LOS ÁNGELES.
La primera crisis migratoria del presidente Joe Biden ya comenzó.
Miles de familias se han acercado a la frontera suroeste en las últimas semanas impulsadas por las expectativas de una recepción más amable y por un cambio en la política mexicana que hace más difícil que Estados Unidos expulse a algunos migrantes.
Más de mil personas que habían sido detenidas tras cruzar han sido liberadas en los últimos días.
Se trata de un cambio veloz respecto del cierre casi total de la frontera del gobierno de Trump.
Como medida de protección contra el coronavirus, las autoridades sanitarias de San Diego han organizado el alojamiento de cientos de migrantes en un hotel del centro de la ciudad, donde los ponen en cuarentena antes de permitirles reunirse con sus familiares o amigos en el interior de Estados Unidos.
En Texas no existe un requisito de cuarentena similar para los migrantes que llegan al país sin síntomas de coronavirus.
Ha habido un aumento significativo de solicitantes de asilo y sabemos que el número sólo va a seguir aumentando drásticamente”, comentó Kate Clark, directora de servicios de inmigración del Servicio Familiar Judío de San Diego.
Este incremento supone la primera gran prueba de la promesa de Biden de adoptar una política menos severa en la frontera.
Hay que reconocer que el gobierno de Biden se ha apegado a su compromiso de abordar las condiciones que desarraigan a los centroamericanos, pero éste será un proceso a muy largo plazo y, mientras tanto, la gente se ha visto obligada a huir”, comentó Donald Kerwin, director ejecutivo del Centro de Estudios sobre Migración.
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