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Expresiones

Vlady Kociancich, en cada viaje, una historia

La UNAM revalora la obra de la narradora argentina, quien prepara una novela sobre su bisabuela irlandesa, en el siglo XIX

Virginia Bautista | 10-10-2020
Vlady Kociancich, en cada viaje, una historia
Ilustración: Horacio Sierra

CIUDAD DE MÉXICO.

“La octava maravilla es la literatura, pero también la vida. La literatura es la expresión de la vida humana y ésta inspira siempre a la literatura”, afirma la escritora argentina Vlady Kociancich (1941) al jugar con el título de su primera novela, La octava maravilla, publicada en 1982, propuesta que ahora se revalora en México.

La discípula y amiga de los míticos Jorge Luis Borges (1899-1986) y Adolfo Bioy Casares (1914-1999), quien prologó la primera edición de La octava maravilla, apostó en esta historia por la literatura fantástica y el viaje como tema central, cuando aún no se podía viajar tan fácilmente.

Esta novela, cuyo protagonista y narrador es Alberto Paradella –un abogado de 32 años, divorciado, sin hijos, recluido en su estudio, donde escribe un relato sobre su viaje por Europa hasta llegar a Berlín–, es el sexto título de la colección editorial Vindictas, de la UNAM, que busca “dar a conocer a escritoras latinoamericanas olvidadas sin razón”.

La narradora de 79 años recuerda en entrevista con Excélsior, desde Buenos Aires, que tras salir a la luz este libro le dijeron, a manera de elogio, que escribía como hombre. “Es una observación estúpida. Antes ya había publicado un volumen de cuentos, Coraje (1971), que tuvo mucho éxito. Nunca dejé de escribir. Pero cuando salió La octava maravilla, afortunadamente, ya no tuve más problemas para publicar”.

A casi 40 años de esa primera edición, la también traductora está convencida de que fue un libro casi profético, porque hurga en la vida de un hombre que finalmente acepta la soledad.

Esa sensación de soledad de la que hoy tenemos conciencia por el hecho de no pertenecer. Antes del auge de las comunicaciones y la tecnología, nadie se enfermaba de soledad. Yo concebí a un personaje solitario”, dice.

Detalla a su protagonista. “Un hombre que pierde lo que más quiere, adora a su mujer y lo engaña de una manera brutal, no reacciona porque piensa que él es el culpable. Se siente aburrido porque no quiere un auto lujoso o mansiones, sino estar en contacto con la literatura, y escribe un guion. Esto hace que se convierta casi en otro y que acepte la soledad”.

La autora de Cuadro de una muerte dudosa (2010) y El secreto de Irina (2016) señala que no le costó trabajo describir la presión que sufre Alberto, por parte de su familia y amigos, para que estudie abogacía y gane dinero.

Esto fue muy común para los hijos varones entre los años 50 y 70 del siglo XX. Los condenaban a un destino que no era el suyo. Alberto era un gran lector, amaba su barrio y quería trabajar en la carpintería de su padre. La figura del padre es importante”, indica la narradora.

Agrega que en sus novelas posteriores dominaron los personajes femeninos. “Tengo un Ángel de la Guarda que va con una valija, porque de cada viaje que hago siempre sale una historia. Estuve en Grecia y escribí El templo de las mujeres (1996), por ejemplo. Mis propuestas literarias salen a partir de unas frases, unas ideas o por algo que alguien me cuenta. Después, la trama está como dentro de mí, pero no son experiencias emocionales propias”.

La periodista añade que tiene una vida demasiado larga. “Así que puedo escribir casi sobre la prehistoria. No me interesa hablar sobre mí, ni sobre los sismos o la pandemia. Me fastidia porque sé que son modas. No escribo sobre cosas que no entiendo, ni doy entrevistas sobre temas que no son de literatura. Me cuesta mucho trabajo generalizar”.

Kociancich narra que está trabajando en una nueva novela, Crónica de familia, que tiene como personaje a una mujer irlandesa en la época en que Argentina disputaba su frontera.

Está basada en mi bisabuela, que se salvó de ser secuestrada por los indios que pasaban a los campos tomados. Se desarrolla hacia 1870 o 1880. Lo interesante son las anécdotas y cómo en Argentina se han olvidado los momentos pasados, como si no hubieran existido, ni siquiera se comentan”, explica.

La egresada de Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde estudió inglés antiguo con Borges, confiesa que está muy afectada anímicamente por la pandemia y el encierro al que ésta ha obligado. “Quería ir a México a presentar este libro de Vindictas. Es un país que quiero mucho, al que he visitado varias veces y extraño. Espero volver pronto”, asegura.

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