Elena Garro, a un año de su centenario
Escritora en toda la extensión de la palabra

CIUDAD DE MÉXICO.
A un año del centenario de su nacimiento recordamos a Elena Garro, una de las voces más relevantes de la literatura mexicana del siglo XX. Nació en Puebla el 11 de diciembre de 1916 y murió en Cuernavaca el 22 de agosto de 1998.
Dramaturga, novelista, cuentista, periodista, memorialista, poeta y activista social. Trascendió las fronteras nacionales con obras como Un hogar sólido, Los perros y Felipe Ángeles (teatro); La culpa es de los tlaxcaltecas, El árbol y Andamos huyendo, Lola (cuento) y Los recuerdos del porvenir, Testimonios sobre Mariana e Inés (novela), entre otros textos.
En su producción destacan las innovaciones estructurales, la ruptura del tiempo y del espacio convencionales y su poderoso y original lenguaje poético.
Considero que la mejor manera de celebrar su rebeldía en contra del poder y de las injusticias sociales, así como su ardiente defensa a favor de la igualdad genérica es acercándonos a su palabra. He aquí una selección de algunas de sus declaraciones que condensan su personalidad polifacética y aguerrida.
“En México, por el simple hecho de ser mujer, todo queda invalidado... En México, apenas una mujer es un poco inteligente, tiene otras aspiraciones; quiere trabajar, escribir, hacer algo, todos se confabulan para ver ‘qué le hacen’, cómo la destruyen, cómo la dañan”.
“Yo me crié entre los indios y para mí son tan queridos como mi familia española. Aparte de esta razón sentimental, los indios son las personas cultas del país. Me da risa cuando los bárbaros de la ciudad dicen que van a civilizarlos y a incorporarlos. ¿Cómo van a civilizarlos? ¿Enseñándoles las palabras al revés impuestas por la fuerza de la ametralladora? ¿Y a qué los van a incorporar? ¿Al dinero mal habido, al mal gusto de sus casotas, a la sordidez de sus costumbres y a no ser de ningún país, ni pertenecer a ninguna cultura? ¡Es ridículo! Por muy pobres y desamparados que estén los indios, ellos son los depositarios de las formas antiguas mexicanas y de la cultura española. Basta oír hablar a un campesino y a un político para darse cuenta de quién es el bárbaro”.
“La Revolución Mexicana fue buena hasta que triunfó. Las revoluciones son malas cuando llegan al poder (la revolución hecha gobierno), porque los revolucionarios hechos gobierno terminan en crímenes, en asesinatos de los unos a los otros”.
“No creo ni en los sistemas políticos ni en las personas que degradan el idioma, porque están degradando a las personas que lo crearon; como todos los líderes políticos, por ejemplo, todo el santo día lo degradan: intentan una jerga política corriente y soez. Por eso, al pensar en los niños de hoy que se mueven en un ambiente terrible, el de los capulinas y piporros, me asusto tanto; se están perdiendo las formas del espíritu”.
“La cultura en México es colonial, de adorno. No hemos producido más idea que la Revolución. La función de la clase pensante es hacer la crítica y la crítica no se hace. Los intelectuales son escribanos de la Colonia, dedicados a escribir laudos a los hombres de poder. Así, son ellos, los intelectuales, los que tienen la culpa de que los funcionarios tengan cabeza de funcionarios de la Colonia. Además, en México, no hay marinos, no hay científicos y sin ellos la verdadera cultura no es posible. No hay más que abogados, doctores y arquitectos, y los economistas que existen no sirven más que para justificar los robos de los fulanazos. Desde que Hernán Cortés tuvo que fundar el ayuntamiento de Veracruz para poder legalizar la Conquista, en México estamos dedicados a hacer Oficios que justifiquen los despojos”.
“Yo sólo soy memoria y la memoria que de mí se tenga”.
Elena Garro
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