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La ocurrencia y la consulta

Carlos Elizondo Mayer-Serra

Carlos Elizondo Mayer-Serra

Contrapunto

Si le importara la opinión de la gente, habría un espacio de reflexión sobre las opciones en juego. Se analizaría durante semanas el costo de las alternativas, estando bien definidas las opciones, avalada su respectiva viabilidad, transparente quien haría la encuesta y cómo se hace la consulta. Esto es confiar en el pueblo.

Lo que hay es opacidad e improvisación. La semana pasada, el equipo del gobierno entrante ofreció la conclusión de un estudio de 2013 de la Organización de Aviación Civil Internacional (OACIA) que avalaba la opción de Santa Lucía. Se citó sólo una parte. El estudio concluye: “… entre las opciones contempladas, la más adecuada es la de la construcción de un Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México en el emplazamiento de Texcoco.”

También la semana pasada se les ocurrió traer como opción temporal al Aeropuerto Internacional de Toluca, aunque en la pregunta de la consulta lo vinculan con la decisión permanente de hacer el nuevo aeropuerto en Santa Lucía. Ésa fue la opción de Fox tras el desastroso desenlace de su propuesta de construir el aeropuerto en Texcoco, por la presión de los macheteros de Atenco y ante la mirada cómplice del entonces jefe de Gobierno, López Obrador.

Toluca es disfuncional. Está ubicado a una altura tal que exige un alto consumo de combustible al despegar, frecuentemente con bancos de niebla, lejos y mal comunicado del actual aeropuerto de la CDMX. Nadie quiere moverse de un aeropuerto a otro para hacer un transbordo. Lo más importante de un aeropuerto es su conectividad. Ése es el gran atractivo del NAIM.

AMLO, como todos los humanos, busca información para validar sus puntos de vista, descartando la que es contraria a su visión del mundo. Uno esperaría que sus gobernantes se basaran en procesos más rigurosos para la toma de decisiones. Los expertos en tráfico aéreo han repetido que la opción de Santa Lucía es inviable. Los anunciados estudios para mostrar su viabilidad no han llegado.

Si AMLO opta por cancelar el NAIM habrá herido, quizá fatalmente, a su gobierno. Mandará la señal de que en México un contrato está sujeto a los cambios de humor de sus gobernantes. Son altas las probabilidades de una salida de capitales bajo ese escenario. Serán años de litigio con los afectados. Si el flujo de pasajeros no puede crecer por falta de espacio si se decide la inviable opción de Santa Lucía, los bonos con los que hoy se financia el NAIM no se podrán pagar y tendrán que ser cubiertos con recursos fiscales. Tendremos la muestra permanente del desperdicio del nuevo gobierno en las obras que ya tienen en promedio un avance de 30 por ciento, como las pistas, una de las cuales ya casi está lista, así como parte del edificio principal, con sus altas columnas centrales en forma de cono invertido. Cien mil millones de pesos en obras tirados a la basura, como reconoce el futuro secretario de Comunicaciones y Transportes.

El NAIM está financiado fundamentalmente por el flujo de pasajeros actuales y futuros. No es cierto que requiera para el siguiente año 80 mil millones de pesos de recursos. Sí, tiene un sobrecosto, pero es mayor el del tren a Toluca, financiado en su totalidad con recursos fiscales, y como lo tendrá el Tren Maya.

En mi optimismo tecnocrático respecto a la racionalidad necesaria en la toma de decisiones, creo que AMLO terminará por continuar con el NAIM, y hasta dirá que es un demócrata que escucha al pueblo. Pero incluso en ese escenario habrá exhibido la ocurrencia y la discrecionalidad como método de gobierno. Por ejemplo, para AMLO, su Tren Maya no requiere consulta porque, según una encuesta no pública citada por él, 80 por ciento está a favor de su construcción. Pues bien, según la última encuesta de Consulta Mitofsky, entre quienes contestaron la pregunta, 70.5 por ciento está a favor del NAIM y 29.5 a favor de Santa Lucía. ¿Dos varas distintas para temas similares?

En lugar de sacarle provecho a una obra en curso que es el resultado de décadas de análisis, de mejorarla, ahorrar lo más posible, sancionar actos de corrupción si se detectan, y lograr que se termine cuanto antes para tener un buen aeropuerto en la capital, el futuro gobierno ha gastado su tiempo en inventar opciones. Ya López Obrador nos dirá sus deseos, aunque celebrará al sabio pueblo como responsable del futuro de la conectividad aérea del país.

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