El reto de crear en 100 horas: los engranajes detrás de Autómata
El director revela los detalles más crudos y fascinantes del proceso técnico y humano que dio vida a su cortometraje; cómo todo se alinea... hasta el cielo
Fade in.
Parte 2: Un viaje técnico y emocional a las entrañas de Autómata
La conversación sigue su curso, y la historia detrás de Autómata comienza a tomar forma.
Hemos terminado el desayuno y la sobremesa se extiende de manera natural. El café sigue humeando entre nosotros, y el murmullo de las conversaciones alrededor parece pausarse por un instante mientras Héctor Iturbe describe los desafíos más grandes que enfrentó.
El director revela los detalles más crudos y fascinantes del proceso técnico y humano que dio vida a su cortometraje. La primera parte de nuestra charla se había centrado en el caos urbano y la dualidad de la Ciudad de México como fuente de inspiración, pero ahora es el momento de sumergirnos en las entrañas del proyecto: las 100 horas de rodaje, la edición contrarreloj, los múltiples detalles y el equipo que hizo posible esta historia.
El caos de la ciudad y el método de creación
“La ciudad, evidentemente, es una ciudad que se ha construido a pedazos, a golpes y a madrazos, literalmente”, comienza Héctor Iturbe al hablar sobre la capital del país, cuya esencia capturó en su cortometraje. Su tono es reflexivo y directo, dejando claro que su conexión con la ciudad va más allá de un simple retrato visual. “Es una ciudad que no tiene planes, que simplemente se ha hecho cada vez más grande”. A Héctor le fascina cómo la ciudad parece haberse adaptado sin una estructura clara, una especie de organismo que responde a lo inmediato, lo urgente. “Parece que a nivel gubernamental la estrategia es ir descubriendo los baches y taparlos. No creo calles en las que no se generen baches, sino que voy tapando los baches que se van generando: ‘Ya hay un bache acá, ponle cemento; ya hay otro bache allá...’”.
Esa falta de cohesión, ese crecimiento desmedido sin un plan claro, fue una de las principales motivaciones para crear Autómata. Héctor vivía diariamente este caos desde su ventana, donde veía una ciudad en constante movimiento. “Veía acciones que las personas hacen, algunas inspiradoras, como ayudar a un desconocido; de pronto, también situaciones horribles, como escuchar choques afuera de mi casa”, nos contó en la parte uno de esta entrevista. Esta mezcla de caos y humanidad es lo que lo llevó a plasmar una visión de la ciudad como una maquinaria imparable, un “autómata” que no se detiene.
La creación de Autómata no fue una idea espontánea. Héctor confiesa que se autoimpuso el reto de desarrollar el concepto en un corto periodo de tiempo. “Me puse este reto de decir: ‘Ok, voy a hacer esta carpeta, voy a concretar este proyecto y a poder aterrizarlo en estas dos o tres semanas’”. Héctor trabajó junto a su colega y amigo JC Medina, para dar forma a la historia. “Él era mi roomie, vivíamos juntos, y todos los días salíamos del departamento y nos íbamos a un estudio en Nativitas. Ahí empezamos a trabajar ideas... ideas”. Héctor fundó hace seis años la casa productora Ágora Records, y este espacio, una casa abandonada convertida en estudio, se convirtió en el lugar donde Autómata empezó a tomar vida.
“Desde que entré a esa casa, le vi un potencial enorme”, recuerda Héctor. La conexión entre el espacio físico del estudio y la ciudad misma parecía alimentar el proyecto. Las discusiones diarias con JC durante el trayecto al estudio los hacían reflexionar sobre el documental. “JC ha sido el escritor de los cortometrajes que he hecho; hemos trabajado muy de la mano. Él es antropólogo, con un background social, político y cultural muy presente. Yo, por mi parte, estudié comunicación y me enfoqué al cine y la producción. Siempre hemos sido una mancuerna interesante”.
