Un viaje a las entrañas de 'Autómata', una Ciudad en Movimiento

Observar en 10 minutos y medio lo que un equipo creador puede lograr en un reto cinematográfico, con este resultado, es fascinante; más lo es conversar con su director, Héctor Iturbe

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Cinco, cuatro, tres, dos... 


Parte 1: El cine como reflejo de la ciudad y la vida cotidiana

El despertar de la ciudad: caos, ruido y engranajes

Nos sentamos en una mesa al centro del Toks de Miramontes. El ruido de las tazas al chocar con los platos y el murmullo de las conversaciones circundantes crea el ambiente perfecto para hablar sobre el caos urbano. Héctor Iturbe y yo esperamos el desayuno, serenos pero ansiosos por entrar en tema. "La ciudad nunca duerme", dice con una sonrisa leve, casi como si hubiera aprendido a aceptar esa realidad después de años de pelear contra ella. Mientras la mesera trae un par de enfrijoladas veracruzanas, la conversación comienza a desgranarse. 

Mala costumbre, hablamos de temas satélites antes de entrar en fondo y forma; la conversación fluye entre sorbos de café y la última enfrijolada que queda en el plato. Ambos personajes, cineasta y reportero, parecen entender el ritmo de una misma escena, compartiendo una visión crítica sobre la ciudad y la vida que en ella transcurre. Pero entonces, una frase corta el aire y marca el verdadero inicio de lo que será el relato.

"Lo primero —digo, con una pausa calculada— que exclamé al terminar de ver Autómata fue: ‘...Estremecedor’".

Héctor sonríe, como si la palabra tocara justo el punto que había buscado. “Esa era la intención”, dice, su voz adquiriendo un tono más serio.

--No esperas que suceda lo que sucede en las últimas tomas.

--Es fuerte, te golpea --agrega; nos detenemos, como si ambos estuviéramos de nuevo en ese momento final del corto, procesando lo que se revela en la pantalla.

Me quedo pensando en cuántas imágenes se pueden ver en 10 minutos y medio, cuántos segundos le toma a un cineasta condensar la vida entera de una ciudad en ese breve lapso de tiempo. “Diez minutos treinta”, repite Héctor, midiendo cada segundo con la precisión de un relojero. "Es impresionante cómo, con tan poco tiempo, logras plasmar algo tan complejo". Le pregunto: ¿Cómo surge la idea?

Su respuesta viene sin titubeos, casi como si hubiera estado esperando esa pregunta toda la mañana. “Híjole, yo creo que viene de dos lados. Por un lado, tenía una necesidad interna de narrar una historia de la Ciudad de México. Había algo en la ciudad y también en mi vida, en lo que estaba pasando en ese momento. Tenía una necesidad muy profunda de hablar sobre la ciudad, de retratarla, criticarla, enaltecerla, juzgarla”.

Cuéntanos, entonces. 

Iturbe, director de Autómata: Ciudad en Movimiento, confiesa que el proyecto surge casi como una necesidad visceral. “Yo vivía sobre Eje 8 Sur y Tlalpan”, recuerda, “y ahí fue cuando todo empezó. Es una vialidad monstruosa, camiones, tráileres, autos sin descanso. Al principio, pensé que podría tolerar el ruido. Dije: ‘bueno, no creo que sea tan malo’. Pero después de unas semanas me di cuenta de algo: la ciudad no descansa, la ciudad nunca duerme”.

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Pòster de la película

Esa experiencia fue el germen de lo que se convertiría en Autómata. Héctor describe cómo, desde su ventana, podía observar la vida pasar como si se tratara de una pantalla, un cuadro vivo que cambiaba cada minuto, pero nunca cesaba. “Era impresionante ver cómo, aunque fuera de madrugada, siempre había algo en movimiento. Coches pasando, luces de neón parpadeando, gente caminando o corriendo. Era como si la ciudad misma fuera un ser vivo, un autómata que jamás se apaga”.

Esa imagen, la de un autómata en constante funcionamiento, fue la que guió la construcción narrativa del cortometraje. La Ciudad de México, un complejo engranaje compuesto por millones de piezas, cada una desempeñando un rol, interconectadas pero autónomas. "Me di cuenta de que la ciudad es como una máquina gigantesca", comenta Héctor mientras toma un sorbo de café. "Cada pieza tiene su lugar, cada engranaje es crucial para que todo funcione, pero al mismo tiempo, todo parece fuera de control. Es caos, pero un caos organizado".

