneficios económicos, sabemos quiénes son, dónde están y qué hacen, sus líderes son personajes importantes de nuestra vida cultural. Pero se requiere voluntad política, diálogo, incluso con las marcas y los corporativos, se requiere abrir el sistema para que, como se hizo por décadas, entre todos encontremos soluciones inteligentes.
Me conforta saber que Marco Morales, actual director jurídico, encargado de despacho de la Dirección General del Indautor, que lleva vacante muchos meses desde el lamentable fallecimiento de Hugo Contreras Lamadrid, de grata memoria, emprenda estas convocatorias, que pese a las dificultades y a la sequía de recursos mantenga el avance que claro, no parece ser suficiente. Sabiendo de su experiencia y de su capacidad de colaboración, dejarlo que ocupe el cargo que en los hechos ya ostenta; es necesario comprender a través de temas cruciales como éstos que la división entre el Indautor y el IMPI, entre el derecho de autor y la propiedad industrial, no es caprichosa, sino que atiende a la razón de ser de cada uno de esos espacios; que se requiere voluntad política para dar a ambos sectores los mismos recursos, el mismo reconocimiento y el mismo carácter administrativo. Que no podemos dejar dormir a la enorme, gigantesca capacidad creativa reflejada en industrias, comercios y artes que posee nuestro pueblo porque sencillamente parece que no sabemos qué hacer.
Me queda claro que la tradición autoralista en México vive y se mantiene a fuerza del trabajo de los artistas y artesanos, de los abogados especialistas que colaboran con ellos, de los académicos y ciudadanos que aman esas artes y se preocupan por ellos y de una autoridad que lo que requiere es conocimiento, presupuesto y sobre todo, rumbo.