El origen de ‘Autómata’: la ciudad como máquina inagotable
El concepto de la ciudad como un autómata se reveló durante una de estas conversaciones. “De pronto, surgió el nombre: Autómata. Pensar en la ciudad como un gran mecanismo, una gran herramienta compuesta por muchos engranajes interconectados”, explica Héctor. La idea de que la ciudad funcionara como una máquina precisa, donde todo embona de manera perfecta, comenzó a tomar forma en sus mentes. Sin embargo, también se dieron cuenta de que, a pesar de esa apariencia de perfección, había algo que no cuadraba. “¿Qué pasaría si un día todas las personas se ponen de acuerdo y deciden no salir a trabajar?”, se preguntaban. Esa imagen de la ciudad colapsando sin sus habitantes le dio un enfoque único a la narrativa del cortometraje.
La ciudad que nunca se detiene, en la que millones de personas se levantan antes del amanecer para atravesar grandes distancias y cumplir con largas jornadas de trabajo, fue un tema clave para Héctor. “Ver la ciudad desde otra óptica, la cotidianidad desde otra perspectiva, fue algo que me motivó mucho a plasmar lo que quedó en el documental”. Para él, la ciudad no es solo un escenario, sino un reflejo de las dinámicas humanas, de las vidas que se entrelazan diariamente en un ciclo repetitivo pero necesario.
El desafío de las 100 horas
El proceso de creación de Autómata también estuvo marcado por el tiempo limitado para producirlo. “El reto era grabar y editar todo en cien horas, lo cual es un tiempo muy limitado. Normalmente, estos procesos pueden tomar meses o incluso años”, admite Héctor. Cuando finalmente decidieron que el nombre del cortometraje sería Autómata, todo comenzó a cobrar sentido. “Escribimos el proyecto en muy poco tiempo, teníamos la última semana para enviarlo”. Con un plan ambicioso que incluía numerosas locaciones en toda la ciudad, Héctor y su equipo se embarcaron en una odisea que los llevaría a capturar la esencia de la Ciudad de México en solo 10 minutos y 31 segundos de filmación.
Este proceso creativo, apurado por el tiempo y las circunstancias, forzó a Héctor a tomar decisiones rápidas y precisas. "Había varias opciones: una de las primeras ideas fue hacer entrevistas, pero decidimos que podíamos llevarlo más allá". Optar por un documental sin diálogos, donde el espectador fuera quien interpretara las imágenes, se convirtió en la clave para transmitir el mensaje que deseaban.
Afuera, el bullicio de la ciudad parece detenerse un poco, pero en nuestra mesa, la calidez de la charla fluye como una mañana tranquila.
“El rally fue una locura”, confiesa Héctor Iturbe, con una sonrisa que mezcla satisfacción y cansancio, al recordar cómo enfrentó uno de los desafíos más grandes de su carrera hasta ese momento: crear un cortometraje en solo 100 horas como parte del Reto Docs CDMX. No era su primera vez enfrentándose a un reto de esta naturaleza, pero Autómata representaba algo especial. "Yo sabía que no quería hacer algo sencillo. Desde el principio tenía claro que quería aprovechar cada segundo. Quería que esas 100 horas fueran un viaje intenso, tanto para mí como para el espectador.”
El desafío de crear un cortometraje en 100 horas no era simplemente una cuestión de tiempo, sino también de organización y coordinación. Héctor y su equipo debían planificar cada detalle con precisión quirúrgica. "Hicimos la carpeta en tres semanas, pero la ejecución fue lo más difícil", recuerda Héctor, aludiendo al arduo proceso de preproducción. Filmaban en varias locaciones dentro de la Ciudad de México, y Héctor sabía que el rodaje en una ciudad tan caótica sería un reto en sí mismo. “Filmar en Ciudad de México es siempre complicado por el tráfico, los permisos y las condiciones climáticas”, explica. "Todo tenía que salir bien, porque no había margen de error. No teníamos ni tiempo ni recursos para volver a grabar algo".
Durante esos días, Héctor vivió lo que se describe como una odisea creativa. "Era como si el tiempo se hubiera comprimido", cuenta, sonriendo al recordar la intensidad de la experiencia. “No podías dormir, no podías detenerte. El tiempo te estaba comiendo vivo, pero eso nos obligaba a tomar decisiones rápidas y seguir nuestro instinto”. Héctor menciona que esta presión constante lo empujó a dejar de lado las dudas y confiar más en su intuición creativa. “Llegaba un punto en el que ya no podías darle vueltas a las cosas. Lo que tenías en ese momento era lo que tenías que usar. Y aunque era estresante, también fue liberador. Aprendí mucho de eso”.