El cortometraje, de poco más de diez minutos, busca capturar precisamente esa dualidad: una ciudad que no descansa, pero que, de alguna forma, sigue funcionando. Héctor menciona que una de sus mayores influencias fue la manera en que la urbe lo envolvió en su día a día, cómo no pudo escapar del bullicio, y eso se tradujo en una necesidad de contar su historia. “Había algo en la ciudad que me atravesaba... necesitaba hablar de ella, retratarla, exponerla y criticarla”, dice, y con esa declaración queda claro que Autómata no es solo un retrato urbano, sino una crítica.

Un autómata que nunca se detiene: la metáfora de la Ciudad de México

El concepto del autómata, dice Héctor, no es accidental. “La ciudad es como un reloj: cada parte tiene su función, cada engranaje tiene su propósito. Pero al mismo tiempo, a veces parece que todo está a punto de desmoronarse”, reflexiona mientras deja caer la cuchara sobre el plato vacío. En Autómata, la Ciudad de México es personificada como una máquina en movimiento perpetuo, con todos sus habitantes desempeñando un papel en este ciclo interminable.

Pero, a diferencia de una máquina perfecta, la ciudad tiene grietas. La falta de planeación, el crecimiento desmedido y los problemas sociales que persisten debajo de la superficie crean un contraste fascinante con la idea de un mecanismo bien ajustado. "La ciudad se ha construido a golpes y sin un plan claro", dice Héctor. “No es como en otras ciudades del mundo, donde todo está diseñado de manera meticulosa. Aquí es como si la estrategia fuera tapar los baches a medida que aparecen. Literalmente y figurativamente”.

Esa falta de cohesión, esa desorganización estructural, es lo que también da vida a la narrativa del corto. A lo largo de los diez minutos, el espectador se sumerge en una serie de escenas que reflejan el ritmo frenético y caótico de la vida urbana, pero con momentos de introspección y silencio que revelan el alma de la ciudad. “Quería que el documental tuviera esa dualidad”, explica Héctor, “momentos de absoluta locura, donde todo parece fuera de control, y luego pequeños respiros, casi imperceptibles, pero que están ahí”.

El cineasta menciona que la decisión de no incluir diálogos fue deliberada. En su lugar, el filme se basa en la imagen, en los sonidos de la ciudad y en la interpretación del espectador. “No me interesaba dar respuestas, sino plantear preguntas. Quería que cada quien interpretara lo que ve de la forma en que mejor lo entienda, porque esa es la realidad de la ciudad: es diferente para todos. Cada quien vive su propio caos, pero al final todos formamos parte de la misma maquinaria”.

El caos cotidiano: vida y contradicciones en la gran ciudad

Conforme avanza la conversación, el cineasta continúa reflexionando sobre las interacciones humanas dentro de este autómata urbano. "Es curioso cómo, en una ciudad tan grande, puedes ver lo mejor y lo peor del ser humano en cuestión de minutos", comenta, recordando cómo, desde la ventana de su departamento, observaba escenas cotidianas que revelaban la complejidad de la vida urbana. “Veía a alguien ayudar a un desconocido, y al rato, escuchaba un choque. Esa es la Ciudad de México, un mar de contradicciones”.

El cortometraje explora esas dicotomías. Desde la solidaridad entre vecinos hasta la indiferencia del sistema, Héctor captura la esencia de una urbe que, aunque abrumadora, tiene momentos de belleza inesperada. “Creo que lo que más me impactó fue cómo la ciudad puede ser tan implacable, pero también tan acogedora”, dice, recordando los momentos en los que, a pesar del ruido y la velocidad, lograba encontrar pequeños oasis de tranquilidad. “Esos momentos están ahí, escondidos, pero existen. Y quería que eso también quedara reflejado en el documental”.

