Éxodo

Si algo nos han demostrado los dueños de los equipos de la Liga MX es que no están preocupados por devaluar la fase regular del campeonato. Sus constantes decisiones en perjuicio de la competencia son evidentes: desde terminar con el ascenso y descenso, pasando por la ...

Si algo nos han demostrado los dueños de los equipos de la Liga MX es que no están preocupados por devaluar la fase regular del campeonato. Sus constantes decisiones en perjuicio de la competencia son evidentes: desde terminar con el ascenso y descenso, pasando por la ampliación de la liguilla y, por supuesto, la decisión de hace años de jugar torneos cortos.

Todo esto ha propiciado que el nivel de la competencia se encuentre, en el mejor de los casos, estancado, aunque incluso alguien podría argumentar, sin problemas, que éste ha bajado considerablemente.

Entiendo que el futbol mexicano —no es de todos los mexicanos— es un negocio de unos cuantos, pero sí le genera enormes alegrías o decepciones a millones de personas que ponen su corazón, esperanzas y cariño en cada torneo para apoyar a sus respectivos equipos, ellos no ponen el dinero, aunque sí ayudan a sostener la liga pagando boletos, aplicaciones y productos.

No pretendo decir que los propietarios de las 18 instituciones de la liga deben hacer las cosas de manera que no les convenga, ellos trabajan para que su inversión les genere ganancias y no pérdidas; pero como ya lo he mencionado varias veces, con un mejor sistema de competencia y espectáculo en la cancha, sus ganancias podrían ser mayores. Recientemente, Mikel Arriola, mandamás del futbol local, presumió el valor que tiene actualmente la Liga MX, números que, de ser ciertos, son extraordinarios, pero, al mismo tiempo, me generan tristeza, porque mientras los clubes tienen un mayor valor, el nivel en la cancha está lejos de ser presumido.

En ese sentido, los propietarios podrán vanagloriarse por lo mencionado por el titular de la Femexfut, y de la Liga MX, pero mientras eso no vaya de la mano del éxito deportivo, a los aficionados les importará muy poco. Porque, aunque sea verdad que muchas personas seguirán con sus equipos sin importar los resultados o si el rendimiento de la liga es elevado, a otras tantas los ha llevado a alejarse de los estadios y a no ver los partidos en la televisión.

Los ratings siguen a la baja, así como la asistencia. Para muestra, los tristes 17 mil aficionados por encuentro que promedió la liga en su jornada inaugural. El amor se puede acabar, los dueños han menospreciado a los seguidores ofreciendo un producto mediocre que ha llevado a un divorcio entre un sector importante de mexicanos hartos de ver a los propietarios y a Arriola gritar a los cuatro vientos que vivimos en el primer mundo futbolístico, cuando la realidad es otra.

Si le sumamos lo que mencioné al inicio acerca de la devaluada fase regular, ahora más golpeada con la Leagues Cup, que propicia que el torneo se suspenda después de apenas tres fechas disputadas, es fácil entender que los aficionados se estén alejando y busquen otras opciones para saciar su sed deportiva.

De ser cierto el valor de la liga y el incremento en los ingresos de los clubes, lo mínimo que deberíamos esperar es un producto de mayor calidad, de no suceder eso, el éxodo de la fanaticada continuará.

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