Las condiciones extremas de tiempo y recursos limitados llevaron a un proceso de edición en el que Héctor apenas durmió. “Rafael y yo no dormimos. Nos la llevamos de largo”, confiesa, refiriéndose a Rafael Ávila, el diseñador de sonido. El proceso de edición fue intenso, pero Héctor sabía que cada segundo contaba. "Estábamos a una hora de entregar, y seguía editando. Era una locura", recuerda, consciente de que en esos momentos de desesperación creativa es donde surgen las decisiones más audaces.
Pero hagamos una pausa técnica.
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Sinopsis de Autómata: Ciudad en Movimiento
Autómata es un cortometraje documental que retrata la Ciudad de México como un ser vivo en constante movimiento, donde cada uno de sus habitantes forma parte de un mecanismo mayor. Con un enfoque visual y sonoro potente, el filme nos sumerge en la vida urbana, en su caos y en sus rutinas cotidianas. A través de un viaje de 10 minutos y medio, sin diálogos, la narrativa sigue los pasos de un personaje que atraviesa la ciudad mientras enfrenta el incesante flujo de gente, mercancías y sonidos. El documental captura cómo la vida urbana se articula a partir de millones de pequeñas acciones que, juntas, crean una metrópolis en constante transformación. Es un testimonio visual y auditivo que invita a reflexionar sobre las dinámicas sociales, la gentrificación y el trabajo interminable que mueve a la ciudad.
Equipo de Producción de Autómata: Ciudad en Movimiento
Dirección y Fotografía: Héctor Iturbe
Héctor no solo dirigió, sino que también se encargó de capturar la esencia de la ciudad detrás de la cámara, logrando una sinergia perfecta entre imagen y narrativa.
Diseño Sonoro: Rafael Ávila
Con tan solo 25 años, Rafael se encargó de crear una atmósfera sonora envolvente, donde los sonidos de la ciudad se convierten en protagonistas. Grabado en estéreo con dos micrófonos, el diseño sonoro complementa y potencia la experiencia visual.
Guión y Asistencia de Dirección: JC Medina
Como colaborador cercano de Héctor y su compañero de casa, JC aportó su formación en antropología para desarrollar un guion que refleja las complejas dinámicas sociales de la ciudad.
Diseño de Producción: Ricardo Pérez
Responsable de la planificación y organización del rodaje, Ricardo garantizó que la producción fluyera sin contratiempos, incluso en locaciones tan complejas como la Central de Abastos.
Casa Productora: Ágora Records
Fundada por Héctor Iturbe, esta productora independiente fue la base operativa del proyecto, facilitando los recursos necesarios para llevar a cabo la visión del director.
Prosigamos.
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El eclipse que no estaba en el guión
Dentro de la vorágine de esas 100 horas de filmación, hubo un momento que Héctor Iturbe nunca olvidará: el día que un eclipse solar coincidió con el rodaje de Autómata. "Eso no estaba en el guión", relata Héctor, sorprendido por la coincidencia que vivió junto a su equipo el 14 de octubre de 2023. "Estábamos filmando y de repente, boom, un eclipse. Era algo que no podías evitar. Decidí que tenía que usarlo. No puedes ignorar algo tan increíble". Su decisión de integrar este fenómeno en la narrativa visual fue tan espontánea como acertada.
Y además, llegó en el momento oportuno. Aquí narra Héctor otra de los segmentos fundamentales --que todos lo son-- del cortometraje.
"Tlatelolco, a mí por ejemplo, yo fue la primera vez que fui a Tlatelolco cuando fui a grabar, y a mí el estar en ese espacio me impactó de una forma brutal, me transformó, me transgredió, yo lo que te digo, no solamente al yo exponerlo, sino desde que yo lo estaba realizando, ya estaba siendo yo transgredido por la realidad, que fue avasalladora, me superó, me implicó en muchos sentidos, hubo muchas cosas que no estaban en mi control, o sea, se atravesó un eclipse en México en esos días, justo el fin de semana que se grabó Automata, hubo un eclipse que se vio en Ciudad de México, ahí se ve, aparece, y justo por ejemplo, eso no estaba en el guión, eso no estaba en la carpeta, pero era algo que iba a ser una realidad, que iba a transgredir mi llamado, mi día de filmación, entonces yo dije, ¿qué hago? o lo evito, o lo incluyo, y dije, esto tiene que jugar, esto es único, va a quedar registrado y es algo único", dice, la emoción encendida en el rostro.