La cámara en Autómata funciona como un testigo silencioso, que observa sin intervenir. Las tomas en frenético desfile permiten al espectador sentir el peso del tiempo y la constancia del movimiento. “No quise apresurar nada. La ciudad se mueve a su propio ritmo, y quería que el corto reflejara eso. Hay momentos en los que parece que no pasa nada, pero si te fijas bien, siempre hay algo moviéndose, aunque sea en el fondo”, explica Héctor.

Gentrificación y migración: los motores ocultos de la transformación

A medida que la conversación profundiza, Iturbe menciona dos temas que son claves en su narrativa: la gentrificación y la migración. Ambos fenómenos, señala, han moldeado la Ciudad de México en los últimos años, transformando barrios enteros y creando nuevas dinámicas sociales y económicas. “La gentrificación es algo que ya no podemos ignorar. Barrios como la Roma o la Condesa han cambiado completamente. Lo que antes era una zona de clase media ahora es un lugar inaccesible para muchas personas”, comenta con tono reflexivo.

El fenómeno migratorio es igualmente impactante, pero más diverso. “Por un lado, tenemos la migración interna, gente que llega de otros estados buscando mejores oportunidades. Pero también está el migrante internacional, ya sea el centroamericano que busca una nueva vida o el ‘nómada digital’ que viene con otras condiciones. La ciudad se ha vuelto un crisol de realidades muy distintas, y eso también quise reflejarlo en Autómata”, explica Héctor.

Ambos temas están presentes en el trasfondo del corto, funcionando casi como motores ocultos que impulsan la narrativa. “No quería que fueran los protagonistas, pero están ahí, siempre presentes. Son parte de la ciudad, y no podía ignorarlos. Ver cómo la gentrificación está afectando la vida de las personas, cómo la migración está cambiando la composición de los barrios, me hizo querer explorar esos temas de manera sutil, pero constante”, agrega.

El engranaje detrás de Autómata

En una de las escenas más potentes de Autómata: Ciudad en Movimiento, vemos a un artesano concentrado en su taller, sus manos moldeando engranajes bajo la luz tenue. Las chispas saltan del metal mientras su maquinaria ruge en el silencio de la madrugada. Esta imagen, íntima y poderosa, resume el enfoque cinematográfico de Héctor Iturbe, quien utiliza lo cotidiano para crear un impacto visual y emocional profundo. “Quería capturar los momentos en los que el ruido y el silencio de la ciudad chocan, donde las pequeñas acciones cotidianas se convierten en símbolos de algo más grande”, explica Iturbe.

Técnicamente, Autómata es un corto ambicioso. Filmado en 4K Digital y con un formato de pantalla 16:9, la pieza despliega un diseño sonoro envolvente que utiliza el Dolby Atmos (7.1.4), además de sonido Surround 5.1 y estéreo. Estas características permiten que el espectador experimente la ciudad no solo como una entidad visual, sino también como un espacio auditivo que lo envuelve, lo que refuerza la sensación de caos organizado que Iturbe busca retratar. “Quería que la ciudad se sintiera viva. Que cada sonido, cada máquina, cada paso en la calle tuviera un eco en el espectador, que lo hiciera sentirse parte del mecanismo”, menciona Héctor.

La ausencia de diálogos es otro detalle fundamental. “Desde el inicio, sabía que no quería que el corto dependiera de las palabras. La ciudad ya dice mucho por sí misma”, confiesa el director. La cámara se convierte en un testigo silencioso, enfocándose en los detalles: las manos de un hombre sosteniendo engranajes de un reloj, una fotografía en sepia que evoca recuerdos, o una pisada sobre charco de agua. Todas estas imágenes son elementos clave de una narrativa visual que, sin palabras, dice todo lo necesario.

La formación de un cineasta

Nacido el 4 de marzo de 1995, Héctor Iturbe es parte de una nueva generación de cineastas mexicanos comprometidos con una narrativa visual que no solo entretiene, sino que invita a la reflexión. Su pasión por el cine se mezcla con su amor por la música, una combinación que lo ha llevado a dirigir cortometrajes, videoclips y proyectos publicitarios. “La música y el cine están profundamente conectados. En Autómata, el sonido es tan importante como la imagen; de hecho, el sonido cuenta la mitad de la historia”, asegura Iturbe, quien ha sido músico y compositor por más de quince años.

