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La tragedia de la contrarreforma educativa en México

Arturo Zamora

Arturo Zamora

Escaño abierto

Si no fuera trágica la relación entre el gobierno de la República y la verdadera contrarreforma educativa, sería cómica. La contrarreforma es trágica para el Presidente de la República, su partido, sus legisladores, su secretario de Educación, su gabinete de Gobernación, los cientos de miles de niños y padres de familia afectados por los innumerables paros de la CNTE y los buenos profesores y profesoras que quieren trabajar a favor de la niñez y desarrollarse profesionalmente.

La tragedia comenzó durante la campaña, cuando el candidato a la Presidencia de la República de Morena ofreció y se comprometió, una y otra vez, con todas sus letras, en innumerables mítines, todos los debates presenciados por la nación entera, a derogar, echar abajo, dejar sin efecto, cancelar, abolir “la mal llamada Reforma Educativa”.

La táctica electorera, el cálculo salvajemente pragmático le funcionó, acarreándole miles y miles de votos de los maestros militantes, simpatizantes o subyugados por la CNTE en los estados del sur-sureste, donde sobresalen los índices de pobreza, baja escolaridad y pobres niveles de desempeño de educandos y maestros.

El precio del pacto de asociación electoral significó decenas de diputados federales y senadores y muchos cargos locales concedidos a la Coordinadora en adelanto a tan lamentable acuerdo.

Por ello, a escasos 19 días de instalada la actual Legislatura federal, el coordinador de los diputados, Mario Delgado, declaró que de la “mal llamada Reforma Educativa, no va a quedar ni una coma”.

Fue así como luego de muy expeditas consultas públicas, el Presidente de la República firmó, el 12 de diciembre de 2018, la iniciativa de (la verdadera, debemos decir) Reforma Educativa, cuya principal característica, nos dijeron, era “no ofender a los maestros”, eliminar el “sentido punitivo” que tenía y jamás volver a despedir a un profesor, amén de desaparecer al instituto autónomo de evaluación y otras concesiones, lo que llevó al Presidente a declarar: “compromiso cumplido”.

No contentos con ello, varias secciones de la CNTE se dedicaron luego a bloquear carreteras, vías férreas y a tomar los recintos de las cámaras de diputados y senadores, impidiendo sesionar, hasta que la mayoría parlamentaria de Morena y sus aliados lograron aprobar un dictamen en comisiones, sin poder pasarla a discusión del pleno, esperando enviarla luego a la colegisladora.

Tan es así que este fin de semana, en gira por Campeche, el Ejecutivo anunció que está dispuesto a derogar por decreto la Reforma Educativa de 2012, esto es, volver las cosas al estado que tuvieron en 1990, dos décadas atrás y que volvería a “federalizarse” (centralizarse, más bien), la nómina.

O sea que el Ejecutivo pretende, a la nueva voz de “que Reforma Educativa ni que nada”, responder a una arbitrariedad con un decreto de derogación que sería, a su vez, anticonstitucional, con lo que no hará más que envalentonar a la CNTE en su pretensión de controlar las plazas a su antojo. Veremos cuál es el desenlace de este drama, del que pende el futuro de nuestra niñez y juventud.

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