El eclipse no solo fue un evento inesperado, sino que añadió una capa simbólica a la historia. "Todo se alinea de una manera que no puedes controlar, y eso es hermoso", reflexiona Héctor. La aparición de este fenómeno cósmico dio una dimensión más profunda al tema central del documental: el movimiento perpetuo de la ciudad, enfrentado a las fuerzas imprevisibles de la naturaleza. A veces, la ciudad misma te da los elementos que necesitas sin que tú los busques, resaltando la magia de los documentales y cómo la vida en ocasiones te sorprende con cosas que nunca esperaste.
La irrupción del eclipse en medio del caos urbano reforzó la idea central de Autómata: la ciudad, aunque desordenada y caótica, es un organismo vivo y dinámico, que sorprende y transforma incluso a quienes la habitan y documentan.
La Central de Abastos: improvisación temor controlado
Uno de los escenarios más icónicos y complejos que aparecen en Autómata es, sin duda, la Central de Abastos. Como mercado mayorista más grande de Latinoamérica, su envergadura y ritmo frenético lo convierten en un microcosmos perfecto del caos organizado que Héctor Iturbe buscaba capturar en su cortometraje. Sin embargo, rodar en este lugar fue todo menos sencillo. Héctor recuerda cómo la falta de permisos casi les costó el día de grabación. "Cuando llegamos a la Central, de inmediato nos topamos con la policía interna. Nos dijeron que no podíamos grabar sin los permisos correspondientes, y para colmo, era domingo, estábamos literalmente contra el reloj", relata Héctor, quien aún rememora esa jornada con una mezcla de estrés y admiración por lo que finalmente lograron en esas horas críticas.
Lejos de entrar en pánico, Héctor y su equipo encontraron una solución rápida y creativa. "Estábamos afuera, esperando, pero no podíamos simplemente quedarnos ahí sin hacer nada", recuerda. Mientras uno de los asistentes de producción se encargaba de gestionar los permisos necesarios de manera exprés, Héctor y su equipo decidieron sacar provecho del tiempo. "La Central es un lugar que vibra con energía. Así que comenzamos a grabar desde la vía pública, capturando todo lo que podíamos con el equipo que teníamos a mano", comenta con entusiasmo.
Lo hicieron "a la sorda"; es decir, con la cámara sostenida a la altura de las rodillas como si estuviese apagada.
Las imágenes que lograron capturar en esos momentos improvisados resultaron ser mucho más valiosas de lo que Héctor había imaginado. Las tomas espontáneas del ir y venir de los diableros, el movimiento imparable de los camiones, y la energía desbordante de la Central terminaron siendo algunas de las escenas más memorables de todo el cortometraje. “Las tomas de los diableros, los camiones avanzando pesadamente entre los pasillos, el ritmo frenético de los trabajadores y comerciantes… todo eso surgió de la nada, sin haberlo planeado", admite Héctor, quien, a pesar de las circunstancias adversas, reconoce que esos momentos de improvisación le aportaron algo único al corto. "Y esas imágenes, que parecen tan caóticas, terminaron convirtiéndose en las que más me conectan con el alma de la Central”, confiesa Héctor, satisfecho.
Una toma sobre ruedas
Uno de los momentos más icónicos y memorables de la filmación en la Central de Abastos ocurrió cuando decidieron montar la cámara sobre un diablito, el carro metálico utilizado por los mecapaleros para transportar mercancías. "Era una locura. En medio del caos, montamos la cámara sobre el diablito y seguimos a un diablero a través de la Central", cuenta Héctor. "Lo seguimos mientras hacía su trabajo, recorriendo el mercado como si estuviéramos en un paseo guiado por el caos". Esta toma, que nunca habría podido ser planeada de antemano, capturó la esencia del lugar de una manera sorprendentemente efectiva.