Egresado de la Licenciatura en Comunicación Social por la UAM Xochimilco y con un diplomado en Producción Cinematográfica por CIBEF, Héctor ha forjado su carrera con una mezcla de formación académica y experiencia práctica. Fundador de la casa productora Ágora Records, desde 2018 ha trabajado en distintos proyectos que abarcan desde el cortometraje hasta la publicidad. Sin embargo, su verdadero interés siempre ha sido el cine documental. “El documental me permite conectar con la realidad de una manera única. No es solo mostrar lo que está ahí, sino cómo lo interpretamos, cómo lo vivimos”, reflexiona.

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DOCS en el Parque México

La creación de Autómata representó un desafío no solo por los tiempos ajustados —el cortometraje fue realizado en 100 horas como parte del Reto Docs CDMX— sino también por el enfoque técnico. “Tuvimos que hacer malabares con el tiempo y los recursos, pero sabíamos que la historia de la ciudad, de este autómata urbano, era algo que valía la pena contar”. El resultado fue un corto de 10 minutos y 31 segundos que, gracias a su ejecución técnica y narrativa, ha sido seleccionado en festivales como Shorts México, Bolivia Lab, y Contra el Silencio Todas las Voces.

El equipo de producción incluyó a Rafael Ávila en el diseño sonoro, JC Medina como guionista y asistente de dirección, y Ricardo Pérez en el diseño de producción. Pero Iturbe se encargó personalmente de la fotografía y la postproducción, asegurándose de que cada imagen capturara la esencia de la Ciudad de México. “El proceso de edición fue tan importante como la filmación. La ciudad cambia minuto a minuto, y quería que eso se reflejara también en el ritmo de la película”.

Un cineasta en constante movimiento

Héctor Iturbe no es un cineasta que se quede quieto. Desde la primera proyección de Autómata en el Festival Docs México, su carrera ha ganado tracción, y su obra ha empezado a recibir reconocimiento internacional. “Es impresionante ver cómo el cortometraje ha resonado más allá de México. La ciudad es única, pero al mismo tiempo, los temas que trata son universales: el caos, el crecimiento descontrolado, las contradicciones del desarrollo urbano”, comenta Héctor con entusiasmo.

A sus 29 años, Iturbe es parte de una nueva ola de cineastas mexicanos que buscan contar historias relevantes, abordando temas sociales y culturales desde una óptica crítica, pero con una propuesta visual única. “Lo más importante es que el cine no solo sea entretenimiento. Tiene que decir algo, tiene que aportar algo a la conversación social”, concluye, mientras la cámara, tanto en Autómata como en su carrera, sigue girando, registrando cada movimiento de una ciudad que nunca se detiene.

Cinco, cuatro, tres, dos... y la cámara sigue rodando en nuestras mentes mientras las palabras de Héctor Iturbe se disuelven en el aire del Toks de Miramontes. El caos y la belleza de la Ciudad de México ya no son solo una charla de sobremesa, sino un reflejo profundo de lo que significa habitarla, entenderla y, en muchos casos, soportarla. La charla, hasta ahora ligera, ha empezado a tomar forma; la ciudad como autómata, los engranajes que nunca se detienen, los sonidos de un sistema que parece al borde del colapso, pero que sigue funcionando a su ritmo frenético.

Al mismo tiempo, el silencio, ese espacio que Héctor eligió en Autómata como su aliado narrativo, se vuelve presente en la conversación. Cada imagen del cortometraje, desde las luces de la ciudad hasta los momentos de soledad y desgaste, parecen tomar un nuevo significado en nuestras palabras. Héctor, aún con una sonrisa, mira el plato vacío frente a él como si estuviera ya procesando la siguiente toma de su vida.

Pero la pregunta que flota en el ambiente es inevitable: ¿Cómo se llega a capturar algo tan vasto en solo diez minutos? Y entonces, justo como en el cine, la historia tiene que avanzar.

La segunda parte de nuestra conversación nos llevará más allá de la idea, hacia los detalles técnicos y los retos de la creación: el desafío de 100 horas, el equipo detrás de las cámaras, y cómo la ciudad, con toda su complejidad, se convirtió en el personaje central de Autómata.

El reto de crear en 100 horas: los engranajes detrás de Autómata

Autómata, un impactante viaje del caos urbano a los escenarios globales

 

 

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