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Salvar a AMLO

Cecilia Soto

Cecilia Soto

“En política, si ves a tu adversario darse un tiro en el pie, ¿para qué le quieres quitar la pistola?”, dice la exsenadora demócrata Heidi Heitkamp, citada por The New York Times. Y, sin embargo, con todo el pragmatismo y astucia política que contiene este dicho, escribo este artículo con la intención de que el presidente López Obrador no sólo no se dé un tiro en el pie, sino libre el peligro de volarse la pierna. Me refiero, por supuesto, a su intención de viajar a Estados Unidos, a encontrarse con el presidente Trump, con el débil pretexto de la puesta en marcha del T-MEC.

El viaje del Presidente no representa alguna escaramuza de cuyo fracaso pueda alegrarse la oposición. Como ya lo han expresado múltiples voces, no hay manera en la que la visita al presidente Trump no pueda interpretarse como un respaldo del Presidente de México a la campaña para la reelección del actual ocupante de la Casa Blanca. A cuatro meses de las elecciones, todo se lee en Estados Unidos en clave electoral. El Partido Demócrata, después de una sufrida ronda de primarias, ha escogido al exvicepresidente Joe Biden. En el campo republicano, Trump no tuvo rival. La campaña ya la inició oficialmente el propio presidente con el fallido mitin de Tulsa. ¿O será que en realidad el presidente López Obrador prefiere la reelección de Trump, bajo la consigna pragmática de “más vale malo por conocido que bueno por conocer”?

No importa cuánta destreza y cuidado ponga la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) en la negociación de la agenda; tampoco pesan las condiciones que se pretendan imponer a Washington para garantizar la presencia del Presidente mexicano. ¿Pedirán anuencia para visitar a Biden? Lo dudo, pero incluso admitiendo que se usara esa carta, no se juega en suelo parejo y menos con un jugador conocido por respetar reglas. Más aún, suponiendo que la visita saliera relativamente bien, con una presencia discreta en la que figurara también el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, para el equipo electoral republicano las imágenes del saludo bilateral, las alabanzas trumpianas a AMLO, el agradecimiento del presidente mexicano por los ventiladores donados (para lo que bastaría un amable tuit y una cartita en papel membretado), todo eso representa capital político cuyo efecto no termina el día que el mandatario mexicano abandone suelo norteamericano. La visita no tendrá caducidad hasta el día de las elecciones. Hasta el último día, el candidato Trump la usará como mejor le convenga. Recuerdo haber visto un día antes de las elecciones de noviembre de 2016 un spot de Trump en el que figuraba prominentemente el recibimiento presidencial que Luis Videgaray y el presidente Peña Nieto dispensaron a Trump en Los Pinos. Trump ganó el Colegio Electoral por unos 70 mil votos, algunos de estos conseguidos por ese par irredento.

No abundaré en las arriesgadas consecuencias directas para la relación bilateral que traería esa nueva rendición ante Washington, ya sea en el escenario probable que gane el candidato demócrata, Joe Biden, o en el contrario. Ya han abundado en ello diplomáticos y especialistas con más credenciales que yo. Con la posibilidad de la reelección de Donald Trump se juega algo más que un deterioro de la relación y peores condiciones para los migrantes mexicanos y centroamericanos. No exagero al afirmar que se juega la paz mundial, el probable fin de los arreglos internacionales para paliar el cambio climático, el debilitamiento del entramado de instituciones internacionales tan útil para que México pueda defender a los connacionales y pueda negociar con un socio tan desproporcionadamente grande como Estados Unidos. Adiós al Acuerdo de París, adiós a la Organización Mundial de Comercio, adiós a la Agencia Internacional de Energía Atómica, adiós a la Corte Penal Internacional, adiós a la OTAN, adiós a la Organización Mundial de la Salud, por sólo nombrar a algunas de las instituciones repudiadas por Trump.

De resultar reelecto, no habría un incentivo consistente y potente para frenar los impulsos de un hombre ignorante, racista y misógino, cuyo único proyecto es el engrandecimiento personal y que, en palabras de John Kelly, su exasesor en materia de seguridad nacional, “ha hecho de la obstrucción de la justicia un modo de vida”. Sin tener que moderarse para poder ganar votos, ¿qué o quién podría moderar al más antimexicano de todos los presidentes norteamericanos. ¿A ese proyecto que va contra el interés nacional y contra el proyecto de un mundo mejor quiere contribuir con su visita el presidente López Obrador?

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