La cámara, montada sobre el diablito, iba grabando cada detalle, desde las risas de los trabajadores hasta el constante movimiento de las mercancías. “Recuerdo que incluso los propios diableros se acercaban curiosos, queriendo que los grabáramos", relata Héctor. “‘Grábame, grábame’, nos decían, y nosotros encantados de hacerlo. Esa interacción con ellos fue algo mágico. Fue un momento de camaradería que no esperábamos”. La secuencia resultante es un retrato dinámico y lleno de vida de la Central de Abastos, con la cámara deslizándose por los pasillos en medio del caos cotidiano del mercado.
Lo que surgió de ese caos fue una representación fiel de lo que es la Central de Abastos: un mar de movimiento, energía y trabajo. “Esa toma del diablito, el pasar por los pasillos llenos de cajas, con la cámara casi volando, realmente capturó esa idea de la ciudad como un autómata en movimiento perpetuo. Fue uno de esos momentos donde el caos se convierte en arte”, reflexiona Héctor, satisfecho con cómo la improvisación se convirtió en una herramienta creativa clave para capturar la esencia de este espacio.
Una fuente de riqueza visual
Héctor admite que, inicialmente, llegó a la Central de Abastos con ciertos prejuicios y temores sobre lo que podría enfrentar durante la filmación. “Pensé que iba a ser el lugar más difícil de filmar", confiesa. "Llegué con la idea de que sería un reto enorme por el tráfico, la cantidad de gente, y que tendríamos que cuidarnos mucho". Pero, para su sorpresa, la experiencia fue completamente diferente. "Lo que encontré fue lo contrario. La gente fue increíblemente cálida, nos recibieron con los brazos abiertos", añade.
Esta calidez y espontaneidad de los trabajadores de la Central fue una de las mayores sorpresas del rodaje, y terminó aportando una riqueza cultural inesperada al cortometraje. "Lo que más me impresionó fue cómo, a pesar de ser un lugar tan caótico, lleno de ruido y movimiento, había una calidez humana increíble. La gente estaba dispuesta a ayudarnos, a formar parte del proyecto, y eso se ve en cada toma", comenta Héctor, claramente agradecido por la colaboración que recibió del personal del mercado.
Al final, la Central de Abastos se convirtió en un personaje más dentro de la narrativa de Autómata. Sus pasillos interminables, su atmósfera vibrante y los personajes coloridos que la habitan lograron reflejar, de manera poderosa, el corazón de la Ciudad de México: una urbe que nunca se detiene. Gracias a la decisión de no detenerse ante los obstáculos y de permitir que el caos dictara parte de la narrativa, Héctor y su equipo lograron capturar una de las secuencias más potentes y auténticas de su documental.
El cierre en reversa: un recurso nacido de la urgencia
La edición de Autómata fue otro reto enorme. Héctor y su equipo apenas durmieron en los días finales del rally, intentando ensamblar todas las piezas del corto antes de la fecha límite. “La edición fue una carrera contra el tiempo. Estábamos en el límite, con muy pocas horas para entregar. Recuerdo que Rafael y yo nos la llevamos de largo, sin parar, intentando encontrar la manera de cerrar la historia.”
Uno de los recursos que surgió durante esas últimas horas fue el uso de escenas en reversa. “Al principio no estaba planeado, pero mientras editábamos, me di cuenta de que quería que el corto regresara al punto de partida. Quería que el personaje volviera a su taller, como si todo lo que acababa de vivir fuera parte de un ciclo interminable. Es un día más en la vida de la ciudad, en la vida de este hombre.”
El uso del “rewind” le dio al corto un cierre simbólico. “La ciudad es como una máquina que nunca se detiene, y el personaje es parte de esa máquina. No importa lo que suceda, siempre vuelves al punto de partida. Es un ciclo interminable, como la propia ciudad.”
La luz suave que entra por las ventanas dibuja sombras en el mantel, mientras las palabras de Héctor llenan el espacio con una serenidad inesperada.
Héctor desmenuza una de las decisiones más interesantes en la edición de Autómata: cómo transmitir la fatiga, el peso del día a día en la ciudad. “¿Cómo le doy esa pesadez a la imagen? ¿Cómo hago que se sienta pesada?”, me cuenta, mientras explica la lógica detrás de su elección narrativa. No quería que el espectador solo viera la travesía del personaje, sino que la sintiera en carne propia. “Que te sientas cansado, que te sientas agotado, como si ya hubieras vivido toda una odisea gigante”.
