El más brillante
La carta de presentación de Ichiro Suzuki en las Grandes Ligas no fue con uno de sus hits. El pelotero japonés mandó un riflazo desde el jardín derecho para poner out a un corredor de los Atléticos, que intentaba llegar a la tercera base. “Fue como un láser de Star ...
La carta de presentación de Ichiro Suzuki en las Grandes Ligas no fue con uno de sus hits. El pelotero japonés mandó un riflazo desde el jardín derecho para poner out a un corredor de los Atléticos, que intentaba llegar a la tercera base. “Fue como un láser de Star Wars”, describió emocionado el cronista de los Marineros de Seattle.
Ichiro fue el primer japonés no pitcher en llegar a las Ligas Mayores. Las dudas sobre si aquel pelotero, que no impresionaba por su físico, sería capaz de jugar en el mejor beisbol del mundo pronto se diluyeron con sus espectaculares demostraciones.
Desde que comenzó a triunfar en el beisbol japonés, el veloz pelotero fue conocido sólo como Ichiro, que significa “El más brillante”.
Su padre, Nobuyuki Suzuki, fue quien le regaló su primer guante de beisbol, aunque le dejó en claro que no era un juguete, sino un instrumento.
Nobuyuki, un lanzador amateur, entrenó día y noche a su hijo los 365 días del año.
Siempre la misma rutina: 50 disparos de calentamiento, 50 rodados en el cuadro, 50 batazos para atrapar en el jardín y 200 pitcheos para batear. Después de cenar otra sesión de bateo.
Ichiro intentó rebelarse en alguna ocasión al quedarse sentado en el campo. Nobuyuki le lanzó con fuerza pelotas, las que su hijo apenas esquivó o atrapó, incluso las que iban directo a su rostro.
Ya en las Grandes Ligas, Ichiro acumuló blasones. Tuvo 10 temporadas con más de 200 hits, acudió una decena de Juegos de Estrellas y en cada una de esas temporadas ganó el Guante de Oro.
Obtuvo el Novato del Año y Más Valioso en 2001 y tres años más adelante rompió el récord de más hits en una temporada para dejarlo en 262.
Ichiro, quien llegó a comentar que la formación de su padre rayaba en un abuso infantil, era tan famoso en Japón, que en una ocasión tuvo que salir de un hotel enrollado en una alfombra para evitar a los fotógrafos.
Es tan minucioso que sabe si su bat fue movido algunos centímetros por algún intruso en su casillero. Sus maderos los guardaba en un humidificador. Por un tiempo comió pizzas de queso de la misma marca o alitas preparadas con salsa especial y a la misma hora.
Soñaba con jugar hasta los 50 años, aunque se retiró casi a los 45 con 3 mil 89 hits en su carrera. La relación con su padre se dañó hasta alejarse por completo, en gran parte por el mal manejo que hizo Nobuyuki de las finanzas de su hijo en Japón, lo que generó una multa con el fisco.
Ichiro acudió de visita, más que ningún otro pelotero, al pintoresco poblado de Cooperstown para conocer la historia de los inmortales que tienen un lugar en el Salón de la Fama. Ahora será uno de ellos en julio próximo a los 51 años, justo el número que lo marcó en la Gran Carpa y que Marineros anunció que lo va a retirar.