Para lograr esto, utilizó un recurso que parece simple, pero que resulta esencial: esa secuencia en reversa que repite varias de las imágenes del principio. “Va para atrás, para atrás, y de pronto vemos algunas de las escenas del inicio”. Este detalle no es solo un capricho técnico; Héctor lo ve como la clave para desentrañar el caos inicial. “Si alguien no entendió los primeros nueve minutos, con este minuto le va a entender a los otros nueve”, asegura, convencido de que ese cierre cíclico es lo que permite que la historia cobre sentido.
Y tiene razón, el cierre es absolutamente demoledor.
Y es que el corto juega deliberadamente con el desconcierto. “Al principio no sabes qué está pasando. Imágenes, flashes, realidades… ¿por qué hay gallinas? ¿por qué hay un señor? ¿qué está haciendo? Tráfico, edificios... ¿qué me estás diciendo?”, recuerda Héctor, consciente de que la confusión inicial es parte de la experiencia. Pero es esa vuelta en reversa la que cierra la narrativa de Autómata, un regreso al taller que deja claro que, aunque todo parezca caótico, la ciudad y sus habitantes siguen adelante. “Dando a entender que va un día más. No importa todo lo que suceda en esta odisea, regresas al mismo punto de partida”, dice, describiendo cómo su personaje vuelve a las cinco o seis de la mañana, a la rutina de siempre: café en mano, de vuelta a un trabajo que parece no tener fin.
Héctor reflexiona sobre el ciclo interminable del trabajo. Para él, la rutina cotidiana en la ciudad es una metáfora del esfuerzo humano que nunca se detiene. “El trabajo humano es algo que no acaba. Yo creo que el día que las personas dejen de trabajar es el día que se va a acabar la humanidad”, sentencia, subrayando que la ciudad, como los seres que la habitan, está en constante movimiento, en una suerte de ciclo perpetuo.
Hora cien.
Los aprendizajes del caos
El rodaje en condiciones tan extremas y con un tiempo tan limitado dejó una huella imborrable en Héctor como cineasta. “Definitivamente, este corto marcó un antes y un después en mi carrera”, comenta, consciente de que cada decisión tomada bajo presión lo llevó a nuevos aprendizajes y enfoques creativos. “Es un rally no solo contra el tiempo, sino contra todo. Contra ti mismo, contra el cansancio, contra los imprevistos de la ciudad”. Para Héctor, las 100 horas representaron mucho más que un reto técnico. “A fin de cuentas, esta experiencia me reafirmó que quiero seguir haciendo cine. Y no solo cortos; mi interés ahora está en hacer largometrajes”. Pero también reconoce que Autómata le permitió visualizar temas que podrían estar presentes a lo largo de su carrera. “Creo que este cortometraje refuerza esa visión que tengo de seguir contando historias que no solo sean arte por el arte, sino que hablen de lo social, que sean un aporte, que generen preguntas”.
Para Héctor, el cine es una herramienta poderosa para hablar de los problemas sociales y culturales que afectan a la ciudad. “La gentrificación, la migración, la desigualdad... son temas que están ahí, son parte de nuestra realidad. Autómata no pretende dar respuestas, pero sí quiere plantear preguntas. ¿Qué estamos haciendo con nuestra ciudad? ¿Cómo podemos mejorarla? ¿Qué papel jugamos cada uno de nosotros en ese proceso?”
Con 29 años, Héctor Iturbe ha demostrado ser un cineasta comprometido con el cambio social. Autómata es solo la continuación de una carrera que, sin duda, seguirá explorando las complejidades de la vida urbana y las historias que nacen de ella. Mientras Héctor se prepara para nuevos proyectos, queda claro que su mirada sobre la ciudad, el cine y la vida está apenas comenzando a desplegarse en la pantalla.
Entre sorbos de café y sonrisas relajadas, el ambiente se torna cada vez más íntimo, como si el tiempo en ese rincón de la ciudad decidiera pausarse por un momento.
Porque falta charlar sobre las palabras: reconocimiento y futuro. Que se ve prominente.
Fade out.
Un viaje a las entrañas de 'Autómata', una Ciudad en MovimientoAutómata, un impactante viaje del caos urbano a los escenarios globales
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